Discusión entre Pepa y Manuela |
Agua, azucarillo v aguardiente.
Pasillo veraniego, de Miguel Ramos Carrión. Música
de Federico Chueca.
Lara
Chaves. Soraya Estévez. Cielo Fernández. José Luis Fernández. Jan Forrellat.
Cristina García. Joselu López. Luis Maesso. Desirée Moreno. Pedro Moreno.
Guillermo Pareja. Sylvia Parejo. David Pérez. Nuria Pérez. Raquel del Pino.
Lara Sagastizábal. Natán Segado
Dirección de escena: Amelia Ochandiano. Escenografía: Ricardo
Sánchez Cuerda. Vestuario: Gabriela Salaverri. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo.
Coreografía: Amaya Galeote. Orquesta de Cámara. Director: Óliver Díaz. Teatro
de la zarfzuela, 5-3-2020.
Podemos decir
que el Proyecto Zarza, promovido y especialmente querido por Daniel Bianco,
director del Teatro de la Zarzuela, ya ha alcanzado su mayoría de edad, aunque
esta sea su cuarta producción. Esto de la mayoría de edad no es cuestión de
años, sino de resultados; hay quien tiene más años “que el canalillo”, por usar
una frase castiza madrileña, y no acaba de dar muestras de madurez El lema del proyecto, “zarzuela hecha por
jóvenes para jóvenes”, ha puesto en
escena La revoltosa (año 2017, 5
funciones escolares y 3 generales); El
Dúo de La Africana (2019, 8+1) y La
verbena de la Paloma (2019, 7+7). En este año de 2020, la obra elegida ha
sido Agua, azucarillo y aguardiente (9+2
funciones). Todas, como se ve, “género chico”, que se adapta perfectamente a
las características de las puestas en escena planteadas. Son obras cortas,
entretenidas y divertidas, dinámicas, con importantes dosis de humor, sin que
falte un entramado sentimental y siempre el retrato de la sociedad popular
madrileña de hace más de un centenar de años. En todas se ha mantenido la
esencia de la trama argumental, aunque el texto y otros elementos han sido
adaptados para acomodarlos a la actualidad de nuestros jóvenes. Los números
musicales se han mantenido como fueron originalmente escritos, en texto y música.
En esta
ocasión, Nando López ha sido quien ha realizado la versión libre de la obra
original de Miguel Ramos Carrión. Lo visto mantiene el conflicto base de la
zarzuela y la actitud de los principales personajes, aunque la madre de Asia ha
sido sustituida por su hermana y han desaparecidos elementos identificativos de
esta producción, como el famoso Soneto al botijo. No obstante, la adaptación
funciona y el público comprende la trama, muy simple por otra parte, del
sainete.
Sigo pensando en
si no sería bueno ofrecer estas y otras zarzuelas sin tantas intervenciones en
los libretos, que en ocasiones quedan huérfanos del trabajo original del libretista.
Se añadieron un par de números musicales: uno dedicado al patinaje, procedente,
creo de La Gran Vía, y uno de los
valses e la colección Lamentos de un
preso, ambos de Chueva.
La
escenografía, firmada por Ricardo Sánchez Cuerda, me ha parecido muy atractiva.
Con pocos elementos se recrea el
ambiente y para algunos números musicales (el “coro de niñeras”, por ejemplo),
la solución es espectacular. Igualmente brillante me ha parecido el vestuario,
diseñado por Gabriela Salaverri, a base de imaginativos figurines de colores
pastel.
También me ha
satisfecho el movimiento coreográfico imaginado y realizado por Amaya Galeote.
El resultado es dinámico, ágil y ligero. Con él proporciona energía al
desarrollo musical y vivacidad al espectáculo.
Como es
sabido, en el género chico no son necesarios los grandes cantantes líricos; en
muchos casos, incluso, tiene más importancia el desarrollo del personaje en su
vertiente actoral que en la lírica. Tampoco suele haber romanzas vocalmente
comprometidas, ni que requieran de los artificios vocales, que en otras obras
se necesitan. En este caso, además, mucha de la música está encomendada al
coro. No obstante, los intérpretes principales, cumplieron con eficacia y
fueron aplaudidos.
La
orquestación ha sido reducida a un pequeño conjunto de cámara, que da cobertura
adecuada a las voces. Fue bien llevada por el maestro Óliver Díaz, con
desenvoltura pero sin perder el control.
El auditorio
que prácticamente llenaba el teatro respondió con entusiasmo, señal inequívoca
de que lo que vio le gustó.
Escuchando los
murmullos del público ante lo que sucedía en escena en algún momento concreto,
creo que esta Agua, azucarillos y
aguardiente, quedará en la memoria de muchos de los chavales. Algunos era
la primera vez que asistían a una representación espectacular y brillante, como
suelen ser las de este teatro. Un detalle me llamó especialmente la atención:
cuando Pepa y Manuela, después de la monumental bronca que sostienen por celos
y malos entendidos, se abrazan como las grandes amigas que siempre han sido, un
millar largo de manos aplaudieron en una ovación espontánea y sincera. La
emoción del momento había calado en ellos. Esto me dio por pensar que los
chavales no son san simple como creemos, entienden perfectamente lo que se les cuenta,
sobre todo cuando se trata de historias humanas sencillas, naturales, frescas.
Fotos del T. de la Zarzuela.
Vidal
Hernando.
El conjunto de los intérpretes |
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