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lunes, 10 de septiembre de 2018

Rectificar, ¿es de sabios"


Pensamientos de un barbero.


Acabo de abrir la barbería y espero a que aparezca el primer parroquiano. En estos momentos de sosiego, sentado tranquilamente, suelo pensar en algo; por mi cabeza circulan a toda velocidad, imágenes, ideas, frases… Suelo atrapar una y empezar a buscarle las vueltas, los pros y los contras. En muchas ocasiones es un ejercicio improductivo que no conduce a nada práctico, pero me entretiene y creo que es recomendable porque no siempre es bueno dar por cierto y verdad cualquier cosa que uno escuche o lea.

Hoy me he detenido en una conocida frase: “rectificar es de sabios”, sentencia que vengo escuchando en los últimos días con cierta frecuencia. Rectificar, ¿es de sabios? Pues no. La explicación es simple y no hace falta ser pensador ni filósofo para entenderlo; basta con acudir al Diccionario. Dice este libro, que deberíamos usar con más asiduidad, que rectificar es enmendar el error, luego rectificar es de equivocados. Dejo a un lado que la equivocación o el error sea intencionado o accidental, pero quien rectifica reconoce, tácitamente, que está –o estaba– equivocado.

Tampoco estoy de acuerdo con que este comportamiento moral, no siempre noble, sea de sabios. Vuelvo al Diccionario y descubro que es sabio quien posee un conocimiento profundo de una materia, ciencia o arte,  y también quien es prudente, juicioso, cuerdo. Y regreso a la frase: quien rectifica no siempre es juicioso o experto en aquello que luego corrige, si lo fuera quizá no se habría equivocado.

Aclaro el tema, creo, me asalta otra idea. Suele usarse esta frase de manera condescendiente; en muchos casos para disculpar el error e incluso perdonar el engaño. No hace falta poner ejemplos; pueden ustedes buscarlos en los políticos o predicadores que nos rodean.

Cuando el error es involuntario, podrá justificarse la absolución, pero nunca deberíamos admitir las correcciones de errores interesados que no son tales equivocaciones, sino mentiras y falsedades. ¿Debemos perdonar a los individuos que prometen lo que saben que no pueden cumplir? ¿Hemos de ser condescendientes con quien nos vende humo? ¿Por qué quitamos responsabilidad a aquellos que se comportan con un oportunismo interesado y mentiroso?

Nunca deberíamos confundir la caridad con el buenismo.
Lamparilla

 (Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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