Pensamientos
de un barbero.
Ahora resulta que casi todo el mundo del
mundillo musical lo sabía. Miraban para otro lado, hacían oídos sordos o la
vista gorda, o todo a la vez. Pero lo sabían. Escribo sobre los abusos sexuales
atribuidos a famosos directores de orquesta que han salido en las páginas de
los periódicos y en las pantallas de las televisiones, a raíz de los escándalos
protagonizados por gentes relacionadas con el cine y con las orgías de una
importante organización no gubernamental.
Se dice y se cuenta, que estos individuos
(los directores), entronizados en el ambiente musical clásico internacional,
ejercían en la habitación de un hotel o en el camerino, el mismo poder omnímodo
que desde el podio, aunque con más violencia, sobre personas incluso jóvenes. Y
con la exigencia del silencio, bajo amenazas y coacciones.
Prácticamente nadie dijo nada en su
momento, ni los protagonistas (quizá mejor, las víctimas) ni quienes más cerca
estaban del suceso y que bien podían haber sido testigos. Silencio. Que no se
sepa, que no trascienda.
Ahora sí. Ahora hay denuncias, unas de
boquilla y otras sustanciadas en un juzgado; ahora resulta que son muchos los
“conocedores” que, en caso necesario, veremos si son capaces de aportar
pruebas, o preferirán seguir guardando silencio por miedo. Será muy
difícil, o imposible, saber si lo
denunciado ocurrió o no; si hubo acoso y abuso hace meses o años, entre
individuos del mismo o distinto sexo. Tampoco sabremos en cuantos casos hubo
aceptación o acuerdo, o incluso, provocación. Porque, de todo ha podido haber; ya hace años, en
alguna plaza de toros alguna fémina arrojaba prendas íntimas al famoso y
triunfador torero. No olvidemos que la seducción ha sido y es un arma
poderosísima y hay quien la usa en combinación con otra, también de enorme
potencia destructora: la difamación. Si no aceptas el envite, o la sugerencia,
correrá el bulo, uno de los “bichos” más rápidos de la naturaleza.
No puedo quitar importancia a estos
sucesos (algunos más presuntos que otros), pero sí llamar la atención sobre que
el escándalo se acrecienta porque el asunto es sexual. No se denuncian, o se
hace en menor grado, otros comportamientos que están a la orden del día:
sueldos escandalosos, comilonas, pagos (mejor dicho, cobros) en especie, viajes,
lujos asiáticos… zancadillas a otros profesionales, maledicencias,
murmuraciones, rumores … Tampoco suelen
trascender la existencia de regalos, de
favores correspondidos (aquello de hoy por ti, mañana por mí), de
recomendaciones, tráfico de influencias u otorgamiento de cargos de confianza. Pero
como no andan por medio las gónadas…
¡Qué vergüenza! ¡Qué hipocresía! Y qué
facilidad tenemos para rasgarnos las vestiduras, aunque no nos damos cuenta de
que esa acción puede dejarnos con las posaderas al aire.
Lamparilla
(Todo esto es consecuencia de que no sólo
de zarzuelerías vive el hombre).
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