Los protagonistas (Foto. T. Zarzuela) |
El sueño de una noche de verano. Ópera cómica en tres
actos. Texto de Patricio de la Escosura. Música de Joaquín Gaztambide.
Intérpretes:
R. Lojendio. B. Díaz. S. Ballerini. L. Cansino. J. Franco.
Equipo
técnico y artístico. Escenografía: Nicolás Boni. Iluminación: Albert Faura. Vestuario:
Jesús Ruiz. Dirección de escena: Marco Carniti. Coro Titular del Teatro de la
Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Miguel Ángel
Gómez Martínez. Teatro de la Zarzuela, de Madrid, 31-1-2019.
Con esta nueva producción, el
equipo directivo del Teatro de la Zarzuela sigue la senda de recuperar títulos
importantes que están absolutamente olvidados. Trata de cumplir así uno de los objetos
principales de su estatuto. El sueño de
una noche de verano, estrenado el 21 de febrero de 1852, hace 167 años, es
un buen candidato. El problema, a mi juicio, es que la producción del “sueño” que
hemos tenido ocasión de ver y escuchar, más nos parece espejismo, pues toda la
parte hablada es de nueva creación, cambiando localizaciones, argumentos,
personajes, textos…; sólo queda del original, la música. Esta es una práctica
habitual en los tiempos que corren, discutible y discutida, que no es momento
de analizar pero que nos priva de conocer una parte importante de cualquier
zarzuela: el trabajo original del escritor.
En esta ocasión el resultado
ha sido largo, complejo y hasta enrevesado en algunos momentos. La consecuencia se ha traducido en una
palpable frialdad del público, al que no ha gustado la palpable diferencia
entre el lenguaje hablado y el cantado. Tampoco han dado resultado comentarios
(chistes, que se decía antes), ya sabidos, casi rutinarios, ni el retrato de
algunos personajes que ya resultan tópicos.
Algunos espectadores abandonaron el teatro en el descanso, creo que más
decepcionados que molestos.
Escena de la nueva producción (Foto. T. Zarzuela) |
La parte musical es la
triunfadora del espectáculo, no sólo porque los mimbres sean buenos (Gaztambide
es uno de nuestros grandes compositores de zarzuela, aunque no tenga hoy el
predicamento que debería), sino porque en su realización se emplearon con
entusiasmo todos cuantos intervinieron.
La soprano canaria Raquel
Lojendio, como la Princesa Isabela Tortellini, mostró su bella voz, su oficio y
resolvió sin problema alguno su papel.
Beatriz Díaz, soprano asturiana, dio vida a Olivia de Plantagenet, amiga
y confidente de la princesa. También estuvo a la altura en sus intervenciones;
ambas consiguieron el aplauso en el dúo que abre la representación, tras el
preludio.
Los papeles principales
masculinos estuvieron a cargo de Santiago Ballerini, tenor bonaerense, de voz
agradable, redonda y con cierto carácter lírico; fue Guillermo del Moro,
guionista de cine, trasunto de Shakespeare. Luis Cansino, madrileño de nacimiento aunque se
siente gallego, representó el personaje de Juan Sabadete (Sir John Fálstaff),
con dinamismo, energía y convicción. Los
actores Jorge Merino y Pablo Vázquez, pusieron en pie sus roles con gran
profesionalidad. El primero fue el Director General de Cinematografía y Teatro
de España (dicho esto de España siempre con un remarcado e innecesario retintín
buscando ridiculizar el personaje); el segundo fue Don Liborio, Barón de Brisa,
noble español, presentado como un aprovechado vividor. Los dos se movieron con mucha
energía y sacaron adelante sus personajes.
El coro titular, como es
habitual, preparado por Antonio Fauró, sonó muy bien; homogéneo, con un bonito
color, afinación y redondez. La orquesta fue protagonista principal, gracias a
un planteamiento y ejecución directoral excelente, llevada por el granadino
Miguel Ángel Gómez Martínez, con eficacia y sentido artístico. Se escucharon
detalles atractivos, se destacaron colores (muy bien las siempre difíciles
trompas) y, lo más importante, al servicio permanente de las voces
Vidal. Hernando
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