Buscar este blog

jueves, 31 de enero de 2013

EL "ENTENDIDO"


Hil.
Buenos días, don Sebastián. ¿Cómo se presenta la jornada?

Seb.
Buenos días, don Hilarión. Siéntese, tomemos un café para ir entonando el cuerpo, y mientra me gustaría plantearle una cuestión.

Hil,
Usted dirá.

Seb.
Ayer, en el intermedio de la función a la que asistí, tenía tras de mí a un conocido director de escena al que escuché comentar que “la mayoría de la gente que va a la zarzuela, o a la ópera, no entiende nada de zarzuela o de ópera”.


Hil.
¡Valiente torpe! Supongo que habrá de todo. Usted y yo, sin ir más lejos, conocemos a unos cuantos que saben de zarzuela más que el que la inventó. Me da la impresión de que ese individuo es un “entendido”, entre comillas.

Seb.
Probablemente, don Hilarión. Hay personas que creen ser ellos los únicos que de verdad saben cómo hay que hacer las cosas; en este caso cómo ha de ofrecerse un espectáculo de zarzuela.

Muchas veces, su “entendimiento” consiste en darle la vuelta a la obra y mostrarla al público no como la creó su autor, sino como ellos la interpretan. Y claro, cuando alguno no está de acuerdo con sus planteamientos, es porque “no entiende”.

Hil.
Mire usted, don Sebastián, para este tipo de personas, un servidor debe ser un ignorante, un torpe, un zoquete, un mostrenco, porque usted sabe que no admito ninguna de esas tergiversaciones que ellos llaman “actualizaciones”, “versiones”; “visiones actuales”, etc.  A mi estos “entendidos”, entre comillas, me dan grima.

Seb.
Efectivamente, don Hilarión, y no me lo tome en cuenta, pero para estas gentes, usted es un prototipo de intransigencia, de intolerancia, un individuo que “no entiende” de zarzuela.

Hil.
Me quita usted un peso de encima. Después de tantos años, de tantos estrenos, de tantas representaciones y tantas horas en el teatro, nada me importa que este tipo de sujetos me consideren “no entendido”.

Aunque, pensándolo bien, quizá tengan razón. No entiendo, y creo que no seré capaz  de entender nunca, por qué el “honrado cajista” de La verbena me lo transforman en un macizo butanero.

Seb.
¡Ay, don Hilarión! ¡Se le escapa a usted la ironía y la burla por la comisura de los labios!

Hil.
¿Tanto se me nota?

Seb.
En este momento es usted tan claro como el agua destilada. Pero, ya que hemos tomado el tema entre las manos, ¿qué le parece a usted la idea? ¿Hay que saber de zarzuela para disfrutar de ella?

Hil.
Verá usted.  Alguna vez he pensado en  eso porque también he escuchado frases como ésta: “a mí me gusta la música y la zarzuela, pero no entiendo”, o cosas parecidas.

¿Qué es eso de “entender”? ¿Acordarse de los nombres de libretista y compositor? ¿Conocer los entresijos del teatro? ¿Saber solfeo? ¿Estar al corriente de cómo se monta un espectáculo?

A mí me parece que para gozar de una representación de zarzuela, como de un concierto, no es necesario “entender”. Para disfrutar de un buen coche, no hace falta ser un experto en mecánica; tampoco es necesario saber de arquitectura para darse cuenta de que la Catedral de Burgos es un grandioso monumento.

Seb.
Creo que tiene usted razón, pero, aunque entiendo su explicación, no acabo de sentirme satisfecho. La pregunta sigue dando vueltas en mi cabeza.

Hil.
Pues, ¡párela usted! La cosa está clara. Mire, don Sebastián. La primera vez que fui a ver una zarzuela, tendría yo nueve o diez años, y, por supuesto no sabía una palabra de qué era eso. ¡¡Ni siquiera había estado en un teatro!! ¡¡¡Y lo pasé en grande!!!

Seb.
¡Eso es! Creo que me acaba de dar usted la solución!

Hil.
Pues ya me dirá.

Seb.
Es evidente que el teatro y la música producen en nosotros sensaciones directas, que nada tienen que ver con nuestra base cultural, con nuestra edad, ni con nuestros conocimientos específicos sobre una materia determinada.

Hil.
Es cierto. Como también lo es que cuanto más música escuchamos, más partido le sacamos.

Seb.
Claro. Nuestro oído, nuestro cerebro y nuestra capacidad de disfrute se van entrenando y desarrollando. Poco a poco ampliamos nuestra habilidad para apreciar más detalles en una audición y somos capaces de oír varias melodías a la vez, de advertir pequeños detalles …

Hil.
Sí, sí. Claro que sí. Eso lo he comprobado cuando he llevado a algún amigo a su primer concierto: yo he escuchado pequeños desajustes, leves desafinaciones que él no ha advertido; mi capacidad de observar pequeñas variaciones en la intensidad del sonido eran, en general, mayores que las suyas. Estaba más entrenado. Pero eso no me convierte en ”entendido” ¿Me equivoco?

Seb.
No, creo que no. La música, y la zarzuela lo es, nos afecta directamente, sin que sean obligatorios otros conocimientos. Aunque, claro está que cuanto más sepamos de ella, cuanto mayor sea nuestra cultura musical y teatral, mayores serán nuestras posibilidades de disfrutar.

Hil.
Así es, cuanto más se conoce de algo, más posibilidades hay de disfrutarlo. Eso pasa en todas las cosas … menos en las mujeres. Cuanto más cree uno que las conoce, menos sabe de ellas.

Seb.
¡Ay, don Hilarión! ¡Si usted es un entendido en eso!

Hil.
No, amigo mío, no. Sólo un estudioso perseverante.



No hay comentarios:

Publicar un comentario