Hil.
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Le encuentro muy contento, ¿puedo saber a qué se debe?
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Sebas.
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A algo muy sencillo que le resumo en tres palabras: ¡Llegó
el verano!
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Hil.
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¿Y el simple cambio de estación, que sucede cuatro veces
al año, cada año, le produce tanta felicidad como aparenta?
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Sebas,
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¡Naturalmente! Mire usted, don Hilarión. Cada estación del
año tiene su belleza, no lo discuto. Pero, para mí, la mejor es el verano:
los días son más largos, hay más luz, el campo todavía conserva flores y
comienza a darnos la riqueza cromática y gastronómica de sus frutas y
hortalizas. ¿Ha pensado usted en la belleza de una roja sandía, partida por
la mitad? ¿Y en la exquisitez de una pera, a pesar de su apariencia de enorme
lágrima? ¿Y en el colorido y variedad de sabores de una ensalada,
quintaesencia de lo mejor de la huerta?
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Hil.
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¡Qué barbaridad! Está usted de un poético subido. Pero, ¿y
el calor? ¿Qué me dice usted del calor, de ese calor que nos hace sudar la
gota gorda?
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Sebas.
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Pues que está muy bien y que no es para tanto. Mire usted;
las damas, que son los seres más listos de la Creación, gustan del
verano más que de cualquier otra estación. Se preparan para él estilizando
sus cuerpos, se tuestan al sol para perder la mortecina palidez de la piel
del invierno. Y aligeran su indumentaria y se muestran - ¿cómo diría? - más
“sueltas”.
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Hil.
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No le falta algo de razón, amigo mío, pero el calor que
hace esta noche ...
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Sebas,
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Recuerde usted sus propias palabras: “el que suda con
frecuencia, vence toda enfermedad”.
Además, el verano es tiempo de fiestas, de romerías, de
verbenas, de sacar la cultura a la calle. Por ejemplo, sólo en verano hay
representaciones de zarzuela al aire libre.
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Hil.
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¡Alto, don Sebastián! Eso de la zarzuela al aire libre ...
¡Por ahí no paso! Ya sé que hay mucha gente a la que le gusta, que todos los
veranos se ofrecen zarzuelas en plazas, parques o jardines, pero a mí no me
parece bien. Usted lo sabe.
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Sebas.
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No me lo tome a mal, donHilarión, pero creo que se muestra
usted un poco radical. No es la forma ideal de disfrutar de la zarzuela, pero
es una manera de hacerla llegar a gente que no siempre quiere y puede ir al
teatro. Es una forma de entretener al público y un modo de captar aficionados
para el género.
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Hil.
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Ya, ya. He oído esos razonamientos muchas veces y no me
convencen. Yo no puedo disfrutar cuando, junto a la música, escucho ruidos de
sirenas de ambulancias o policía, el chun-chun de algún niñato que lleva la
radio del coche a todo volumen, las conversaciones de espectadores
cercanos... Mire usted, el tenis es un espectáculo al-ai-re-li-bre y todo el
mundo se calla cuando juegan. ¿No pueden hacer lo mismo cuando es una
zarzuela?
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Sebas.
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De acuerdo. Son inconvenientes, desde luego, pero, en
general, el público los admite y los supera. Y disfruta del espectáculo, y
aplaude a los artistas y se va satisfecho a su casa, llevándose una buena
sensación.
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Hil.
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¿Y los niños? ¿Qué me dice usted de los niños? Que no se
están quietos, que corretean entre los asientos, que preguntan a cada
instante ... Si no fuera por lo que es, les daría yo a esos niños unos
caramelitos relajantes.
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Sebas.
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Hombre. No todos los niños se portan así. Usted mismo me dijo en una ocasión que
sus sobrinas-nietas son modélicas.
Con los pequeños hay que tener un poco de paciencia y mano
izquierda, e ir educándoles y enseñándoles cómo deben comportarse en cada
lugar. sólo así conseguiremos que, de adultos, no les extrañe eso de la
zarzuela.
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Hil.
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¿Y del tiempo? ¿Qué me dice usted del tiempo? No hablo de
una de esas típicas tormentas veraniegas que descargan sin avisar. No, basta
con algún trueno lejano, con el silbido de alguna ráfaga de aire...
¿Y la escenografía? Casi siempre, a base de cuatro telones
mal pintados que dan la impresión que caerán en cualquier momento. ¿Por qué
suelen presentarse estos espectáculos de manera tan pobre?.
¿Y el sonido? Siempre amplificado electrónicamente, y mal
amplificado. Falseado. Todo igual, sin matices, sin dinámicas. A veces se
escucha más la respiración del cantante que su canto; es como si escucháramos
a la Caballé
con un fonendo.
¿Y la orquesta? ¡Tengo que explicarle a usted lo que es un
“bolo”?
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Sebas
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Visto así, como usted lo pone ...
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Huk,
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Mire usted, amigo mío. En algunas cosas soy muy radical y
mis opiniones pueden resultar duras. Pero no puedo evitarlo. No quiero
molestar a nadie y estoy dispuesto a rectificar en cuanto me demuestre que
debo hacerlo. Dejemos el tema por ahora; quizá más adelante ...
Y, dígame, ¿qué hay en ese sobre con el que lleva usted
jugueteando todo el rato?
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Sebas.
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... Una entrada para la zarzuela que esta noche ponen en
Sabatini. Pero se la daré a mi cuñado.
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