Obras
de F. Schubert, N. Boulanger, C. Debussy, M.T. Prieto y D. Pejačević.
Iagoba
Fanlo, violonchelo. Pablo Amorós, piano.
Auditorio
Nacional, Madrid, 26-4-2019.
El octavo concierto de la
presente temporada del Ciclo de Grandes Autores e Intérpretes de la Música
(CSIPM-UAM), en su cuadragésimo sexta edición, ha sito titulado “Genios sin
género”, título muy adecuado para la idea que bajo él subyace: “normalizar la
incorporación de creaciones de compositoras” en cualquier tipo de concierto. La
idea me parece muy adecuada porque la relegación, incluso el olvido, de obras
escritas por mujeres, responde a criterios no musicales. No hay música
“masculina” y música “femenina”.
Iaagoba Fanlo y Pablo Amorós |
El concierto ofreció un
programa importante, amplio, difícil y atractivo. Lo abría la Sonata Arpeggione, de Schubert (1824),
página escrita para un instrumento hoy desaparecido, pero que ha encontrado en
el violonchelo un traductor magnífico para mantenerse vigente. El solista supo destacar
en ella los momentos poéticos y los de inspiración más popular (el Allegretto
final) escritos por el austríaco. Cambiando de estilo siguieron las Tres piezas para violonchelo y piano, de
la francesa Nadia Boulanger, breve página de 1914 con arranques impresionistas
que concluyen en una brillante y poderosa danza que nos recordó algunos trazos
stravinskianos. Fanlo supo resaltar, además el carácter elegíaco de la pieza
central.
Debussy y su Sonata para violonchelo y piano (1915) fue
la pieza siguiente. Escrita en la Primera Guerra Mundial, no puede ocultar su
intencionalidad nacionalista y es pieza importante del repertorio del chelo.
Siguió el Adagio y Fuga de la
hispano-mexicana María Teresa Prieto, partitura de 1948 en la que la autora
rinde tributo a su admirado Bach y en la que el piano adquiere importante
presencia en un trabajo muy elaborado, destacado tanto por el solista, como por
Pablo Amorós desde el piano.
Cerraba la sesión la Sonata en Mi menor, Op. 35 de la
compositora húngaro-croata Dora Pejačević, ofrecida en España por primera vez.
Se trata de una amplia partitura, de 1913, estructurada en cuatro movimientos,
entre los que destacaría el amplio scherzo, con un alegre y juguetón arranque y
el contemplativo Adagio sostenuto.
En todas las piezas se pudo
disfrutar del cálido sonido que Iagoba Fanlo supo extraer del instrumento de
Joan Guilliamí, de 1746, con que tocaba. Además dio muestra de un brillante
fraseo y articulación y de un elegante manejo del arco. Acompañado con eficacia
y claridad por el pianista Pablo Amorós, ofrecieron, juntos, un brillante
concierto que fue muy aplaudido por el auditorio que llenaba la sala.
Fanlo y Amorós ofrecieron,
como propina, una delicadísima miniatura (me pareció oír que de José Buenagu)
delicada, etérea, sencilla … Cortita pero de impacto directo.
Vidal Hernando
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