Hil.
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No
necesito decirle a usted que lo que cuento es total y absolutamente
confidencial. Están estudiando la cosa y cualquier filtración podría ser
fatal para el tema.
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Seb.
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No
se preocupe usted. De mi boca no saldrá más que el aire que respiro; nada
diré a nadie.
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Hil.
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Ni
a su señora esposa.
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Seb.
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¡A
ella, menos que a nadie!
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Hil.
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Confío
en su discreción y en su palabra. Y le cuento.
Hoy
están aquí, en Madrid, un grupo de personas, representantes de la Unesco,
para verificar, evaluar, analizar y decidir algo que puede ser muy importante
para nosotros los zarzueleros.
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Seb.
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¿Para
los zarzueleros? ¿La Unesco?-
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Hil.
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Comprendo
su sorpresa. Le explico. Usted sabe que gente importante de la zarzuela lleva
tiempo tratando de sacarla de su injusto olvido. La idea es despojarla de
todo el recubrimiento negativo que tiene, de todo ese envoltorio con que
algunos se empeñan en presentarla. Mostrarla como lo que es: un espectáculo
musical y teatral con muchos años de historia y con miles de obras buenas,
malas y mediopensionistas, como todo buen aficionado sabe.
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Seb.
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Y
genuinamente española, si me permite la inserción. Porque no hay nada igual
en el mundo.
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Hil.
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Sí
señor, pero deje que continúe. Un grupo de personas, como le digo, en el que
humildemente me encuentro, ha puesto en marcha varias iniciativas para
conseguir este gran objetivo.
Y
una de ellas, de las más recientes, ha sido solicitar a la Unesco el
reconocimiento de la zarzuela como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
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Seb.
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¡Arrea!
¿Patrimonio de la Humanidad? Perdóneme, Don Hilarión, ¿no se les ha ido a
ustedes un poco la olla? Quiero decir, que si no tienen esas gentes,
salvándole a usted, claro está, la cabeza a pájaros.
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Hil.
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Ni
hablar, ni mucho menos, amigo mío. ¿No es la Novena de Beethoven Patrimonio de la Humanidad? ¿Por qué no puede
serlo, digo yo, Doña Francisquita, El
barberillo de Lavapiés o nuestra Verbena
de la Paloma?
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Seb.
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Hombre,
Don Hilarión. Ya sabe usted que las comparaciones …
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Hil.
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No
me venga usted con refranes, porque puedo decirle aquello que “sobre gustos
no hay nada escrito”, o ese otro más castizo de “la estameña no confecciona
al clérigo”, uséase, “el hábito no hace al monje”…
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Seb.
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De
acuerdo. Prosiga.
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Hil.
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Bien.
No le daré a usted todos los detalles; no es necesario. Sepa que una vez
surgida la idea, se puso en marcha la maquinaria. Se habló con la Unesco, se
presentaron las solicitudes y peticiones, se entregaron todos los informes
pedidos y se mostraron a los responsables todos los apoyos que se
consideraron convenientes. ¡No puede hacerse usted idea de cuántos papeles!
¡Y todo ello, en silencio, con discreción, porque … ya sabe usted cómo
funcionan las cosas.
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Seb.
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Bien.
¿Y qué?
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Hil.
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Bueno,
dando un salto en el tiempo, llegamos al día de hoy, y este es el resultado
de todo el asunto: Una delegación de la Unesco está en Madrid para evaluar in
situ, o sea en el foro, la propuesta, ver con sus propios ojos el tema y
tomar una decisión definitiva en los próximos días.
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Seb.
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¿Están
aquí? ¿Y no lo sabe nadie?
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Hil.
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No,
no lo sabe nadie. Tenga usted en cuenta que son gente relacionada con la
cultura. Los evaluadores han venido separados, como simples turistas, y no
han despertado sospechas.
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Seb.
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Ya,
ya. Eso lo entiendo. Si hubiera sido artistas o gentes de la farándula … otro
gallo les cantara. Y, dígame, ¿qué van a hacer aquí?
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Hil.
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Bueno.
Ahora mismo están asistiendo a una serie de presentaciones sobre la historia
de la zarzuela, para que sepan que tiene más de 350 años de historia, que
sigue vigente, que ha sido entretenimiento y solaz de varias generaciones de
españoles, y que la hemos llevado a América, incluso a los Estados Unidos, y
hasta Filipinas. Y que tiene un patrimonio de miles y miles de obras… En fin,
todo. Bien presentado, desde luego, con documentos históricos de todo tipo:
papeles (libretos y partituras), sonido e imagen.
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Seb.
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¿Y
cómo va la cosa?
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Hil.
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Bien.
