Hil.
|
Buenos
días, Don Sebastián.
|
Seb.
|
Buenos
días, Don Hilarión ¿Qué se cuenta usted?
|
Hil.
|
Bueno,
le diré. Tengo una noticia importante para nuestra común afición zarzuelera.
|
Seb.
|
¿Importante?
|
Hil.
|
Más
que importante, trascendente. Mejor dicho, trascendente no, porque es
confidencial y secreta.
|
Seb.
|
En
tal caso, permítame usted, querido amigo: si es secreto, no debe ser noticia,
porque …Bueno, bueno…
|
Hil.
|
Dejémonos
de subterfugios lingüísticos-filosóficos y vayamos al fondo del asunto. Eso
sí, confío en su discreción
|
Seb.
|
No
sé preocupe usted, amigo mío, Yo, para los secretos soy una tumba.
|
Hil.
|
Mientras
no sea una “tumba abierta”, como los ciclistas. En fin. La cosa es que me he
enterado de que el Rey quiere ir a la Zarzuela.
|
Seb.
|
¿Cómo?
¿Qué el Rey quiere ir a la Zarzuela? ¿Y eso?
|
Hil.
|
Pues
parece que por una cuestión de base histórica. Como la zarzuela la “inventó”,
por así decirlo, Felipe IV, allá por los albores del siglo XVII, él,
llamándose Felipe VI, ha pensado que la mejor manera de valorar el invento de
su antepasado es conocerlo de cerca
|
Seb.
|
Ya,
ya.
|
Hil.
|
Y
no sólo eso. Don Felipe quiere llevar a sus niñas para que también conozcan
el género zarzuelero y vayan construyendo su opinión personal sobre el mismo,
nacida de la observación directa.
|
Seb.
|
Pues
me parece muy bien. ¡Quién sabe! A lo mejor esta iniciativa le da un
empujoncito al género. Nunca viene mal una ayuda.
Y,
dígame, Don Hilarión. ¿Se sabe qué zarzuela quiere ver Su Majestad?
|
Hil.
|
Pues
verá usted. Expuesto por el monarca su deseo a sus más directos
colaboradores, lo primero que le sugirieron es que se olvidara de la zarzuela,
porque es una cosa antigua y pasada de moda … y le aconsejaron que si quería
conocer el teatro musical viera El rey
león que, tiene, además connotaciones monárquicas. ¿Me entiende?; Rey,león … En fin.
|
Seb.
|
Y,
¿no le aconsejaron la ópera?
|
Hil.
|
No,
no, paree que no, porque en la ópera que hoy se ve en los teatros, no hay más
que muertes, violencia, sangre, problemas … Y el Rey no quiere que sus hijas
empiecen a conocer el mundo por este lado. Tiempo tendrán …
|
Seb.
|
Bueno,
bueno… Siga usted con el relato.
|
Hil.
|
Visto
lo visto, los colaboradores y consejeros de Su Majestad, como de zarzuela
saben poco o nada, buscaron otros asesores, los cuales, después de barajar y
descartar, y seguir barajando y
descartando, sugirieron un título: El
rey que rabió.
|
Seb.
|
¡Dios
mío! ¡Quieren llevar al Rey y a su familia a ver un monarca que estuvo a
punto de enfermar de rabia porque le mordió un perro callejero! ¡Qué dolencia
tan poco aristocrática!
|
Hil.
|
¡No,
hombre, no! ¡Por favor, Don Sebastián! Ya sabe usted que en esa zarzuela no
está claro si el perro tiene la rabia o no, y el Rey termina más contento que
unas castañuelas.
|
Seb.
|
Lo
sé, Don Hilarión, lo sé. Eso es lo que dice el libreto, pero no me negará
usted que el monarca del cuento debió rabiar un poquito al ver lo que vio en
su escapada. Por lo menos tendría un resquemor…, digo yo.
|
Hil.
|
Es
muy probable. A mí la elección de esa zarzuela me parece muy oportuna. Fíjese
usted que el asunto comienza porque el monarca del cuento quiere conocer por
sí mismo la realidad de su país.
|
Seb.
|
Porque
no se fía de sus consejeros.
|
Hil.
|
Ya,
ya. Pero, advierta usted que una cosa es lo que le ocurre al monarca de la
zarzuela y otra lo que nuestro rey pueda ver en el escenario.
¿Qué
pensará Don Felipe cuando vea y escuche ese increíble “Cuarteto de la
dimisión”?
|
Seb.
|
Lo
que todo el mundo. Que aquí no dimite nadie; que a los españoles nos falta el
gen de la dimisión, que pa mí que es el mismo que el de la vergüenza torera.
|
Hil.
|
Y,
¿Qué opinará cuando vea los tejemanejes del Almirante o del General, que se
le adelantan para que le reciban bien
y gastan los reales dineros con un derroche absoluto?
|
Seb.
|
Pues
hombre, que antes como ahora, hay gente que tira con pólvora del rey y es
particularmente espléndido con lo que no es suyo. Pero, escuche usted … se me
está ocurriendo una cosa...
|
Hil.
|
Diga,
diga, amigo mío.
|
Seb.
|
¿Y
si se actualizara un poco esa zarzuela?. Como ahora todo lo que vemos está
retocado,, modificado, adaptado, adulterado …
|
Hil.
|
Bueno,
pero, concretamente en lo que viene al caso…
|
Seb.
|
Se
me ocurre una pequeña actualización: cambiar al Almirante, al General y al
Intendente por presidentes de
comunidades autónomas, diputados o consejeros, de los que tenemos … una
multitud. ¿Qué le parece?
|
Hil.
|
¡Ay,
querido amigo! Si se hiciera un cambio como ese entraríamos de lleno en un
grave dilema moral.
|
Seb.
|
No
le entiendo.
|
Hil.
|
Es
muy fácil. A un enfermo grave, ¿qué es mejor: decirle que se muere o que está
estable, incluso que puede mejorar?
|
Seb.
|
¡¡Uf!!
¡Menudo problema! Quizá sería mejor pensar en que Su Majestad viera La Gran Vía.
|
Hil.
|
¡Ni
hablar! ¡Que el Ayuntamiento quiere remodelarla otra vez!
|
Seb.
|
¡Dios
mío! ¡Parece que no pasa el tiempo!
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario