Obras
de Bretón, Chapí, Chueca, Vives, Giménez, Serrano, Calleja y Barrera, Soutullo y Vert, Lleó, Fernández Caballero, Roig y
popular.
Intérpretes:
Cristina Arias, Ana Arroyo, Xavier Benaque, Juan Berlanga, Celeste Cerezo,
María Ángeles Fernández, Alberto Ferrero, Francisco Guerrero, María López,
Helena Martín, Daniel Morillo, Silvia Piña, Luis Romero y Cristhian Sandoval, bailarines. Ana Cristina
Marcos, mezzosoprano. Néstor Losán, tenor. Germán Olvera, barítono. David
Durán, guitarra flamenca. Lucas Carmona, cajón flamenco.
Equipo
técnico: Dirección de escena y coreografía: Nuria Castejón. Dramaturgia: Álvaro
Tato Espacio escénico: Carmen Castañón. Vestuario: Gabriela Salaverri. Iluminación:
Eduardo Bravo. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Arturo
Díez Boscovich.
Teatro
de la Zarzuela, 27-6-2019.
Un momento del espectáculo. Foto: Javier del Real. |
Después del
irreverente y contestado espectáculo de Doña
Francisquita, el Teatro de la Zarzuela cierra su temporada lírica 2018/19
con una sorprendente, novedosa y espectacular producción que ha denominado Zarzuela en danza, y que constituye un
auténtico broche de oro.
El espectáculo
que hemos tenido ocasión de disfrutar es
un modelo y ejemplo de que, en pleno siglo XXI, puede revitalizarse la zarzuela
sin alterar su esencia ni sus elementos básicos. Zarzuela en danza, imaginado por Nuria Castejón es una verdadera
zarzuela, pues en ella se canta, se baila y se declama, y tiene, además, la
particularidad de que estas actividades las llevan a cabo, básicamente,
bailarines, artistas que suelen expresarse con el cuerpo y la gestualidad. Zarzuela en danza une tradición y
actualidad, valores que son fundamentales para construir un espectáculo cimentado
en los aciertos y errores del pasado, y que sigue vivo y crece gracias al
trabajo, la imaginación y el arte de las gentes de nuestro tiempo.
Una brillante
selección musical, formada por 19 fragmentos (incluido alguno de origen
popular), engarzada con buena lógica narrativa, da pie al redactor del texto
(Álvaro Tato) a plantear momentos poéticos brillantes y apasionados;
reivindicativos para la zarzuela y la danza, y socarrones, humorísticos,
irónicos … la esencia de nuestro
particular y peculiar teatro lírico.
El espectáculo
es vibrante, ágil, dinámico, mantiene el interés del espectador durante casi
dos horas, sin que haya un momento de descanso para los intérpretes que
derrocharon esfuerzo, dedicación y entusiasmo.
Todos los
elementos contribuyen a la grandeza del espectáculo. El vestuario, variado y en
algunos momentos espectacular (los mantones de Manila, movidos con habilidad y
gracia); la iluminación, sencilla pero eficaz, llevando la atención del
espectador al punto de interés de la acción. La escenografía, sencilla y movida por los
propios bailarines, ¡como si no tuvieran suficiente con bailar!
La actuación
de los bailarines me pareció magnífica, demostraron su dominio técnico en los
movimientos clásicos, en los bailes folclóricos (¡cuánta energía en la jota
aragonesa!) y en los populares (¡ese Vito a “palo seco”!). Los tres cantantes
estuvieron correctos; la dirección de orquesta, a cargo del malagueño Arturo
Díez Boscovich, colaboró eficazmente con la escena. Mención especial para quien
hizo el papel del Soñador, que ordenó el espectáculo con intensidad y energía,
además de incorporarse al baile como uno
más.
El público
disfrutó, vio y escuchó con atención, no dio muestras de desinterés en ningún
momento y aplaudió con intensidad y entusiasmo.
Creo honestamente,
que Zarzuela en danza, es modelo y
ejemplo de que es posible crear grandes espectáculos zarzuelísticos, de primer
nivel teatral, sin recurrir a las infecundas “modernizaciones”,
“actualizaciones”, etc. de quienes no parece que tengan interés por la
zarzuela. Sólo hace falta imaginación y, como decía Rossini, “transpiración,
transpiración, transpiración”.
Vidal
Hernando.
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