El propio Francisco
Asenjo Barbieri confesó haber sido “lego
en un convento, estudiante de medicina, aprendiz de ingeniero, alumno del
Conservatorio, corista, partiquino, director de orquesta, apuntador,
contrabandista durante una hora, buhonero en cierta ocasión, director de un
liceo, secretario de otro, músico militar, miliciano nacional, empresario,
periodista, bibliófilo, compositor y constante adorador del bello sexo”.
No es ésta la única
ocasión en que Barbieri confesó su pluriempleo: “Yo en esta época [1850] no
desperdiciaba el tiempo. Tenía la
Secretaría de la
Sección de Música de Liceo y cantaba en sus funciones; era
apuntador en las óperas del Teatro de Palacio; dirigía, cuando me tocaba, la
orquesta del variedades; escribía zarzuelas; componía pasodobles y piezas de
baile para los bailes de Palacio; daba lecciones de canto a señoritas
particulares; escribía artículos para La Ilustración y Las
Novedades, cantaba en casas particulares, y además tenía una novia, con
quien me hubiera casado a no habérmela arrebatado la muerte años después”.
En principio llama
la atención tal derroche de profesiones. Parece que Barbieri hubiera sido un
–permítasenos- “culo de mal asiento”, en lo laboral, pero no hay para tanto, porque todas estas
profesiones las ejerció a lo largo de mucho tiempo. Alguna, como el mismo
confiesa, durante una hora, lo que no es tiempo ni para pasar de aprendiz.
Menos mal que era la de contrabandista.
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