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sábado, 9 de marzo de 2013

NUEVAS TECNOLOGIAS, PICARESCA ANTIGUA




Filosofías de barbero.

La aplicación masiva de los avances tecnológicos es bastante nueva. Aunque nos parezca increíble no hace tantos años nadie tenía un teléfono móvil y mucho menos internet. Esta difusión, sorprendente y extraordinaria en muchas ocasiones, es capaz de poner a nuestro alcance datos que ni siquiera podíamos sospechar. Además, resulta barata, o por lo menos asequible. Pero no puede evitar algo tan antiguo como la picaresca, actividad cuya calificación moral va desde la sonrisa amable y condescendiente, a la indignación furibunda, según que la acción ladina nos parezca ingeniosa y simpática o se nos antoje limítrofe con el delito.

El desarrollo de la humanidad en cualquier aspecto, es un camino abierto a los defraudadores, golfos,  estafadores, tramposos y vividores de múltiples especies que, a pesar de su enorme variedad presentan una destacada característica común: engañar a los demás para vivir lo mejor posible.


Ayer o anteayer, que tampoco la datación exacta tiene importancia, me contó un indignado cliente una historia.

Su señor padre, hombre culto, sensato,  inteligente y educado, poseedor de una erudición musical notable, decidió ofrecer sus ideas y conocimientos al mundo, aprovechando eso de internet, herramienta que utilizaba, aunque sin saber muy bien todos los detalles de su funcionamiento. El hombre decidió crear una página web en la que escribir el resultado de muchos años de estudio, de trabajo, de reflexiones y pensamientos. Contrató un sitio web  y, después de que un buen amigo le preparó la infraestructura necesaria, él empezó a alimentar su página. Es decir, a llenar de contenido ese espacio. Muchas horas ante el ordenador, durante muchos meses, dieron como resultado un repositorio interesante para la gente. Él mismo no dejaba de asombrarse del éxito de su página: cada día crecía el número de visitantes que, además, le enviaban comentarios –la mayoría elogiosos- y hasta le hacían consultas a veces extrañas y difíciles. El buen hombre, sabiéndose ya en el final de su vida, disfrutaba porque veía que sus conocimientos estaban siendo útiles a muchas, a muchísimas personas del mundo entero. En su fuero interno pensaba que esta sería su última satisfacción.

El buen hombre murió y su página web quedó huérfana y muda. Muchos de sus seguidores le enviaron notas de agradecimiento y pésame, nunca leídas por su destinatario.

Al llegar el día de renovar el alquiler que, puntualmente,  pagaba por su página, no lo hizo. Los muertos no pagan.

Poco tiempo después, mi cliente, hijo del fallecido, fue advertido por un amigo de que el contenido de la página web de su padre había cambiado; no estaban allí las páginas y páginas que su padre, pacientemente, había colocado, sin ganar una perra, sólo con el ánimo ofrecer sus conocimientos a quienes buenamente los quisieran recoger. ¿Qué había pasado?

Mientras le arreglaba las patillas, me lo contó: como su padre no había pagado la renovación, sus artículos, comentarios y opiniones habían desaparecido. ¿Dónde estaban? ¿Quién los tenía? ¿Qué uso podrían hacer de ellos en el futuro?

El hijo, intentó recuperar aquella información. Nada consiguió.

¿A qué venía ese cambio? Preguntando a unos y a otros pudo enterarse: la página de su padre era muy conocida, muy visitada. Cada día entraban en ella un par de miles de personas. En la red existen espías que se pasan la vida mirando quienes reciben más visitas y quienes menos. Y, cuando llega una ocasión como ésta, recompran el sitio y lo ocupan con los contenidos que mejor les parece. El propósito es obvio: aprovecharse del éxito ajeno sin esfuerzo alguno, porque los visitantes de su señor padre, seguían entrando, quizá en la creencia de que había algún problema y pronto volvería a estar disponible la información buscada.

Otra intención de quienes así actúan, es provocar el “rescate” de ese espacio en la red, pidiendo por “tu” página mucho más dinero del que se paga normalmente y, sobre todo, del que el usurpador ha invertido. Eso le ha pasado a grandes empresas, que han tenido que desembolsar una fortuna para quedarse, en la puñetera red, ¡con su propio nombre!.

Quienes así trabajan sostienen que esto es simple comercio. Pero hay en ese batiburrillo verdaderos delincuentes, capaces de todo. Por ejemplo, si la página en cuestión tiene mucho interés, lo que hacen es llenarla de contenidos pornográficos, con lo que el prestigio y el buen nombre de su propietario original queda tocado para siempre. Este mundo está lleno de cándidos, capaces de dar crédito a muchas cosas que deberíamos poner en entredicho. ¡Imagínese!

Está claro, me decía el hombre, cuando ya terminaba mi trabajo, dándole unos suaves masajes en su recién afeitada cara, algo deberían hacer los que mandan para atajar estas indecencias.

Pocas esperanzas podemos tener en los que mandan, le dije. Siempre van a remolque de las cosas y no veo que se vayan a poner de acuerdo en cosas como esta. Lo único que se me ocurre es que seamos nosotros, los usuarios, los que hagamos algo. Con ser un poco más críticos con lo que nos rodea, ya daríamos un buen paso.

 Lamparilla


(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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