La violación de Lucrecia o Donde han violencia no hay culpa. Zarzuela barroca en dos jornadas, texto orginal de Nicolás González Martínez (versión de Rosa Montero en los textos hablados). Música de José de Nebra. Estreno: Palacio del Duque de Medinaceli, de Madrid, en 1744.
Intérpretes: María Hinojosa Montenegro (Lucrecia); Carol García (Colatino), Marina Monzó (Talía) Judit Subirana (Laureta) Borja Luna (Sexto) Manuela Velaszo, actriz, (Espíritu de la leyenda de Lucrecia).
Equipo artístico. Dirección de escena y vestuario: Rafael R. Villalobos. Escenografía: Emanuele Sinisi. Iluminación: Felipe Ramos. Ensemble Los Elementos. Dirección Musical y clave: Alberto Miguélez Rouco. Teatro de la Zarzuela, 28-3-2023.
Una vez más el Teatro de la Zarzuela ha cumplido con el objetivo de recuperación del patrimonio lírico nacional, poniendo en escena una zarzuela barroca que no se representa desde hace casi 280 años. Lo ha conseguido gracias al tesón de su actual equipo directivo, al interés de sus trabajadores y a la constancia y dedicación de musicólogos e investigadores y al esfuerzo de los intérpretes que tanto esfuerzo dedican para que estas obras puedan ser escuchadas y difundidas.
La zarzuela de hoy es la inicialmente titulada Donde hay violencia no hay culpa, título que quizá hoy no se entienda bien si no se conoce la temática que trata. Por eso se le ha antepuesto el título de La violación de Lucrecia, mucho más expresivo y determinante,
Quienes me conocen saben que no soy partidario de las grandes modificaciones de los libretos originales. Pero, en esta ocasión, debo confesar que el trabajo de la escritora Rosa Montero, creando un nuevo texto para las partes habladas, es posible entender y comprender, en toda su trágica amplitud, el tema central de la obra. De haber respetado el texto inicial de Nicolás González, suponemos que de naturaleza similar al de los números musicales (que se han mantenido intactos), muy posiblemente no hubiéramos sido capaces de comprender, en toda su amplitud. la denuncia que esta obra representa. La violación de una mujer, como la de un hombre o la de un niño, es un acto execrable y odioso, un crimen sin paliativos; la cobardía de un esposo o unos padres, que no defienden a la víctima, es también incomprensible, y la aceptación social de este hecho en determinadas circunstancias, es, al menos hoy, impresentable y socialmente reprobable. Sobre esto no hay discusión posible. En estas ideas se asienta el texto de Rosa Montero, duro, directo, incisivo, violento y corrosivo. Y sigue siendo necesario porque, en nuestros días, a más de 2500 años del suicidio de Lucrecia, seguimos teniendo esta lacra personal y social en nuestro devenir diario.
La violación de Lucrecia, es obra larga (la función comentada duró tres horas, con el descanso). Quizá en esta idea influya el hecho de que la música es, para entendernos, bastante similar: arias precedidas de recitativos; líneas melódicas llenas de adornos virtuosísticos difíciles alejados de las melodías que solemos escuchar en la zarzuela. Contrastes dinámicos muy uniformes a lo largo de toda la representación, quizá un poco reiterativos. No obstante, el conjunto de cantantes resolvió con mucha eficacia estos problemas. María Hinojosa Montenegro, soprano, personificó una Lucrecia convincente, aunque, al menos al principio, la voz nos pareció algo pequeña en volumen. El personaje de Colatino, general romano, esposo de Lucrecia, tiene menos importancia en el espectáculo. Fue resuelto por la mezzosoprano Carol García sin problemas, planteándolo como una expresión digamos amortiguada. La soprano valenciana Marina Monzó fue Tulia, hermana de Colatino y enamorada de Sexto. Canto con fuerza, dominio de la situación y entereza. La mezzo barcelonesa Judit Subirana hizo la Laureta, criada de Lucrecia; un personaje casi de graciosa, un poco pizpireta y desenvuelta que tiene un recitado y aria, al final de la segunda jornada, verdaderamente sorprendente por el texto. Borja Luna, actor, fue el único hombre del reparto; no tiene intervenciones cantadas y hizo un trabajo destacable, pasando de la prepotencia del comienzo a la violencia intimidatoria de la escena final. Mereció el aplauso a pesar de su reprobable cometido. Mención especial merece la actriz Manuela Velasco, que dio vida al Espíritu de la leyenda de Lucrecia. Hizo una interpretación apasionada, vibrante, vehemente y reivindicativa.
La orquesta, a las órdenes del joven gallego Alberto Miguélez Rouco (La Coruña, 1994), resultó magnífica, con una sonoridad rica en colores, gracias a los instrumentos “históricos”, a los vientos naturales, a las cuerdas de tripa y a un planteamiento historicista. Merece la pena escuchar la música barroca con formaciones de este tipo.
En resumen, una zarzuela interesante, con música atractiva, e interpretada con intensidad dramática. Un rescate merecido que, además, quedará disponible tanto por la emisiones por Radio Clásica, como por la Red, además de estar al servicio de otros posibles intérpretes pue se dispone de la correspondiente edición moderna de la partitura.
Vidal Hernando.
Fotos: T. de la Zarzuela.
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