|
Hil,
|
Buenos días, Don Sebastián.
|
|
Seb.
|
Buenos días. ¿Cómo estamos de salud?
|
|
Hil.
|
De salud, bien, gracias a Dios.
|
|
Seb.
|
¿Y el negocio?
|
|
Hil,
|
Ese no tan bien, ¡Con esto de la crisis!
|
|
Seb.
|
¡No me diga! Yo imaginaba que la mala situación que
atravesamos le vendría bien a usted y a sus colegas. Supongo que habrá más
enfermos de los nervios, del estómago, con dolores de cabeza, con estrés …
|
|
Hil.
|
Sí, sí. Puede que haya más enfermos, pero el negocio baja.
¿Y sabe usted por qué? Se lo explicaré. Como están escaseando los dineros, el
personal gasta menos en medicinas. ¡Si lo sabré yo!
|
|
Seb.
|
Entonces, ¿qué hace la gente para aliviar sus males?
|
|
Hil,
|
¿Que qué hace? Echar mano del peor enemigo de un
boticario: El reposo. Los enfermos
ahora descansan; se tumban en el sofá, se ponen la tele –que es como una
droga de efectos múltiples y dañinos– y se atontan. Y no les hace falta
nada,. ni calmantes, ni estimulantes, ni reconstituyentes … Créame, Don
Sebastián, el reposo es uno de los mayores enemigos de la humanidad. ¡Y
encima es gratis!
Pero no es el único problema del negocio
|
|
Seb.
|
¿Hay más?
|
|
Hil.
|
Bastante más, querido amigo. Uno de ellos es la
emancipación de la mujer. Desde que las damas empezaron a sacar los pies del tiesto, los boticarios
hacemos menos caja.
|
|
Seb.
|
Pues no se me ocurre la relación …
|
|
Hil,
|
Es sencilla. Las mujeres de ahora sufren menos de amores
y, en consecuencia, no necesitan el apoyo de la farmacopea. ¿Recuerda usted
el baile de la verbena de la
Paloma última?
|
|
Seb.
|
Sí, pero …
|
|
Hil.
|
Sí, hombre, sí. La bronca que tuvieron el muchacho ese que
se las da de castigador y presume de fachenda, … el Julián. Ese que dice que
es cajista, que no tengo yo muy claro si es mejor ser cajista o cajero.
¿Recuerda usted?
|
|
Seb.
|
¡Ah, sí! la discusión con la Susana. ¡Qué moza!
|
|
Hil,
|
La demostración evidente de que la naturaleza es
inteligente! ¡Lo tiene todo! ¡Y en su sitio!
|
|
Seb.
|
Ya sé que le gusta. No olvide que este barrio, y perdóneme
la herejía, es un poco como Dios: todo se sabe. Figúrese que se dice por ahí,
y no me lo tome usted a mal, que el boticario, o sea usted mismo, es
monárquico constitucional …
|
|
Hil.
|
¿Monárquico y constitucional? ¿A la vez?
|
|
Seb.
|
Sí, sí. Las dos cosas, porque su deseo es ser el Rey de la
casa y vivir como un rajá, que es algo así como un monarca ricacho con muchas
mujeres, pero en indio.
|
|
Hil,
|
¿Y lo de constitucional?
|
|
Seb.
|
Está claro. A usted le gustan todas: altas, bajas, rubias,
morenas, cobrizas, de cuerpo esbelto y sílfido o de caderas y pechos
generosos, como las matronas íberas…
|
|
Hil.
|
Tiene usted razón, Don Sebastián. ¡Tiene muchísima razón!
Y si me gustan las hijas de Eva … En esto soy constitucional, y
constituyente. Pero volvamos a la bronca. ¿Recuerda usted lo que le dijo la Susana al Julián?.
|
|
Seb.
|
Pues, ahora mismo …
|
|
Hil.
|
Permítame que le ponga los recuerdos en la fresquera. Le
dijo que iba, ¡sola!, a los toros de Carabanchel, y lo que más me interesa: a
gastarse en botica todo lo que él la había hecho padecer.
|
|
Seb.
|
¿Y …?
|
|
Hil,
|
Que la
Susana no ha vuelto a aparecer por mi establecimiento. Y
eso sólo puede significar que ya no padece, que se ha buscao otro, que ha puesto tierra de por medio, que se ha echao los sufrimientos donde se pone
el mantón, que a Rey muerto, Rey puesto. Y de sufrir, nada de nada.
