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martes, 27 de noviembre de 2018

Zarzuela en concierto.



Seb.
Buenos días, Don Hilarión.

Hil.
Buenos los tenga usted, Don Sebastián. ¿Cómo va esa vida?

Seb.
Digamos que bien, por generalizar y porque si entráramos en pormenores …

Hil.
Pues deje usted a un lado los “por menores”   y conténtese con los “por mayores?

Seb.
Tiene razón, Don Hilarión…


Hil.
Querido amigo, le recuerdo que nuestra zarzuela lo que dice es: “Tiene razón, Don Sebastián…”.

Seb.
Lo sé, lo sé. Pero usted  tiene razón … de vez en cuando. Y hablando de razones, ¿qué opinión le merecen a usted las llamadas “versiones de concierto” de nuestra zarzuela.

Hil.
Interesante tema, sí señor. Pues verá …

En eso de las “versiones de concierto” hay de todo, como en botica (Y no me tome usted en cuenta lo de la botica). Y claro, según la modalidad que elijamos, la opinión será distinta, aunque, a mí, así, de entrada, le diré que …. no me acaban de convencer.

Seb.
Esperaba una contestación como esa, incluso más radical y descalificativa. Pero deme usted alguna razón.

Hil.
Verá usted, Don Sebastián. A mi edad, a la que llegará usted en cuanto el planeta gire dos o tres veces alrededor del Sol, uno va adquiriendo tranquilidad, sosiego, calma y mesura. Y, lo mismo que los huesos se van redondeando por el desgaste, las opiniones se van suavizando al tener en cuenta ciertos detalles y no dejarse llevar sólo por la primera reacción visceral.

Seb.
Le veo a usted hoy un poco filosófico.

Hil.
Es posible. Pero no crea que los años me llevan a renunciar a mis convicciones más básicas. Y es este asunto la base es firme e inamovible. La zarzuela es teatro … y como teatro ha de ser ofrecida; de lo contrario, la estamos desnaturalizando y, además, olvidando el trabajo de los profesionales que dan vida al apasionante mundo del teatro: desde los libretistas hasta el “chispa” que se encarga de las luces, o el carpintero que con cuatro tablas construye un palacio o una tenebrosa cueva.

Mire usted, querido amigo, una partitura es poca cosa si no se toca; una novela –hasta el mismísimo Quijote – es poca cosa si no se lee. Y el teatro, y la zarzuela es teatro, es poca cosa si no se representa.

Dicho esto, vuelvo a recordarle que eso que llamamos “versión de concierto” puede presentarse de distintas maneras.

Seb.
Hombre, la mayoría de la gente piensa que una “versión de concierto” es el concurso de la orquesta en el escenario y los cantantes en primera fila.

Hil.
Ya, ya, pero no es lo mismo que los cantantes estén colocados en fila, quietos, como pasmarotes, que si entran o salen cuando les toca. Tampoco es lo mismo ver al coro moverse por la escena que contemplarlo estático al fondo del escenario.

El vestuario también tiene importancia. En algunas de estos espectáculos, los solistas van con el “uniforme” de concierto. Ellos con smoking o traje oscuro, ellas con elegantes vestidos de fiesta o ceremonia. Y ya me dirá usted cómo se puede uno imaginar a una pobre mujer, hambrienta, con un hijo es brazos igualmente desnutrido, pidiendo socorro a las puertas de un convento (como es el caso de la protagonista de La Dolorosa), vestida con un escotado traje rojo, y unos tacones de vértigo, exhibiendo su juventud y su belleza. Esto sin olvidar que la apariencia física ayuda al espectador a identificar al personaje y sus relaciones con los demás.

Seb.
Bueno, claro. La verdad es que no había caído, pero tiene usted razón en estos detalles. ¿No es esto eso que llaman “versiones semiescenificadas”.

Hil.
Sí señor. Y créame que estos detalles ayudan a la comprensión de la obra, a entender lo que está ocurriendo sobre las tablas.

Seb.
Y dígame, Don Hilarión: ¿qué opina usted de que en estas “versiones de concierto” haya un narrador que vaya contando la acción?

Hil.
Pues, para que usted vea: me parece bien. Cualquier zarzuela cuenta una historia, buena o mala, mejor o peor. Y es el texto el que se encarga de esta tarea; la música ayuda, subraya, enfatiza, apoya, pero es la letra la que expresa las ideas, los conceptos, los sentimientos… Si prescindimos de ella podemos no entender nada; quizá disfrutemos con la marcialidad de una marcha, o con la sensualidad de una habanera pero el mensaje va en la letra.

En fin … podríamos hablar de esto largo y tendido, pero la conclusión es que la presencia de un narrador me parece bien… Siempre que no se vaya por los cerros de Úbeda o por las cumbres del Himalaya.

Seb.
Deduzco de sus opiniones que las “versiones de concierto”, aunque no sean de su completo agrado, no le disgustan, siempre que se hagan con un mínimo de recursos y planteadas con seriedad.

Hil.
Claro. Estas interpretaciones sirven para que conozcamos obras que, de otro modo, quedarían en los anaqueles de las bibliotecas. Como dice nuestro sabio refranero: “Del mal, el menos”.

Seb.
O como también dice, en versión moderna y científica: “Más vale volátil en cavidad metacarpiana, que diez al cuadrado de la misma especie, pululando por el medio ambiente”.

Hil.
Vamos, lo que viene a ser “Más vale pájaro en mano que ciento volando”:

Seb.
Eso mismo.


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