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viernes, 6 de marzo de 2020

Proyecto Zarza. Agua, azucarillos y aguardiente.

Discusión entre Pepa y Manuela

Agua, azucarillo v aguardiente.
Pasillo veraniego, de Miguel Ramos Carrión. Música de Federico Chueca.
Lara Chaves. Soraya Estévez. Cielo Fernández. José Luis Fernández. Jan Forrellat. Cristina García. Joselu López. Luis Maesso. Desirée Moreno. Pedro Moreno. Guillermo Pareja. Sylvia Parejo. David Pérez. Nuria Pérez. Raquel del Pino. Lara Sagastizábal. Natán Segado
Dirección de escena: Amelia Ochandiano. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Vestuario: Gabriela Salaverri. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo. Coreografía: Amaya Galeote. Orquesta de Cámara. Director: Óliver Díaz. Teatro de la zarfzuela, 5-3-2020.


Podemos decir que el Proyecto Zarza, promovido y especialmente querido por Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela, ya ha alcanzado su mayoría de edad, aunque esta sea su cuarta producción. Esto de la mayoría de edad no es cuestión de años, sino de resultados; hay quien tiene más años “que el canalillo”, por usar una frase castiza madrileña, y no acaba de dar muestras de madurez  El lema del proyecto, “zarzuela hecha por jóvenes para jóvenes”,  ha puesto en escena La revoltosa (año 2017, 5 funciones escolares y 3 generales); El Dúo de La Africana (2019, 8+1) y La verbena de la Paloma (2019, 7+7). En este año de 2020, la obra elegida ha sido Agua, azucarillo y aguardiente (9+2 funciones). Todas, como se ve, “género chico”, que se adapta perfectamente a las características de las puestas en escena planteadas. Son obras cortas, entretenidas y divertidas, dinámicas, con importantes dosis de humor, sin que falte un entramado sentimental y siempre el retrato de la sociedad popular madrileña de hace más de un centenar de años. En todas se ha mantenido la esencia de la trama argumental, aunque el texto y otros elementos han sido adaptados para acomodarlos a la actualidad de nuestros jóvenes. Los números musicales se han mantenido como fueron originalmente escritos, en texto y música.

En esta ocasión, Nando López ha sido quien ha realizado la versión libre de la obra original de Miguel Ramos Carrión. Lo visto mantiene el conflicto base de la zarzuela y la actitud de los principales personajes, aunque la madre de Asia ha sido sustituida por su hermana y han desaparecidos elementos identificativos de esta producción, como el famoso Soneto al botijo. No obstante, la adaptación funciona y el público comprende la trama, muy simple por otra parte, del sainete.
 
Escenografía para el coro de niñeras
Sigo pensando en si no sería bueno ofrecer estas y otras zarzuelas sin tantas intervenciones en los libretos, que en ocasiones quedan huérfanos del trabajo original del libretista. Se añadieron un par de números musicales: uno dedicado al patinaje, procedente, creo de La Gran Vía, y uno de los valses e la colección Lamentos de un preso, ambos de Chueva.

La escenografía, firmada por Ricardo Sánchez Cuerda, me ha parecido muy atractiva.  Con pocos elementos se recrea el ambiente y para algunos números musicales (el “coro de niñeras”, por ejemplo), la solución es espectacular. Igualmente brillante me ha parecido el vestuario, diseñado por Gabriela Salaverri, a base de imaginativos figurines de colores pastel.

También me ha satisfecho el movimiento coreográfico imaginado y realizado por Amaya Galeote. El resultado es dinámico, ágil y ligero. Con él proporciona energía al desarrollo musical y vivacidad al espectáculo.

Como es sabido, en el género chico no son necesarios los grandes cantantes líricos; en muchos casos, incluso, tiene más importancia el desarrollo del personaje en su vertiente actoral que en la lírica. Tampoco suele haber romanzas vocalmente comprometidas, ni que requieran de los artificios vocales, que en otras obras se necesitan. En este caso, además, mucha de la música está encomendada al coro. No obstante, los intérpretes principales, cumplieron con eficacia y fueron aplaudidos.
 
Coro de barquilleros
La orquestación ha sido reducida a un pequeño conjunto de cámara, que da cobertura adecuada a las voces. Fue bien llevada por el maestro Óliver Díaz, con desenvoltura pero sin perder el control.

El auditorio que prácticamente llenaba el teatro respondió con entusiasmo, señal inequívoca de que lo que vio le gustó.

Escuchando los murmullos del público ante lo que sucedía en escena en algún momento concreto, creo que esta Agua, azucarillos y aguardiente, quedará en la memoria de muchos de los chavales. Algunos era la primera vez que asistían a una representación espectacular y brillante, como suelen ser las de este teatro. Un detalle me llamó especialmente la atención: cuando Pepa y Manuela, después de la monumental bronca que sostienen por celos y malos entendidos, se abrazan como las grandes amigas que siempre han sido, un millar largo de manos aplaudieron en una ovación espontánea y sincera. La emoción del momento había calado en ellos. Esto me dio por pensar que los chavales no son san simple como creemos, entienden perfectamente lo que se les cuenta, sobre todo cuando se trata de historias humanas sencillas, naturales, frescas.

Fotos del T. de la Zarzuela.

Vidal Hernando.

El conjunto de los intérpretes

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