Filosofías de barbero.
Nunca pensé que llegaría a
escribir una reflexión como esta; jamás se me pasó por el caletre renegar del
arte que más aprecio desde que mis oídos alcanzaron su madurez adulta. Pero las
cosas han llegado a tal extremo que no tengo más remedio que dejar escrita mi
protesta más enérgica. ¡Ojalá sirva para algo!
¡¡No a la música!!
Pero no a cualquier música. Ni
muchos menos! Sólo a la que constantemente nos colocan en los noticiarios
radiofónicos o televisivos como fondo. Los responsables, con miles, millones de
seguidores pendientes de sus noticias y opiniones, lo único que consiguen con
esta práctica es que sus palabras no se escuchen con la suficiente claridad y,
sobre todo, hacerle un flaco favor a la música, dejándola en un ignominioso
segundo plano.
No, señores, no. Cada cosa ha de
ser a su tiempo y con sus condiciones,
Tengo un buen cliente, cuyo
nombre no revelaré ni en el potro, que es un auténtico experto en el manejo de
las masas. Siempre le he escuchado decir que la comunicación necesita de tres
elementos básicos: un emisor, un receptor y un medio adecuado de transmisión.
“Fíjate Lamparilla –me dice– que no es importante lo que se dice. Si alguno de
esos elementos sufre interferencias el resultado se empobrece y puede llegar a
desaparecer.”
Piensen ustedes, señores
comunicadores, lo que están haciendo: en todo el mundo creado no hay nada mejor
que la palabra; es ella la que nos permite entendernos con otros semejantes; es
ella la que favorece el contacto entre gentes muy diversas; es ella la que
traduce y hace comprensibles nuestras ideas, fantasías y sentimientos.
¡Cuídenla! ¡Pronúncienla con suavidad y delicadeza! ¡Úsenla con exactitud! ¡Que
llegue a su destino y lleve sus mensajes! Y no la enturbien con otros sonidos.
Y de la música, ¿qué quieren que
les diga? ¿Por qué renunciar a las sensaciones placenteras que proporciona,
emborronándola con otros sonidos? Lo único que la música requiere de nosotros
es un poco de atención, porque su naturaleza es pasajera y volátil. Si no
estamos atentos, la perdemos. La música es egoísta, ¡pero nos da tanto a
cambio!
¡Ah, señores comunicadores!
¡Piénsenlo! no todos los emparejamientos terminan en matrimonios bien avenidos.
Y, permítanme un consejo extraído de mi experiencia personal. Como bien dice el
refrán, los más de los barberos son guitarristas y copleros. ¿Se pondrían
ustedes en mis manos si al tiempo que toco la guitarra y canto, les rasurara
las barbas?-
A cada cosa lo suyo. Y todos con
Dios.
Lamparilla
(Todo esto es
consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).
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