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jueves, 5 de diciembre de 2013

¿VIERNES NEGRO?



Pensamientos de un barbero.



Hoy ha venido a arreglarse don Tiburcio. Hombre maduro, casi pasado ya; de facha erguida, casi estirado; presumido y listillo. En el barrio no hay tertulia o corrillo donde no deje alguna sentencia lapidaria, sea cual sea el tema de que se trate. En realidad es un personaje más bien superficial, pero en el país de los ciegos …

Hoy me ha contado que en este país nuestro empieza a funcionar, con fuerza, el “blaq fridai”. A través del espejo ha visto una expresión de sorpresa en mi cara (por su dureza al pronunciar las palabras inglesas “black friday”, no porque yo desconozca su significado). Pero él ha interpretado mi mueca como ignorancia. Y me lo ha explicado.

Es el día en que en los Estados Unidos de Norteaméríca comienzan las rebajas de Navidad. Nueva cara de sorpresa (poner estas caras y callar unos segundos es lo mejor para que los parroquianos sigan hablando). Imagínese –me dice– que una mañana a la puerta del colmao de la Trini, hay un gentío acumulado que no se ve la acera de enfrente. Llevan ahí horas, aguantando el frío de la noche y esperando que abran, porque como hoy, es un suponer, empiezan las rebajas de la Trini, serán sus mercancías más baratas.


Cuando va llegando la hora, la masa informe de personas, se balancea de un lado a otro por los empujones, y aprovechándolos, siempre hay quien gana una o dos posiciones. Cinco minutos antes de la hora oficial de apertura, la Trini se acerca a la puerta y coloca una cuerda en un extremo de la tranca que la cierra. Al cabo de un momento, levanta la mano izquierda, totalmente abierta. A ese gesto responde la muchedumbre gritando: ¡Cinco!, ¡Cuatro!, ¡Tres! … Al escucharse el ¡Cero!, la Trini tira con fuerza de la soga, la tranca gira sobre el extremo fijo y la puerta queda libre un segundo. ¡Qué digo un segundo –me dice don Tiburcio continuando con su relato– ¡Una milésima! ¡Un ná!

Empujado por la muchedumbre la puerta se abre con violencia y por donde cabe una persona, entran cuatro o cinco a la vez. Hubo incluso, una madre que colocó a su hijo sobre las cabezas de la masa y, gracias al imparable movimiento de esta, el niño llegó enseguida a la primera línea del mostrador.

¡Qué espectáculo! ¡Inenarrable! Mire usted, señor Lamparilla; en poco más de una hora, el colmao quedó vacío (ha visto –añadió el indivíduo– que juego de palabras: colmao–vacío).

Y, ¿cómo dice usted que se llama esto en América?, le pregunto. “Blaq fridai!, contestó. Tomo nota, le dije, al tiempo que terminaba mi tarea con él.

Cuando don Tiburcio se marchó, orgulloso por haberme sacado de la ignorancia (a su entender, claro), quedé pensando. Hay que ver estos americanos. Llamar a esto “black friday” cuando deberían llamarlo el día de la marabunta, o ataque a las rebajas…

O, por lo menos, quitar eso de black, que significa negro. Porque con lo que venden ese día, los vendedores se ponen “morados”. Y nosotros tendríamos que ponernos “rojos” de vergüenza por llamar a esta curiosa efemérides “blaq fridai”, como dice don Tiburcio.¡Teniendo un idioma como el que tenemos!

Lamparilla


(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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