Los protagonistas: el torero, la gitana, el bandolero (Foto: TZ-Javier del Real). |
El Gato
Montés. (Ópera popular española en tres actos. Texto y música de Manuel
Penella).
Intérpretes: C. Solís. C. San Martín. A. Roy. I.
Mentxaka. M. Martín. M. Sola. G. Bullón.
Equipo técnico y artístico. Dirección de escena: José
Carlos Plaza. Escenografía e iluminación: Francisco Leal. Vestuario: Pedro
Moreno. Coreografía: Cristina Hoyos. Coro titular del Teatro de la Zarzuela
(Dtor.: Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Ramón
Tebar. Teatro de la Zarzuela, 30-11-2017.
Creo que todo
el mundo sabe que El Gato Montés, que
este año cumple su primer centenario, es una ópera cuyos protagonistas son
gitanos de Andalucía y que gira alrededor del mundo de los toros. Con estos
ingredientes, sus apasionados defensores y sus exaltados detractores tienen
material para comentarios, opiniones, tertulias y hasta discursos de una
utilidad más que relativa, porque lo más probable es que unos y otros no sean
objetivos. Quienes hayan asistido a esta representación (reposición de la del propio
teatro de 2012, paseada con triunfo por varios escenarios españoles) y hayan
sido capaces de dejar a un lado entusiasmos y prejuicios, habrán disfrutado de
una ópera de primer nivel, intensa, dramática, muy bien escrita y con una
música magnífica, llena de detalles en el escenario y en la orquesta. Bien
supieron advertirlo quienes, en 2012, le concedieron uno de los Premios
Campoamor, tristemente desaparecidos.
Al levantarse
el telón el espectador encuentra una escena sencilla y simple que, con pocas
modificaciones, se mantendrá durante todo el espectáculo. No hace falta más
porque el planteamiento de José Carlos Plaza, destacando la intensidad y
potencia del drama, concentra toda la atención; no son necesarios más elementos
externos. Plaza es un gran hombre de teatro, capaz de hacer que sus
actores/cantantes den vida a personajes complicados, de sentimientos primarios
poderosos, con emociones básicas que les llevarán a un desenlace trágico.
Ramón Tebar,
como director de orquesta, ofreció una interpretación magnífica, destacando los
numerosos detalles de una instrumentación poco corriente en nuestro teatro
lírico popular. Muchos detalles, distintos colores, variadas combinaciones, la
frecuente aparición del motivo del famoso pasodoble, fueron destacados con
mesura. Me gustó especialmente el sonido de la cuerda: lleno, compacto e
intenso. El pasodoble resultó muy atractivo, aunque lo hubiera deseado un punto
más tranquilo. Además, Tebar, sirvió a la escena con especial eficacia, controlando la potencia del foso y pendiente
de cada detalle.
Carmen Solís y César San Martín (Foto: TZ-Javier del Real |
El Gato Montés tiene
tres protagonistas vocales: el torero “Rafael, el Macareno”, el bandolero
“Juanillo, el Gato Montés”, los dos intensamente enamorados de la gitana Soleá,
que es la mujer del terceto. Dio vida al primero el tenor asturiano Alejandro
Roy, de voz potente, segura y firme y haciendo un personaje actoralmente
creíble. César San Martín, barítono madrileño, fue el bandolero; cantó con
solvencia, energía y seguridad, mostrando sus grandes cualidades vocales al
tiempo que supo capturar la atención del público hacia su personaje, por la
convicción con que lo interpretó. Soleá, la gitana enamorada e indecisa, estuo
a cargo de Carmen Solís, soprano pacense de voz ancha y poderosa, de graves
rotundos y agudos firmes.
El Gato Montés tiene
cuatro papeles cortos, a los que no es justo calificar de “secundarios” pues
tienen particular importancia en el
desarrollo de la ópera. Itxaro Mentxaka, mezzosoprano, fue Frasquita, la madre
de Rafael; hizo su papel con mesura.
Milagros Martín, fue la gitana que adivina la tragedia del matador de
toros; curtida en estas lides y en este teatro hizo un personaje creíble, intenso y convincente. El bajo-barítono
Miguel Sola fue el Padre Antón, capaz de mantener la figura de este personaje
conciliador y apasionado fan al mismo tiempo. El barítono madrileño, Gerardo
Bullón, fue Hormigón, mozo de espadas; hizo su papel con dignidad y, a pesar de
ser, en cierto modo el personaje cómico, mantuvo su interpretación dentro de
los límites del drama.
El coro
titular del teatro, como viene siendo habitual, muy bien preparado.
Especial
mención merece la traducción de la corrida del segundo acto. Con muy pocos
elementos, apenas sugeridos, y con la proyección de una gran imagen que llora
lágrimas de sangre, José Carlos Plaza supo expresar la esencia del espectáculo
en el que se mezclan los oles y olés de un público entusiasta y enfervorizado,
con el grito angustiado, fatal y desesperado cuando el torero es cogido.
Traducción directa, elegante, sin críticas ni moralejas inoportunas;
descriptiva. Mereció el aplauso espontáneo de la asistencia.
Al finalizar
el espectáculo nadie se movió de su butaca, lo cual es significativo, sobre
todo porque en la Zarzuela los aplausos del respetable han perdido la
intensidad que recuerdo en otras ocasiones y salas. No diré que sean de mero
compromiso …. En fin, creo que este Gato
Montés mereció la puerta grande. Toda la “cuadrilla”.
Vidal
Hernando.
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