La historia la
cuenta Enrique Franco de Arturo Rubinstein:
“Después de un recital en una villa provinciana, el alcalde solicitó a la hora
de los bises la Pantomima de Las
golondrinas. Como Rubinstein no pudiera acceder a tan pintoresca demanda,
se excusó al final del concierto con el alcalde: “Verá usted; esa obra es
inconveniente y difícil de tocar al piano”. El alcalde, hombre comprensivo, le
cortó con unos golpes en la espalda: “No se preocupe, muchacho. Es usted muy
joven. Ya podrá llegar a tocarla.
El propio Enrique
Franco, ofrece esta otra versión de la misma anécdota: “Tocaba en una pequeña
ciudad y el auditorio, con el Alcalde a la cabeza, le aplaudió con frenesí. A
la hora de los “encores”, el ilustre mandatario, desde su butaca de primera
fila solicitaba una y otra vez: "¡La jota de La
Dolores!”. Como es natural Rubinstein no la tocó y se
sintió obligado a justificarse ante el insistente peticionario: “Verá usted,
señor Alcalde, es que la jota de La Dolores al piano no resulta, es difícil la
transcripción... El Alcalde no le dejó
seguir, para consolarle con estas palabras: “no se preocupe, es usted muy
joven. Ya podrá llegar a tocarla”.
Será cosa de estudiarlo, pero es casi seguro que cuando un artista tiene
ante sí a tan comprensivas autoridades, el tan traído y llevado “pánico
escénico” debe quedarse en un sustillo.
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