Se habían reunido
en la casa que tenía Gayarre en Turín una serie de personas y el tema de
conversación giró hacia la comida española. El tenor navarro alababa las
excelencias del arroz cuando una tiple alemana intervino:
–
No es posible que un plato en que
se cuecen juntos carnes, pescados, verduras, mariscos, etc., no dé por
resultado una soberana “porquería”.
–
¡Porquería! –decían los españoles,
heridos en lo más profundo del amor patrio–. ¿Ha dicho usted “porquería”?
Estamos obligados a convencerla de lo contrario.
–
¿Pero, cómo?
–
Invitándola a usted a un arroz que
haremos aquí mismo.
La idea fue
secundada con entusiasmo. Sí, un arroz. Pero, ¿quién lo hacía? Se buscó por todo Turín un cocinero español
sin resultado: se preguntó al criado de Gayarre, y el fracaso fue rotundo.
¿Iría a quedar malparado el pabellón de la cocina española y aquella señora
seguiría propagando a los cuatro vientos que la “paella” era, teóricamente, una
“porquería” culinaria? Gayarre se dio una palmada en la frente, y cogiendo el
sombrero dijo con el acento decidido de quien ha dado con la clave:
–
No os preocupéis más de esto.
Tendremos arroz.
Nadie sabía cómo
iba a arreglárselas el cantante para resolver el conflicto. Y éste, muy
sencillamente, telegrafió a una fonda muy famosa de Valencia para que, también
por telégrafo, a la mayor urgencia y con respuesta pagada, le fueran transmitiendo
la receta para condimentar una paella según todas las reglas del arte.
Todo un día
estuvieron viniendo telegramas, que tenían asombradísimos a los telegrafistas
de Turín, que no entendían ni una palabra de todo aquel galimatías de “échese
el doble de caldo que de arroz, déjese reposar en el horno, téngase cinco
minutos en un lado del fogón, etc...”.
Un amigo fue el
encargado de confeccionar la “paella” según aquellas escrupulosas instrucciones
y el éxito fue absoluto. La dama alemana, completamente convencida, pidió por
favor que le dejasen traducir a su idioma natal el telegrama descriptivo con el
objeto de hacer propaganda del arroz valenciano en Alemania.”
Además de agradecer a Gayarre la iniciativa
propagandística, y a pesar de la definitiva y sabrosa demostración circunstancial
(porque suponemos que la paella no duraría mucho tiempo) hay que darle un poco
de razón a la tiple alemana: no siempre da buenos resultados cocinar juntos
carnes, pescados y verduras. Piensen ustedes, por ejemplo, en alguna ópera o
zarzuela. El secreto es otro que la simple mezcla de ingredientes. Claro que si
los resultados pueden ser como una paella, quizá merece la pena correr el
riesgo del guiso.
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