La tabernera del puerto. Romance marinero en tres
actos. Texto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Música de Pablo
Sorozábal.
Intérpretes:
S. Puértolas. R. González. V. Peña. A. Ódena. A. Gandía. R. Amoretti. P.
Molina. A. Ruiz. A. García.
Equipo
técnico y artístico: Director de escena: Mario Gas. Movimiento escénico: Aixa
Guerra. Iluminación Vinicio Cheli. Vestuario: Franca Squarciapino. Escenografía:
Ezio Frigerio (con Riccardo Massironi). Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor.
Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Josep
Caballé-Domenech. Teatro de la Zarzuela, de Madrid, 10-05-2018.
Nadie discute que La tabernera del puerto es una de las grandes zarzuelas del
repertorio, pero debo confesar que asistí a esta función con una sensación
extraña, producto de la amarga y dolorosa situación por la que está pasando la
zarzuela. No sé por qué, antes de comenzar la representación, me pareció que
una sombra flotaba en el ambiente, una sombra que me llenaba de inquietud y
desasosiego ante el futuro. El tiempo dirá, pero las perspectivas no son
halagüeñas. En estas circunstancias comentar la representación se hace más
difícil que en otras ocasiones. Tampoco sé si acierto o no, pero creo que los
intérpretes tuvieron que hacer un esfuerzo suplementario, grande sin duda, para
sobreponerse a los sucesos que les toca vivir y poner en pie la farsa teatral.
El espectáculo comenzó con la lectura de
un manifiesto justificando la huelga, pidiendo perdón por las consecuencias, y
reclamando el carácter público del teatro, con lo que ello significa.
Pero respiremos hondo y vayamos al
comentario. Lo primero que hay que decir es que La tabernera se presentó como debe ser; Mario Gas planteó una obra
de acuerdo con lo escrito por los libretistas, tanto en ambientación como en el
respeto al texto original, sin buscar argumentaciones que no sabemos que
estuvieran en la mente de los autores. El público se sintió satisfecho con el planteamiento,
a juzgar por los aplausos que dedicó al director de escena cuando salió a
saludar. Lo mismo puede decirse del vestuario y la escenografía. Espectacular
el cuadro de la galerna.
La
tabernera requiere un reparto de primer nivel y
lo tuvo. En los papeles femeninos, Marola, cantado por Sabina Puértolas
convenció por su buena línea de canto, por la limpieza de sus agudos y por la
calidad y afinación de su coloratura. Abel (papel masculino tradicionalmente
cantado por una soprano), fue defendido por la tinerfeña Ruth González con gran
convencimiento e intensidad interpretativa, elevando el componente dramático de
un rol que algunos pudieran considerar menor.
Ellos han de ser cantantes de fuste. En primer lugar Ángel Ódena fue un Juan de
Eguía poderoso y duro, su voz grande y potente llenó cada rincón del teatro y
su figura acrecentó la sensación de
indefensión de una Marola físicamente más delicada. Antonio Gandía, tenor
crevillentino, fue Leandro, el joven enamorado capaz de arrostrar cualquier
peligro si la recompensa es su amada; canto con fuerza y convicción la romanza
“No puede ser”, una de las más interpretadas del repertorio. Rubén Amoretti,
bajo burgalés, fue un Simpson muy convincente en la parcela teatral y, además,
dominó la célebre romanza “Despierta negro”, que le valió una gran ovación.
Mención especial merecen los
protagonistas de la pareja cómica: Vicky Peña, como Antigua y Pep Molina, como
Chinchorro. Tanto él como ella dieron vida a unos personajes que dignifican
estos tipos, pues no son meros comparsas de la acción, ni simples “graciosos”,
sino figuras de primer nivel teatral. La expresividad de Vicky Peña, cuando,
rodeada de las mujeres del pueblo, acusa a Marola de ser la causa de la
perdición de sus maridos, impresionó. Y la peculiar sabiduría refranera de
Chinchorro arrancó risas en el auditorio en sus intervenciones. Los dos fueron
un magnifico ejemplo de lo que contiene la zarzuela en estos papeles “secundarios”
cuando son interpretados por actores de primer nivel. Ripalda también fue
figura destacada, gracias al trabajo del tenor-actor malagueño Ángel Ruiz para
quien me da la impresión de que Mario Gas diseñó un personaje risible pero
convincente.
El coro titular, como siempre, estupendo.
Afinación, redondez, colorido, ajuste y capacidad para el movimiento en escenas
son cualidades que siempre están presentes en este conjunto. En La tabernera dieron verosimilitud y
naturalidad a su sus intervenciones.
La dirección musical, a cargo del barcelonés
Josep Caballé-Domenech estuvo a la altura de la representación. Supo destacar
el colorido de la brillante orquestación de Sorozábal, darle a las músicas
habaneras y antillanas la gracia y el punto adecuado, cantar las ondulaciones
marinas en el comienzo del tercer acto y retratar la fuerza de la galerna en la
escena correspondiente.
Un detalle: la pantalla de sobretítulos
proyectó todo el texto, no sólo el
de los cantables. ¿Será así en el
futuro?
Vidal
Hernando.
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