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domingo, 22 de diciembre de 2013

ACUSACIONES A LA ZARZUELA: FRANQUISTA


 
Seb.
Hay quien acusa a la zarzuela de ser franquista, ¿usted, qué opina?

Hil.
Que quien eso afirma es un solemne ignorante y un majadero.

Seb.
Fuerte apuesta usted, Don Hilarión.

Hil.
Nada de eso, Don Sebastián. Mire usted, en este país nuestro, lo de nuestro es un decir, llamar franquista a alguien se ha convertido en uno de los insultos más despreciables y ofensivos. Señalar de franquista a alguien es meterle el dedo en el ojo hasta la tercera falange y, además, retorcerlo a izquierda y derecha con saña. Lo de franquista se ha generalizado tanto que lo usamos contra cualquiera y en cualquier momento y ocasión. Hay quien llama franquista ¡a Felipe II y a los Reyes Católicos!

No voy a discutir con usted, ni con nadie, sobre este tema, porque soy un sencillo boticario de barrio. Pero afirmo que quien tacha a la zarzuela de franquista es un inculto superlativo. Y por una sencilla razón: a Franco no le gustaba la zarzuela.

Seb.
¿Está usted seguro?

Hil.
Como de que es usted Don Sebastián, tendero del barrio y amigo mío.

Mire, no digo que a Franco no le gustara alguna romanza concreta, a lo mejor cantaba la espada triunfadora al afeitarse, pero la zarzuela, lo que se dice la  zarzuela, no era santo de su devoción. Que yo sepa, no pedía que le representaran zarzuelas en el Pardo, ni iba al teatro, salvo al Calderón, en aquellos espectáculos folclórico-benéficos. Sí me suena, por el contrario, que le gustaba la copla, aunque tampoco demasiado.

Seb.
Pero no me negará usted que hubo algún compositor claramente franquista.

Hil.
Claro que no se lo voy a negar, ni mucho menos. Todos los líderes, sean dictadores, reyes o simples advenedizos oportunistas tienen, o han tenido, seguidores fascinados. Todos los regímenes políticos tienen sus seguidores, a ninguno le faltan sujetos entregados o que intentan aprovechar la coyuntura en su beneficio.

Pero el hecho de ser monárquico, pongamos por caso, no impide que se cree una magnífica pintura, como también puede crear una  formidable sinfonía un republicano irreductible. Las ideas políticas no tienen que ver con la capacidad creativa del individuo, y mucho menos con un género teatral o literario.

Seb.
Estoy de acuerdo con usted. La verdad es que en este tema yo hago de abogado del diablo.

Hil.
Ya lo imaginaba. Me consta que usted es un buen aficionado y un gran conocedor de la zarzuela. Pero, apunte usted otro argumento en contra de esa idea de la zarzuela franquista. Desde que terminó la guerra civil, la zarzuela empezó a declinar. Si revisa usted los estrenos, desde el final de la guerra hasta ahora, apenas encontrará una docena de obras importantes para el repertorio, firmadas por autores como Alonso, Guerrero, Moreno Torroba y Sorozábal.

Seb.
Hombre, Don Hilarión, ¿no se olvida usted de las revistas?

Hil.
No, amigo mío, no. No me olvido de aquellas inigualables vedetes con las que, alguna que otra vez soñé en mis años mozos, ni tampoco de las más cercanas, condescendientes y asequibles vicetiples. Pero una revista no es una zarzuela, usted lo sabe bien.

Seb.
Tiene usted razón. No se puede decir que la zarzuela sea franquista.

Hil.
¡Sí se puede decir! Este es un  país libre en el que la ignorancia no es delito. Ni siquiera moral o ético. ¡Ah, si lo fuera!

Seb.
Tendríamos las cárceles de bote en bote.

Hil.
Nada de eso. Con la lentitud de la justicia y tanta clientela, la cosa sería inmanejable. Y se quedaría como está.

Pero, quien sabe. A lo mejor, algún avispado era capaz de enjaretar una buena zarzuela.


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