Pensamientos
de un barbero.
Acabo de abrir
la barbería y espero a que aparezca el primer parroquiano. En estos momentos de
sosiego, sentado tranquilamente, suelo pensar en algo; por mi cabeza circulan a
toda velocidad, imágenes, ideas, frases… Suelo atrapar una y empezar a buscarle
las vueltas, los pros y los contras. En muchas ocasiones es un ejercicio
improductivo que no conduce a nada práctico, pero me entretiene y creo que es
recomendable porque no siempre es bueno dar por cierto y verdad cualquier cosa
que uno escuche o lea.
Hoy me he
detenido en una conocida frase: “rectificar es de sabios”, sentencia que vengo
escuchando en los últimos días con cierta frecuencia. Rectificar, ¿es de
sabios? Pues no. La explicación es simple y no hace falta ser pensador ni
filósofo para entenderlo; basta con acudir al Diccionario. Dice este libro, que deberíamos usar con más asiduidad,
que rectificar es enmendar el error, luego rectificar es de equivocados. Dejo a
un lado que la equivocación o el error sea intencionado o accidental, pero
quien rectifica reconoce, tácitamente, que está –o estaba– equivocado.
Tampoco estoy
de acuerdo con que este comportamiento moral, no siempre noble, sea de sabios.
Vuelvo al Diccionario y descubro que
es sabio quien posee un conocimiento profundo de una materia, ciencia o
arte, y también quien es prudente,
juicioso, cuerdo. Y regreso a la frase: quien rectifica no siempre es juicioso
o experto en aquello que luego corrige, si lo fuera quizá no se habría
equivocado.
Aclaro el
tema, creo, me asalta otra idea. Suele usarse esta frase de manera
condescendiente; en muchos casos para disculpar el error e incluso perdonar el
engaño. No hace falta poner ejemplos; pueden ustedes buscarlos en los políticos
o predicadores que nos rodean.
Cuando el
error es involuntario, podrá justificarse la absolución, pero nunca deberíamos
admitir las correcciones de errores interesados que no son tales
equivocaciones, sino mentiras y falsedades. ¿Debemos perdonar a los individuos
que prometen lo que saben que no pueden cumplir? ¿Hemos de ser condescendientes
con quien nos vende humo? ¿Por qué quitamos responsabilidad a aquellos que se
comportan con un oportunismo interesado y mentiroso?
Nunca
deberíamos confundir la caridad con el buenismo.
Lamparilla
(Todo
esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).
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