Y, otra verdad incontrovertible, si no hay dolor, no hacen falta boticas.
|
|
Seb.
|
¡Hombre! ¡Quién sabe! A ver si se han arreglao y están tan contentos.
|
|
Hil.
|
Eso lo debería saber usted. ¿Ha paso la Susana
por su tienda, para cambiar su ropero? ¿Le ha comprado algún manojo de hilos
cromáticos para bordar el ajuar?. ¿Le ha pedido a usted ropa de cama o de
mesa? ¿Ha preguntado por las canastillas?
|
|
Seb.
|
Pues no, la verdad es que hace tiempo que no la veo por la
tienda. Pero no me parece que sea por eso. A mí, como a todo bicho viviente
que ande a dos patas y maneje dineros, también me afecta la emancipación de
la mujer. Y por ahí pueden ir los tiros.
|
|
Hil.
|
¿También a usted? No, si cuando yo digo que tanta
liberación … Pero, explíquese usted.
|
|
Seb.
|
Mire. El feminismo ha traído la revolución a las ropas
femeninas; una revolución a la baja para mi negocio. Antes, por ejemplo, para
hacerse un refajo o un guardapiés, una mujer necesitaba tres o cuatro varas
de buen paño de Béjar, ahora, para una falda, se apañan con cuatro o seis
cuartas de una tela finita, muy floripondiada, ni ciñen, ni arman, ni ná. Las
fabrican todas igual, siguiendo los mandatos de un patrón (me refiero al de diseño, no al del dueño
de la fábrica).
Eso para una falda. Si piensa usted en la parte superior….
|
|
Hil.
|
Don Sebastián, ¡No me provoque!
|
|
Seb.
|
Hablo en serio. Antes, las mujeres compraban blusas
amplias, exquisitamente bordadas y adornadas, en pechera o bocamanga, con
algún volante o tira bordada. Ahora se plantan una simple camiseta lisa, sin
adornos y punto.
|
|
Hil,
|
¡Qué barbaridad! ¡Qué brutalidad ¿Y que ha pasado con
aquellos magníficos bordados, con aquellas tiras de bolillo que, como
celosías, dejaban adivinar pero no ver?.
|
|
Seb.
|
Desaparecidas o en los museos. Figúrese usted, que esto de
la liberación femenina afecta hasta a los músicos.
|
|
Hil.
|
¿Cómo?
|
|
Seb.
|
Claro, como la luz del sol. Si la mayoría no cosen, ¿para
qué van a cantar!
Y esto es sólo sobre la ropa exterior. Si le hablo a usted
de la interior … ni liberación, ni emancipación, ni femenina. ¡Una
revolución!
|
|
Hil.
|
¡Me deja usted anonadado!
|
|
Seb.
|
Ya, ya. En cuando se habla de medias o ligas, empieza
usted a mostrar signos de parálisis. Mire, Don Hilarión, en mi establecimientos
yo tenía una importante cantidad de ballenas en sus correspondientes corsés;
ahora sólo me quedan un par de
arenques, que son los del viejo ceñidor de mi señora. Las fajas, ahora se las
he tenido que vender a los mozos de cuerda, para que no se lesionen la
espalda.
Antes, las bragas tenían como un par de cuartas de ancho,
porque tapaban completamente toda la parte inferior del tronco, desde la
cintura hasta … Ahora son la mínima expresión de tela. Con una vara de
materia prima pueden fabricar cincuenta o sesenta. Por los laterales, llevan
una simple cintita y en la parte anterior y posterior, un minúsculo triángulo
isósceles o equilátero.
|
|
Hil.
|
¿Y yo con la geometría suspendida!
|
|
Seb.
|
De los sujetadores … ¡que voy a decirle!
|
|
Hil.
|
¡Diga, diga!
|
|
Seb.
|
Los antiguos eran auténticas corazas que cubrían peto y
espaldar. Reforzados en los laterales, llevaban una estructura en la pare
delantera que convertían el pecho de una señora en un arma agresiva. Ahora,
son un pequeñísimo trozo de tela que apenas tapa lo esencial. Los hay
incluso, sin tirantes, ¡que es el súmmum!
|
|
Hil,
|
No sabía nada de esto. Pero, siga, siga usted con lo de la
ropa interna; deme más detalles; me interesa mucho el tema.
|
|
Seb.
|
Me lo temía. Es usted un picarón incorregible.
|
|
Hil.
|
No me ofenda, Don Sebastián. Mi único interés en este tema
es comercial. Si las prendas femeninas interiores de las señoras son tan
pequeñas como usted dice, es más que probable que aumenten los enfriamientos
y las contracturas musculares. Y si las señoras necesitan calor, ahí estaré
yo. ¡Quiero decir, mis boticas! ¡Hay unos preparados modernos contra los
dolores de frío … y las cremas y pomadas contra los espasmos musculares, hay
que saber aplicarlas. Y, en esto, el consejo del boticario es fundamental.
|
|
Seb.
|
Ya, ya
|
|
Hil
|
Oiga, ¿Y no tendrá todo esto que ver con eso de “las
ciencias adelantan una barbaridad”.
|
|
Seb.
|
¡Vaya usted a saber!
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario