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jueves, 4 de febrero de 2021

Luisa Fernanda, ¿Hacía falta el cine?

 

Comedia lírica en tres actos de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Música de Federico Moreno Torroba.

Yolanda Auyanet.  Rocío Ignacio. María José Suárez.  Javier Franco. Jorge de León. Didier Otaola. Dirección de escena: Davide Livermore. Escenografía: Giò Forma. Vestuario: Mariana Fracasso. Iluminación: Antonio Castro. Coreografía: Nuria Castejón. Diseño audiovisual: Pedro Chamizo. Coro titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor. Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: David Gómez Ramírez. Teatro de la Zarzuela, 4-2-2021.

 

A pesar de los pesares, de la pandemia y de todo lo que la rodea, el Teatro de la Zarzuela continúa ofreciendo la práctica totalidad de sus espectáculos, con todas las medidas de seguridad prescritas, y creando un lugar donde podemos volver a disfrutar de uno de los mayores placeres estéticos. Hay que agradecer a la dirección del teatro y a todo el equipo que lo forma, el esfuerzo que están realizando para que el teatro lírico pueda seguir dándonos satisfacciones.

Esta Luisa Fernanda es la que deberíamos haber visto el pasado año, pero que hubo de ser suspendida por el confinamiento. Es detalle importante porque se ha mantenido el compromiso del Teatro, no sólo con ofrecer al público uno de los títulos fundamentales del género, sino el hecho de respetar el trabajo realizado de todos cuantos intervienen.

Dicho lo anterior, vayamos a lo que hemos visto y oído. Davide Livermore, prestigioso director de escena italiano, ha colocado el histórico Cine Dore en medio del escenario donde da vueltas y más vueltas, mostrando imágenes del Madrid más céntrico: la Gran Vía, la Cibeles una Puerta del Sol ¡abarrotada!, un “autobús” de caballos. Quienes conozcan Luisa Fernanda podían esperar la Plazuela de San Javier, el Paseo de la Florida o la Fuentecilla, pero no. Por cierto, también han desaparecido casi todos los diálogos hablados, convirtiendo la “zarzuela” prácticamente en una “ópera”.  Faltó, por ejemplo, la descripción de la discusión de Aníbal con la frutera del mercado de la Cebada, esperaron en vano. Estos recortes son práctica habitual en estos tiempos, pero no me acabo de acostumbrar.  El problema de este planteamiento escénico es que las proyecciones cinematográficas desconcentran al público y desvían su atención de lo que ocurriendo en el escenario. Incluso crea situaciones extrañas, como que los protagonistas de la zarzuela, entren al cine, cambiando de registro (pasan de ser protagonistas a ser público), de manera discutible.

El elenco interpretativo fue realmente bueno en conjunto y, sobre todo, de una calidad uniforme. La soprano canaria Yolanda Auyanet, la protagonista principal, dominó el registro, cantó con mucho gusto destacando acentos y líneas expresivas. Rocío Ignacio, soprano sevillana, dio vida a una Duquesa Carolina con presencia y distinción, como pide el personaje; en lo vocal me pareció de muy buena factura, cantando su parte con ganas.  La tercera mujer en importancia fue María José Suarez, en el papel de Doña Mariana; mostró carácter, energía y una expresividad muy destacada, creando un personaje de primer nivel.

Entre los intérpretes principales, el barítono coruñés Javier Franco, que sustituyó a Juan Jesús Rodríguez, por enfermedad, encarnó a Vidal, el propietario extremeño; cantó con gusto y sencillez; sin problema en los agudos y representó su papel con toda la fuerza que le dieron los libretistas. Javier Moreno, el militar presumido fue Jorge de León, tenor tinerfeño que, al comienzo me pareció algo incómodo, pero poco a poco fue entrando en el personaje y terminó dándole un gran nivel tanto, en lo canoro como en lo interpretativo. Didier Otaola dio vida al simpático y cómico personaje de Aníbal, el idealista revolucionario, apasionado y despistado para el que Romero y Fernández-Shaw construyeron un personaje muy agradecido.

El coro, reducido por los condicionantes de la pandemia, cantó con gusto y delicadeza, como es habitual. El ballet, elegante en la mazurca, ejecutó, a mi juicio poco adecuado, baile aflamencado en el cuadro primero, que se desarrolla en la verbena madrileña de San Antonio. Ambos conjuntos se vieron constreñidos a un escaso espacio para desarrollar su intervención, a causa del gran volumen del “cine” en el escenario.

La orquesta también ha quedado reducida al tener que mantener la “distancia de seguridad”. No obstante, sus 23 integrantes, comandados por el director David Gómez Ramírez que debutaba en la Zarzuela, sonaron, a mi parecer, con más decibelios de la cuenta.

En cualquier caso, el público aplaudió con interés, incluso a la terminación de algunas intervenciones de los solistas; disfrutó con la obra cuya música conoce de sobra y llenó el teatro. Además, hay que decir que también cumplió con las normas establecidas tanto a la entrada como a la salida. 

(Fotografías: Javier del Real. Teatro de la zarzuela).

Vidal Hernando.

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