Yo creo que bien, aunque mire usted, estas personas están muy acostumbradas a
este tipo de cosas, son gente curtida en estas lides y no dejan traducir sus
emociones.
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Seb.
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Ya,
lo imagino. Pero hay signos externos. ¿Están repanchigados en sus butacas?
¿Somnolientos? ¿Se mueven como culos de mal asiento? y perdón por la frase.
¿Van al baño más de la cuenta?... En fin, usted me entiende.
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Hil.
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Pues
no lo sé. Yo he salido un momento. Pero como la sala está en penumbra…
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Seb.
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Bien,
bien ¿Y después de las presentaciones?
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Hil.
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Bueno,
dentro de un rato tendrán un aperitivo, un tentempié, un ágape. Ya sabe usted
que esta gente no almuerza como nosotros.
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Seb.
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Lo
sé. Se calzan una hamburguesa y un refresco y listo.
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Hil.
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Pues
eso. Ahora, le garantizo que el cóctail es pantagruélico, de todo y
abundante. Tapas de diseño, vinos de categoría … Vamos, que me río yo del
convite de las Bodas de Camacho.
Y
después de la teoría … la práctica. Estar tarde van a asistir, en el Teatro
de la Zarzuela, a una sesión privada de escenas de algunas joyas del género.
De todos los modelos: zarzuela grande, género chico, zarzuela histórica,
costumbrista, opereta, revista, género bufo ..
Representaciones
con todo, a lo grande: estupendos cantantes, magníficos actores, orquesta,
coro, decorados, baile …
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Seb.
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¡Qué
envidia! ¿Y no se podría ver este resumen, aunque fuera por una agujerito?
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Hil.
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No,
no. Esto es a puerta cerrada. Ya le he dicho.
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Seb.
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¡Vaya
jornada! Mientras no se les embote el cerebro con tanta información…
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Hil.
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Y
aún queda. Ya en la tarde-noche, para cerrar el día y relajar a estos
evaluadores, una gran cena en un local… ¡No le puedo dar pistas!
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Seb.
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Se
me ocurren media docena de establecimientos… ¿Y el menú?
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Hil.
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Pues
lo habitual. Primero unos entrantes fríos y calientes…
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Seb.
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Un
espectáculo, supongo. Un espectáculo de colores, texturas, olores, sabores
…¿Y el plato fuerte?
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Hil.
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¿No
lo adivina usted, amigo mío?
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Seb.
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No
me diga que …
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Hil.
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¡Pues,
claro! ¡No podía ser de otra manera¡ ¡¡¡Zarzuela… de marisco!!!
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Seb.
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¡Vaya
una bomba! ¿Y como fin de fiesta?
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Hil.
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Un
abanico.
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Seb.
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¿Para
que se den aire?
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Hil.
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No,
no. Un abanico de postres variados y exquisitos. Le garantizo que el que no
tenga azúcar, va a salir de esta diabético declarado.
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Seb.
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Y
luego, licores …
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Hil.
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Claro.
Eso es tan tradicional como la zarzuela, como los discursos de agradecimiento,
como las promesas de los políticos.
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Seb.
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¿Quién
cerrará la cena?
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Hil.
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Había
varios candidatos, algunos se han ofrecido …
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Seb.
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Para
pintar la mona …
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Hil.
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…
pero se ha elegido al director del Teatro de la Zarzuela, que, además de
resumir el tema brevemente, como es natural, dejará sobre el ambiente un
detalle curioso, y único. Nadie en el mundo tiene bajo un mismo nombre un
palacio real, un género musical con tanta historia y una especialidad
gastronómica tan exquisita.
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Seb.
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Y
unos pueblos de la geografía local.
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Hil.
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Cierto,
tiene razón Don Sebastián. tiene muchísima razón. No conozco que haya en el
mundo ningún pueblo que se llama “Ópera del río” o “Sinfonía de los montes”…
Y
aquí tenemos Zarzuela del Monte, en Segovia; Zarzuela de la Sierra, en Cuenca;
Zarzuela de Jadraque, en Guadalajara.
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Seb.
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Y
ahora, la pregunta del millón. ¿Cuál será, a su juicio, el veredicto?
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Hil.
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Yo
creo que la resolución será positiva; no puede ser de otra manera.
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Seb.
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Perdóneme,
don Hilarión. No me crea usted agorero. A mí me surge una duda, Si los
señores de la comisión disfrutaron de una zarzuela de marisco, ¿no cree usted
que peligra lo de “inmaterial”.
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Hil.
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Hombre…
Ahora que lo dice. ¡Pues que lo dejen
en Patrimonio de la Humanidad! ¡A secas!
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