Pensamientos
de un barbero.
Acabo de leer un artículo de Pedro Narváez
(“Las tetas de Colau”, La Razón, 4-10-2017,
pág. 4) en el que critica la actuación de la alcaldesa de Barcelona en estos
días tristes y aciagos para España. Estoy de acuerdo con lo en él expresado,
pero hay un párrafo que no me ha gustado demasiado y es el siguiente:
“Colay se ha
hecho pasar por la Lady Macbeth del soberanismo, del susurro ha pasado al grito
y la sobreactuación. Creyéndose un Shakespeare parió una zarzuela”.
Como comprenderán los seguidores de este
blog lo que me ha decepcionado es la comparación con la zarzuela.
Es
cierto que hay mucha gente, demasiada, que desprecia la zarzuela, y este
repudio al género lírico español por excelencia, con 400 años de historia a sus
espaldas, se ha generalizado hasta convertir la palabra en el término malo de
una comparación.
Pero hay que ir abandonando este camino.
Mi humilde opinión es que en lugar de parir “una zarzuela”, mejor habría sido remarcar
el alumbramiento de un “bodrio” (RAE: cosa mal hecha, desordenada o de mal
gusto”, o cualquier otro adjetivo, más acorde con la verdadera intención del
articulista.
Lamparilla
(Todo esto es consecuencia de que no sólo
de zarzuelerías vive el hombre).
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