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martes, 23 de octubre de 2012

DEMASIADAS LEYES





Filosofías de barbero.


En este país tenemos bastantes, muchas, muchísimas leyes. Demasiadas. Con leyes quiero decir normas, obligaciones, ordenanzas, reglamentos ...,  o sea todo aquello que conlleva castigo, moral o económico, si no cumplimos y nos pillan.

A uno le enseñaron que las leyes y la justicia son la base de la moderna convivencia entre las gentes, pero no le dijeron que tantas normas pueden resultar contradictorias, contrarias y contraproducentes. Puede ocurrir con ellas como con esos edificios cuyos sótanos tienen tantos pilares y columnas que se hace inútil su utilización, ni como almacén, ni como garaje.


Tantas y tan variadas leyes no es bueno, porque la aplicación de unas y otras, o de unas contra otras, generan inquietudes entre las gentes, y pueden llegar hasta la injusticia moral.

Tenemos demasiadas leyes que permiten:

  • que una persona que ha dejado su puesto por irregularidades manifiestas, cometidas en el desarrollo de sus funciones, reciba una escandalosa, indemnización económica;
  • que unos individuos se asignen a sí mismos cantidades de dinero tan desorbitadas, que cuando haya que pagarlas, le empresa quedará en la ruina;
  • que un sujeto no devuelve ni un euro de lo que robó o se llevó fraudulentamente;
  • que a un violador se le deje libre argumentando que  no presenta “riesgo de fuga”;
  • que quienes han sido partícipes y beneficiarios del botín de un robo, o de un desfalco, o de un fraude, no lo sean del castigo correspondiente;
  • que a un terrorista responsable de varias muertes inocentes, pueda quedar libre a los pocos años;
  • que un delincuente, al que se ha detenido cuarenta o cincuenta veces, continúa tranquilamente en la calle.
  • que se condene a una persona a dos o tres mil años de cárcel, y quede en libertad transcurridos sólo unos pocos ...

Y otros tantos casos como ustedes quieran añadir.

Y hablando de añadir, debo pedir perdón porque en todos los supuestos anteriores, he olvidado incluir “supuestamente”, palabra que debe acompañar a cualquier cita o noticia sobre delincuentes, so pena de incurrir en delito, aunque los hayan pillado con la navaja sangrando en la mano.

Hay demasiadas leyes. No las he contado, ni conozco nadie que lo haya hecho. Bien lo saben los abogados que buscan y rebuscan en códigos y tratados la manera de salvar a su cliente del hecho de que se le acusa; bien lo saben los acusados que no recuerdan nada de lo sucedido; los que juran que estaban borrachos o drogados, los que callan o mienten.

Hay demasiadas leyes. También las conocen los jueces que conculcan los derechos procesales del acusado; los que ralentizan el procedimiento deliberadamente; los que “olvidan “ los plazos legales; los que, en idénticas circunstancias, dan una respuesta a un ciudadano y otra distinta a otro; los que aprovechan su condición para beneficiar o beneficiarse.

En esto de las leyes hay tema largo y complejo; quizá vuelva sobre él algún día. Hoy terminaré recordando una historia del Antiguo Testamento.

Durante el éxodo de los hebreos, el cansancio, las privaciones, la desesperación, las peleas con otros pueblos y las intrigan internas, hicieron insostenible e ingobernable la marcha hacia la tierra prometida. Al llegar a los pies del monte Sinaí, Moisés pensó que lo mejor era pedir ayuda a Dios y subió a la cima. De allí bajó, tras cuarenta días y cuarenta noches, trayendo en las manos los Diez Mandamientos. ¡Sólo 10 leyes le había dado el de Arriba para encauzar a su pueblo!

Nosotros tenemos bastantes, muchas, muchísimas más. ¡Demasiadas!

Lamparilla


(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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