“A finales del
siglo XIX se encontraba en Madrid Mariano Conde, uno de los falsificadores más
extraordinarios que jamás hayan existido. Se cuenta de él que era capaz de
imitar cualquier firma, a simple vista, y sin la más leve preparación; también
podía “crear” billetes de banco que muy difícilmente podían distinguirse del
original. Uno de sus mayores logros fue la falsificación de un talón de la
cuenta corriente de Manuel García Gutiérrez, acaudalado personaje que era
conocido popularmente como “el cantinero”.
El resultado de esta operación fue que un millón de reales pasaron a
poder de Mariano Conde. Algún amigo le sugirió que invirtiera parte de ese
dinero en el teatro. La pieza de Giménez prometía ser un éxito, pero el
problema era que resultaba demasiado cara su puesta en escena. Mariano Conde
prestó parte del dinero necesario y “Enseñanza libre” pudo estrenarse con un
montaje excepcional”..
No sabemos si es muy ético y moral invertir dinero de “dudosa”
procedencia en actividades políticamente correctas, como se dice ahora.
Podríamos abrir un debate o proponer una tertulia televisiva, de esas en las
que todos hablan, gritan, a la vez; incluso del tema propuesto. Mejor sería
lanzar la pregunta al viento y que fuera el pueblo el que tomara partido a
través de una simple llamada telefónica (esto es muy democrático y, sobre todo,
deja una pasta inmensa). La pregunta podía ser ésta: ¿Es moralmente lícito
pagar la enseñanza con dinero negro, por muy “Enseñanza libre” que sea?
Mientras ustedes lo meditan y deciden, sepan que
“Enseñanza libre”, de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, con música de
Gerónimo Giménez. se estrenó el 11 de diciembre de 1920 en el Teatro Eslava, de
Madrid. Tuvo un gran éxito inicial y se representó en numerosas ocasiones. Al
parecer, Mariano Conde (no hagan ustedes, por favor, juegos de palabras), supo
invertir bien su millón de reales tan hábilmente conseguido.
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