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martes, 9 de abril de 2013

LA ZARZUELA QUE PASÓ A ÓPERA


Escena del III acto.

 Marina (Ópera en tres actos de Miguel Ramos Carrión (adaptación de Francisco Camprodón). Música de Emilio Arrieta). S. de Munck. A. Gandía. L. Cansino. S. Orfila. Dirección de escena: Ignacio García. Director musical: Cristóbal Soler. Teatro de la Zarzuela, 3-4-2013.

Aunque en su estreno en Madrid, en 1855, no tuvo el reconocimiento y la popularidad que merecía, el verdadero éxito le vino después de su triunfo en provincias, Marina fue siempre una de las obras más estimadas de la zarzuela. Tanto es así que en 1871, la inicial zarzuela fue transformada en ópera por sugerencia del entonces famoso tenor Enrico Tamberlick, y así estrenada en el Teatro Real. Hoy, Marina sigue siendo obra muy conocida gracias, en buena parte, a la interpretación  realizada por otro gran tenor, esta vez español: Alfredo Kraus.

A pesar de esta asociación con Kraus, (en la función que comento pude escuchar algún  comentario recordando este detalle) la verdad es que Marina es obra de soprano lírica, con algunas exigencias de coloratura, pues la protagonista está en escena casi constantemente. Digamos, como curiosidad, que interviene en 14 de los 23 números de la partitura ofrecida, que incorpora tres nuevos fragmentos (Dúo de Marina y Roque, Sardana, ambos en el segundo acto, y seguidillas de Roque, en el tercero). El esfuerzo que debe hacer la intérprete femenina es muy superior al de cualquiera de sus tres compañeros, protagonistas, por otra parte, de números importantes para su lucimiento.

Sonia Munck, protagonista de uno de los repartos
 Sobre una escenografía bastante oscura y monocromática, de corte tradicional, responsabilidad de Ignacio Sierra, se desarrolla esta producción que en la Zarzuela ofrecerá 26 representaciones (entre el 15 de marzo y el 21 de abril) con tres repartos solistas distintos.

En este ambiente algo monótono se desarrolla la historia sentimental de dos enamorados que está a punto de irse al traste por no atreverse ninguno de ellos a declarar sus sentimientos, Hay que decir que la dramaturgia no aclara suficientemente el origen de la relación entre Marina y Jorge ni resuelve con claridad la situación de Pascual que, simplemente, desaparece. Quizá sea consecuencia del paso de zarzuela a ópera, que al prescindir de la parte hablada dejó fuera elementos y situaciones en ella explicadas. 

Antes de comentar la interpretación hemos de dejar constancia de un detalle muy importante. La docena de intérpretes de los tres repartos son todos españoles y jóvenes, con un excelente nivel vocal y profesional, lo que significa que hay cantera. Y si disponemos de buenos cantantes, muchos de ellos de primera fila, la zarzuela no corre ningún peligro, salvo que existan intereses subterráneos en su contra. Gestores y programadores deberían tomar buena nota de estas disponibilidad.

Dicho todo lo anterior,  dejemos constancia del valor artístico de lo escuchado.

La soprano madrileña Sonia de Munck vio recompensado su excelente trabajo con una ovación unánime y entusiasta del público. Su canto potente y, al mismo tiempo, delicado, se puso de manifiesto desde el célebre “Pensar en él”, del primer acto. Agudos limpios, potentes y colocados, afinación y dicción correctas y buena articulación, fueron características sobresalientes. En lo actoral, dio credibilidad a su personaje e hizo una interpretación inteligente, limpia y clara de las coloraturas del final de la ópera.

Jorge estuvo a cargo del tenor crevillentino Antonio Gandía, que supo enfrentarse sin miedos al rol tantas veces asociado, como hemos dicho, a Alfredo Kraus. En los agudos estuvo brillante; le ayudó el color metálico de su registro agudo.

Luis Cansino, barítono madrileño, dio vida a Roque. Mostró voz de amplio espectro, dio una expresión adecuada al personaje y se hizo aplaudir con entusiasmo en dos números muy conocidos: el célebre “Brindis” y el tango.

Pascual fue interpretado por el bajo menorquín Simón Orfila. Voz con cuerpo, como corresponde, tuvo una actuación destacada en lo musical, aunque en la parte actoral nos pareció mejorable. Creemos que a él, como al resto del reparto, le ayudó poco el infortunado vestuario.

El coro, quizá demasiado numeroso (a veces daba la impresión de no caber en la escena) estuvo correcto, aunque lo hubiéramos preferido un poco más suave en la dinámica.

La orquesta, dirigida por Cristóbal Soler, resolvió satisfactoriamente una partitura densa en algunos momentos y exigente en otros. Sonó, a nuestro entender, un poco alta de volumen y rápida. Creemos que en el teatro el protagonismo ha de ser de las voces y a ellas hay que supeditarse, dejándolas que respiren, que se expresen, sin que ello suponga, naturalmente, concesiones gratuitas ni menoscabo del respeto a lo escrito por el compositor.


Vidal Hernando,

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