En el último número de la revista Ritmo, correspondiente al mes de
diciembre de 2019, se publica la crítica de la reciente representación de Doña Francisquita en el Teatro del
Liceo, de Barcelona, de la que es responsable el director de escena Lluis
Pascual. Es la misma representación que se vió en Madrid, y que se transmitió
por varias plataformas de Internet. En ese comentario se vierten opiniones de
las que discrepo y sobre las que creo que debo salir al paso (aunque sea a toro
pasado, lo que equivale a decir que sin consecuencia alguna).
No soy partidario de polemizar sobre los
comentarios críticos que tengo ocasión de leer. Considero que cada uno puede
expresar su opinión libremente. Yo también escribo comentarios y estoy seguro
de que serán interesantes para algunos y totalmente superfluos para otros. He
pensado, antes de redactar estas líneas, si poner o no aquí el nombre del
comentarista de esa representación de Doña
Francisquita. He decidido no hacerlo para no provocar entusiasmos ni
descalificaciones en quienes las lean.
Me limito a dejar constancia de mi desacuerdo con una frase concreta de
ese trabajo. Copio los dos párrafos relacionados:
“Lluis Pascual, amante de esta música, ha intentado
hacerlo [modernizar la zarzuela]. Plantea cambio de situaciones; el primer acto
pasa en un estudio de grabación discográfico situado en 1934, donde se
proyectan imágenes de una película ambientada en el Madrid de la Segunda
República, recuperada por la Filmoteca Nacional; el segundo en un programa en
directo de televisión en el año 1964 y el tercero en un ensayo general en época
actual. Además, ha suprimido los diálogos y los ha substituido por un texto
propio, con referencias a cada una de esas épocas, donde no podía faltar la
censura, con resultados alternativos, que estuvieron a cargo del actor Gonzalo
de Castro, en un triple cometido como promotor discográfico, realizador
televisivo y como director del ensayo, bien expresado, aunque no siempre la voz
se expandiera por el teatro.
La propuesta es interesante, tiene muchas ideas y
soluciones válidas, algunas veces se diluyen al finalizar el acto,
especialmente en el tercero, pero se ve con interés, especialmente porque
mantiene el respeto de la obra”.
¿Mantiene el respeto de la obra?
Ignoro si con esta frase el comentarista
quiere referirse sólo a la música?.
Pero, si no es así, eliminar los diálogos, cambiar la acción, la época, los
lugares, de una obra tan redonda, conocida y apreciada como Doña Francisquita… ¿es “respetar la
obra”? La de los libretistas que redactaron Doña
Francisquita, no, Sencillamente.
La versión del señor Pascual podrá gustar
o no, entretener más o menos, pero no es, a mi parecer, Doña Francisquita. Es otra
cosa que aprovecha el tirón que tiene ese título.
Sólo una última reflexión: quienes hayan
visto por primera vez este espectáculo, cuando tengan ocasión de conocer una Francisquita “tradicional”, quizá crean
que les engañan.
José Prieto Marugán.
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