Buscar este blog

lunes, 18 de febrero de 2013

TODO ESTÁ EN LA ZARZUELA


Seb.
Buenos días, don Hilarión.  Lee usted el periódico, por lo que veo.

Hil.
Buenos días, don Sebastián. Bueno, leerlo,  lo que se dice leerlo … Con echar un vistazo por encima a los titulares es más que suficiente. Estos periódicos de ahora no son como los de antes.

Seb.
Hombre, no será para tanto. Alguno habrá que …

Hil.
¡Ninguno! Créame usted, don Sebastián. Los periódicos de hoy tienen muchos datos pero poca información. Yo echo de menos artículos comprometidos, análisis elaborados, opiniones documentadas y fiables … Si se fija usted, todos dicen lo mismo … Sólo cosas sin importancia y se callan las otras.


Seb.
¿Y dicen lo mismo los periódicos de derechas que los de izquierdas?

Hil.
Verá usted. Exactamente lo mismo … no. Pero lo mismo de siempre sí. El periódico de derechas siempre culpa de todo a la izquierda y el de izquierdas opina que la responsable de todo lo malo es la derecha.

Seb.
Bueno, visto así, no puedo negarle la razón.

Hil.
Mire usted, don Sebastián. Según un bien amigo mío los periódicos sólo ponen dos cosas verídicas: la fecha y el precio. Y en esto último, tengo mis dudas, porque alguno cuesta más de lo que vale.

Seb.
De cualquier modo, no se agobie usted, ni se enfade. Olvídese de los periódicos porque las respuesta que usted busca en ellos están en la zarzuela.

Hil.
¡Pero bueno, don Sebastián! ¡No me tome usted el pelo!

Seb.
¡No lo hago! ¡Dios me libre! Mire usted, querido amigo, hay quien dice que la zarzuela está muerta. Y no tienen razón. ¡Está viva! ¡Y muy viva! ¿Quiere un diagnostico escueto y certero de la situación actual de nuestro país?.

Hil.
Veamos por dónde me sale usted, don Sebastián.

Seb.
Yo no, el guardia y el sereno de La verbena de la Paloma:

- ¡Buena está la política!
- ¡Pues, ¿y el Ayuntamiento?

Hil.
¡Hombre, eso son dos frases!

Seb.
¿Dos frases! ¡Un tratado de sociología! ¿Necesita usted detalles? ¿Quiere ser como Santo Tomás para meter el dedito?

Hil.
Y de la crisis, ¿qué? Cuando la gente llenaba los teatros es porque había dinero.

Seb.
¿La crisis y los recortes? Recuerde usted de nuevo al sereno:

Tres farolas tenía
esta calle no más.
Pues don han suprimido…
… que es bastante.
¡Y luego habla el Gobierno
de la cuestión social!

¡Eso es el 66 por cierto! ¡Quiere usted más recortes?

Hil.
Y de seguir así, ¿Dónde vamos? ¿Qué puede pasar?

Seb.
Escuche usted otra vez al sereno:

¡El trueno será gordo!
¡Pero muy gordo!

Hil.
Y ¿qué hace el Gobierno? ¿Y la oposición?

Seb.
Verá usted, amigo. Me han filtrado la última conversación entre los dos jefes. ¡Es de bigote!

-         ¿Qué hacemos, tú?
-         Lo que te dé la gana.
-         Vamos a dar la vuelta a la manzana.

Hil.
Pero bueno, si ninguno hace nada, lo mejor es que se marchen, que dejen el cargo, que dimitan.

Seb.
Ante esa idea, la respuesta es ya es vieja, querido amigo. Ya lo expuso el General de El rey que rabió.

-         No encuentro más que un modo,
ni hay otra solución.
Hagamos todo, todo,
menos dimisión.

Hil.
¡Ahí le doy la razón! ¡Aquí no dimite nunca nadie! Y cuando alguno se equivoca y lo hace, es por interés del partido, no porque reconozca su actuación como equivocada.

Pero lo que usted me está diciendo no es más que el producto de una coincidencia y de su gran ingenio. ¿Qué me cuenta usted de la inseguridad ciudadana? Eso es nuevo, cosa de estos tiempos; antes las gentes iban mucho más tranquilas por las calles…

Seb.
Buenos, a veces las cosas no son lo que parecen. Escuche usted el parte del golilla Alfonso de La castañuela

Siete robos con escalo,
un ataque a mano airada,
veinte raptos, dos incendios…
¡Hoy no ocurre casi nada!
Dos suicidios, cien reyertas,
de borrachos una pila,
veintitrés personas muertas…
¡Hoy la noche es muy tanquila!

Hil.
¡Dios mío! Ahora va a resultar que nuestros libretistas eran unos visionarios.

Seb.
No, visionarios, no; sólo observadores muy perspicaces, preparados para descubrir nuestras ideas y pensamientos más íntimos. Y los de la sociedad.

Hil.
Me deja usted más que de piedra: de granito cincelao.

Y digo yo. ¡Habrá alguna solución!

Seb.
Ay, don Hilarión. A pesar de sus años, sigue usted siendo bastante inocente. Recuerde usted las palabras de Lamparilla, el barberillo de Lavapiés: 

¡Ay, señora, qué ilusión,
creer que porque ha cambiado
el Secretario de Estado
será feliz la nación!
Aunque suban a millares
a enmendar pasados yerros,
siempre son los mismos perros
con diferentes collares.

Hil.
¡Un momento! Acaba de encenderse una luz en mi cerebro: algo tenemos que es nuevo. Los periódicos y revistas de ahora nos deleitan la vista con fotografías de muy buenas mozas de miradas cándidas y cuerpos … en actitudes sugerentes. ¡Qué me dice usted a eso?

Seb.
No me cuente nada, amigo mío. ¿Quién cree usted que inventó las “suripantas”. ¡Y eran naturales! ¡Nada de plásticos ni siliconas!



No hay comentarios:

Publicar un comentario