La romería de los
cornudos. Ballet en un acto. Música de G. Pittaluga. Argumento de F. García
Lorca y C, Rivas Cherif. Intérpretes: C. Angulo, V. Vento. J. Miró. J.M. Benítez,
J.P. Delgado, bailarines. M. Mezcle, cantaora. J.L. Montón, guitarra y M. López,
piano.
Coreografía: Antonio Najarro. Director de escena: David
Picazo. Vestuario: Sonia Capilla. Auditorio de la Fundación Juan March, Madrid,
10-01-2017.
Han pasado nada menos que 85 años desde que este ballet
fuera estrenado por La Argentinita en el madrileño Teatro Calderón. Desde
entonces nadie lo ha visto, con lo que la etiqueta de “primera representación
en tiempos modernos”; resulta, a lo práctico, casi un estreno. Un estreno que,
además ha sido acogido con grandes y entusiastas aplausos porque el espectáculo
lo merece y, sobre todo, por la intensidad con que fue interpretado.
La romería de los
cornudos es un ballet español de ambiente andaluz que en ciertos momentos
rezuma el perfume de Falla, pero que posee, a mi juicio, personalidad propia.
Al menos la versión que hemos tenido ocasión de contemplar que, además de ser
la reducción para piano realizada por el propio compositor, incluía ocho
canciones de García Lorca y una de Miguel López y José Luis Montón con texto
del poeta granadino. Debo confesar que tenía mis dudas sobre la fusión de dos
músicas, inicialmente tan distintas. Pero he de añadir que el engarce no rechina
y que músicas populares y cultas conviven sin estridencia alguna.
La interpretación me pareció magnífica, y eso que mis
conocimientos de baile son nulos y no puedo apreciar los detalles que valoran
los entendidos. Pero la intensidad, la brillantez y luminosidad del baile, los
movimientos y las figuras, resultaron apasionantes. Taconeos, castañuelas, guitarra,
ritmos de soleares o bulerías … pero nada de “folclore”, en el sentido negativo
que suele darse a esta palabra. Todo lo contratio, música y danza muy serias, exigentes
y de primer nivel, que no merecen estar en el olvido.
Me impresionaron especialmente Carmen Angulo (en el
personaje de Sierra), muy expresiva en la gestualidad y dominadora de la
técnica. El “solo” de Jonathan Miró (la danza de Chivato) fue espectacular: poderoso, con brío y
demostrativo de una capacidad física imponente. Apoteósica la danza final en la
que todos estuvieron al mejor nivel, dando vida gráfica a una música resplandeciente.
El papel de la romancera Solita lo hizo la cantaora María Mezcle, gaditana de
nacimiento y con ascendentes flamencos; tuvo detalles de conocer el paño. Lo
mismo el guitarrista barcelonés José Luis Montón, dueño de una técnica flamenca
impresionante que puso a la guitarra en primer plano.
Todo el sonido fue amplificado. Ignoro las razones, pero en
esa sala no me pareció necesario. En cualquier caso, habría preferido un mas
bajo nivel sonoro.
Al margen de este detalle, absolutamente personal, la sesión
resultó muy atractiva, y ojalá esta “resurrección” sea permanente y sirva para
que salgan a la luz otras músicas nuestras de este estilo.
Enhorabuena al equipo de la Fundación March que ha sido
capaz de apostar tan fuerte. El riesgo ha merecido la pena.
Vidal Hernando
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