Seb.
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Buenos días, don Hilarión. Le
veo a usted muy entretenido.
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Hil.
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Buenos días, don Sebastián.
Enseguida termino.
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Seb.
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¿Está usted haciendo lo que me
imagino?
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Hil.
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Si lo que usted piensa es que
estoy escribiendo mi carta a los Reyes Magos, acierta de pleno.
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Catedral de Bruselas |
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Seb.
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¿Y no es usted, y
perdóneme, un poquito mayor para esas
cosas?
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Hil.
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¡Claro que soy mayor! ¡Somos
mayores, don Sebastián! Pero, yo al menos, sigo teniendo ilusiones y creyendo
que, con un poquito de ayuda, se pueden conseguir.
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Seb.
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No quise ofenderle, bien lo
sabe usted. Pero me ha sorprendido. ¿Y
puedo saber qué les pide?
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Hil.
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No debería, pero se lo voy a
decir. He pedido una ayuda para la zarzuela.
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Seb.
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¿A qué rey escribe usted?
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Hil.
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¡A los tres!, porque para
apoyar a nuestra querida zarzuela hacen falta tres buenas manos. O más. Usted
lo sabe bien.
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Seb.
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¿Y qué pide usted,
concretamente?
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Hil.
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Pues lo que le hace falta: que
haya más zarzuela en nuestro país, que podamos enseñársela al resto del mundo,
que los cantantes líricos les presten un poquito más de atención, que los
grandes divos que mueven masas le dediquen unas migajas de su popularidad y
no sólo se sirvan de ella para su propia promoción, que las orquestas se
convenzan de que la música de una zarzuela hay que tocarla con seriedad y no
como un simple bolo, que los responsables de escena no degraden argumentos,
situaciones, diálogos, personajes …. que el público escuche con atención y
aprenda a comportarse correctamente, que no hable durante los preludios, que
no cante aunque se sepa los temas …
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Seb.
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¡No pide usted poco!
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Hil.
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Eso es lo que parece, pero si
lo piensa usted bien, no es tanto. Es simplemente, tomarse en serio la
difusión de un género músico-teatral nuestro, con más de 350 años de
historia, que ha dado grandes páginas musicales y teatrales y que, sobre
todo, es único.
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Seb.
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Pero, para todo eso hace falta
dinero. ¡Mucho dinero!
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Hil.
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¡Alto ahí!, don Sebastián. Ya
sé que hace falta dinero, como para todo. Pero no es dinero lo que le pido a
los Reyes Magos. A los Magos de Oriente se les piden juguetes, cosas útiles,
ilusiones y esperanzas, pero nunca dinero.
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Seb.
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Lo sé, don Hilarión. Pero
insisto, para todo eso hacen falta muchos duros, inversiones, subvenciones.
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Hil.
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Perdón, de nuevo. ¡Cuidado con
las subvenciones!
Ya sé que lo que pido cuesta
dinero. ¡Todo cuesta dinero! ¡Hasta morirse! Pero el dinero hay que
administrarlo bien, hay que gastarlo con cabeza; saber sacarle partido al
dinero es todo un arte.
Conoce usted como yo, y como
tanta gente, que muchas subvenciones y ayudas no rinden lo que deberían. ¿Por qué? Porque algunos
dineros se quedan por el camino. En
ocasiones pasa lo mismo que con esos conciertos benéficos …. que no dejan
beneficio.
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Seb.
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¿Entonces? No acabo de entender
muy bien su petición a los Reyes Magos. Si no pide usted dinero, si no está
muy convencido con el asunto las subvenciones y ayudas, ¿qué pide?
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Hil.
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¡Ay, don Sebastián! ¡Cómo se ve
que es usted un comerciante y sólo ve costes y beneficios. Si fuera boticario
como yo, vería que en esta vida hay muchas otras cosas importantes. ¿Ha
pensado usted, amigo mío, la cantidad de ilusión que despacho en mi
establecimiento? No puede usted
hacerse idea de cuánta angustia y desazón entra por la puerta de la botica. Y
entre jarabes, píldoras, emplastos y ungüentos les doy una buena dosis de
ilusión, de esperanza. No olvide usted, querido amigo, que los boticarios
somos los únicos comerciantes que vendemos una cosa que se llama placebo.
¡Ilusión y esperanza es lo que
les pido a los Magos! Que todos los que están alrededor de la zarzuela tengan
ilusión en el género, en este arte que nos es propio. Que no se valgan de él
para medrar o enriquecerse; que no lo utilicen exclusivamente en beneficio
propio o de amigos y demás familia; que lo enseñen a las nuevas generaciones,
que siembren su semilla por todos las ciudades y pueblos de España, que no la
desprestigien (a nadie se le pide que le guste la zarzuela, pero sí podemos
pedirles que no la desprecien y mucho menos sin conocerla),
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Seb.
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No sé por qué, pero me parece
que lo que usted pide es un milagro.
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Hil.
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Lo sé, lo sé, don Sebastián.
Pero, ¿quién hace más milagros que los Reyes Magos?
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