Sonia de Munck y Aurelio Viribay |
Ciclo Bacarisse y el exilio. Tercer concierto. Obras de Salvador Bacarisse, Adolfo Salazar, Julián Bautista,
Rodolfo Halffter, Ernesto Halffter, María Rodrigo y Gustavo Pittaluga.
Sonia Munck,
soprano. Aurelio Viribay, piano. Auditorio de la Fundación Juan March. 22 de
noviembre de 2017.
La Fundación March dedica en estos días[1]
un ciclo de cuatro conciertos a la figura del compositor Salvador Bacarisse
(Madrid, 1898–París, 1963), cuya música no es todo lo conocida que debiera, a
excepción quizá de su Concertino para
guitarra y orquesta y alguna obra de cámara. Estos cuatro conciertos han
estado dedicados a la música de cámara, a la guitarra, al canto, y al piano; es
decir, una muestra de la variedad creadora de este músico cuyo legado (339
partituras y 274 grabaciones sonoras) está depositado en la Fundación.
El concierto que comentamos incluía 16
canciones de Bacarisse que representan un acercamiento a su música vocal. Las
canciones escuchadas son músicas aisladas o se presentan en ciclos: Cuatro cantarcillos, Op. 68b, Dos cantares
de Lope de Vega, Op. 39a, Dos canciones infantiles oso.1, y Tres
nanas de Alberti, Op.20. Todas
pequeñas miniaturas, sencillas,
delicadas, bellísimas, muestra de una inspiración que prescinde de todo
envoltorio superfluo, quedándose con lo más esencial. Al mismo tiempo muestran
una cálida línea vocal y un acompañamiento pianístico con personalidad propia,
lejos de ser un simple soporte armónico o rítmico. Son preciosos los Cuatro cantarcillos, especialmente
gráfica la canción infantil Locomotora, y
muy descriptiva de un entorno impresionista La
rueca (no en vano se titula Ofrenda a
Debussy).
Además de las obras de Bacarisse el
recital incluía piezas de otros músicos que como él siguieron el camino del
exilio: Adolfo Salazar (Trois chansons de
Paul Verlain), Julián Bautista (La
flûte de jade), Rodolfo Halffter (dos canciones de Marinero en tierra, Op. 27), Ernesto Halffter (Dos canciones), María Rodrigo (La copla intrusa y Tres
Ayes), y Gustavo Pitalugga (Tonadilla de Catalina de la zarzuela El loro). Un panorama variado aunque siempre presidido
por la expresividad y la elegancia.
La soprano madrileña Sonia de Munck fue
la protagonista indiscutible de la velada. De voz limpia y potente, sin
estridencias, afinada, con excelente dicción y, sobre todo, con una delicada
interpretación, especialmente en las pequeñas piezas destinadas al mundo
infantil. Destacaría también la obra de Julián Bautista (La flauta de jade, sobre poemas chinos), los Ayes de María Rodrigo y la poco menos que inédita pieza
perteneciente a Pittaluga. En todos estos ejemplos Sonia de Munck ofreció una
muestra de su excelente quehacer musical
y arrancó aplausos a un público que disfrutó con el bien seleccionado programa.
Mención
especial también para el pianista Aurelio Viribay que, además de apoyar a la
solista, con un medido acompañamiento (más que acompañante podríamos hablar de
colaborador), ofreció una piza en solitario, la Copla intrusa de María Rodrigo, en una versión briosa, enérgica y destacando el carácter
racial de una composición brillante y espectacular.
En resumen un
concierto excelente, atractivo e interesante; muestra de la música que siete
autores escribieron fuera de su patria, pero en cuyas notas está presente la
esencia de lo hispano.
Vidal
Hernando.
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