Escena del III acto. |
Marina (Ópera en tres actos de Miguel Ramos Carrión
(adaptación de Francisco Camprodón). Música de Emilio Arrieta). S. de Munck. A.
Gandía. L. Cansino. S. Orfila. Dirección de escena: Ignacio García. Director
musical: Cristóbal Soler. Teatro de la Zarzuela, 3-4-2013.
Aunque en su estreno en Madrid,
en 1855, no tuvo el reconocimiento y la popularidad que merecía, el verdadero
éxito le vino después de su triunfo en provincias, Marina fue siempre una de las obras más estimadas de la zarzuela.
Tanto es así que en 1871, la inicial zarzuela fue transformada en ópera por
sugerencia del entonces famoso tenor Enrico Tamberlick, y así estrenada en el
Teatro Real. Hoy, Marina sigue siendo
obra muy conocida gracias, en buena parte, a la interpretación realizada por otro gran tenor, esta vez
español: Alfredo Kraus.
A pesar de esta asociación con
Kraus, (en la función que comento pude escuchar algún comentario recordando este detalle) la verdad
es que Marina es obra de soprano
lírica, con algunas exigencias de coloratura, pues la protagonista está en
escena casi constantemente. Digamos, como curiosidad, que interviene en 14 de
los 23 números de la partitura ofrecida, que incorpora tres nuevos fragmentos
(Dúo de Marina y Roque, Sardana, ambos en el segundo acto, y seguidillas de
Roque, en el tercero). El esfuerzo que debe hacer la intérprete femenina es muy
superior al de cualquiera de sus tres compañeros, protagonistas, por otra
parte, de números importantes para su lucimiento.
Sonia Munck, protagonista de uno de los repartos |
Sobre una escenografía bastante
oscura y monocromática, de corte tradicional, responsabilidad de Ignacio
Sierra, se desarrolla esta producción que en la Zarzuela ofrecerá 26
representaciones (entre el 15 de marzo y el 21 de abril) con tres repartos
solistas distintos.
En este ambiente algo monótono se
desarrolla la historia sentimental de dos enamorados que está a punto de irse
al traste por no atreverse ninguno de ellos a declarar sus sentimientos, Hay
que decir que la dramaturgia no aclara suficientemente el origen de la relación
entre Marina y Jorge ni resuelve con claridad la situación de Pascual que,
simplemente, desaparece. Quizá sea consecuencia del paso de zarzuela a ópera,
que al prescindir de la parte hablada dejó fuera elementos y situaciones en
ella explicadas.
Antes de comentar la
interpretación hemos de dejar constancia de un detalle muy importante. La
docena de intérpretes de los tres repartos son todos españoles y jóvenes, con
un excelente nivel vocal y profesional, lo que significa que hay cantera. Y si
disponemos de buenos cantantes, muchos de ellos de primera fila, la zarzuela no
corre ningún peligro, salvo que existan intereses subterráneos en su contra.
Gestores y programadores deberían tomar buena nota de estas disponibilidad.
Dicho todo lo anterior, dejemos constancia del valor artístico de lo
escuchado.
La soprano madrileña Sonia de
Munck vio recompensado su excelente trabajo con una ovación unánime y
entusiasta del público. Su canto potente y, al mismo tiempo, delicado, se puso
de manifiesto desde el célebre “Pensar en él”, del primer acto. Agudos limpios,
potentes y colocados, afinación y dicción correctas y buena articulación,
fueron características sobresalientes. En lo actoral, dio credibilidad a su
personaje e hizo una interpretación inteligente, limpia y clara de las
coloraturas del final de la ópera.
Jorge estuvo a cargo del tenor
crevillentino Antonio Gandía, que supo enfrentarse sin miedos al rol tantas
veces asociado, como hemos dicho, a Alfredo Kraus. En los agudos estuvo
brillante; le ayudó el color metálico de su registro agudo.
Luis Cansino, barítono madrileño,
dio vida a Roque. Mostró voz de amplio espectro, dio una expresión adecuada al
personaje y se hizo aplaudir con entusiasmo en dos números muy conocidos: el
célebre “Brindis” y el tango.
Pascual fue interpretado por el
bajo menorquín Simón Orfila. Voz con cuerpo, como corresponde, tuvo una
actuación destacada en lo musical, aunque en la parte actoral nos pareció
mejorable. Creemos que a él, como al resto del reparto, le ayudó poco el
infortunado vestuario.
El coro, quizá demasiado numeroso
(a veces daba la impresión de no caber en la escena) estuvo correcto, aunque lo
hubiéramos preferido un poco más suave en la dinámica.
La orquesta, dirigida por
Cristóbal Soler, resolvió satisfactoriamente una partitura densa en algunos
momentos y exigente en otros. Sonó, a nuestro entender, un poco alta de volumen
y rápida. Creemos que en el teatro el protagonismo ha de ser de las voces y a
ellas hay que supeditarse, dejándolas que respiren, que se expresen, sin que
ello suponga, naturalmente, concesiones gratuitas ni menoscabo del respeto a lo
escrito por el compositor.
Vidal Hernando,
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