Comedia lírico-romántica en tres actos de Federico Romero y José
Tellaeche. Música de Pablo Luna. Versión de concierto. Un momento del ensayo. (Foto: T. Zarzuela)
Miren Urbieta-Vega. Lola Casariego. Lucía Tavira. Emma Suárez. Javier Franco. Andeka Gorrotxategi. Emmanuel Faraldo. Houari R. López Aldama. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro de la Comunidad de Madrid, titular del Teatro de la Zarzuela. Dirección musical: Guillermo García Calvo. Teatro de la Zarzuela, 14-3-2021.
Ochenta años han tenido que pasar para que Las Calatravas volvieran a subir a un escenario, para disfrute de los amantes de la zarzuela. Con el teatro lleno (respetando las condiciones impuestas por la pandemia) casi volvió a repetirse la sesión del estreno en el cercano Teatro Alcázar: si entonces, según las crónicas, se repitieron todos los números, ayer en la Zarzuela, se aplaudieron todos con entusiasmo. La razón es que tuvimos ocasión de escuchar una música agradable, inspirada, brillantemente construida para adaptarla a unos textos a veces complejos, desde el punto de vista formal. Una música que, por momentos, sonaba a opereta (Luna fue un experto en este modelo), a comedia musical americana, al mundo fantasioso y espectacular de los salones aristocráticos (¡esos ritmos de vals!) o a las típicas cadencias flamenco-andaluzas. Una música exigente para los cantantes, a los que se pide potencia, agudos claros y contundentes, fraseo complejo y cierto salero, en algunos momentos.
Por condicionantes de la pandemia, el espectáculo presentaba una gran orquesta que ocupaba varias filas del patio de butacas, un gran coro, al fondo del escenario, y siete solistas vocales, en primera fila. A ellos hay que añadir a la narradora, la gran actriz madrileña Emma Suárez. Una narradora que, apoyándose en el adecuado resumen argumental preparado por Paco Gámez, orientó al público sobre la historia de estas Calatravas, arruinadas, algo veleidosas, pero simpáticas. Emma Suárez hizo un trabajo muy destacable y meritorio, dando sentido a una historia enrevesada, diciendo cada palabra con intencionalidad y hasta algo de picardía.
La Zarzuela ha reunido un plantel de solistas de primer nivel. Laura, la madre de la familia Calatrava, fue la soprano lírica Lola Casariego, de voz grande y rica. Miren Urbieta-Vega, fue Cristina, una de sus hijas, soprano lírica poderosa, clara y potente en el agudo, expresiva en su interpretación. Otra soprano, la cordobesa Lucía Tavira fue Isabel, la segunda hija de Laura; dio vida a su personaje con energía, claridad y derroche de medios. Los solistas masculinos también dieron muestra de más que sobrada calidad vocal. Javier Franco fue Marini, el banquero que salva de la ruina a las Calatravas, salvó su amplia intervención baritonal con dominio del registro, y solvencia técnica. Andeka Gorrotxategui, tenor de brillante timbre en el registro alto, volvió a mostrar la brillantez de su instrumento en el papel de Carlos Alberto; Emanuel Faraldo, también tenor hizo el papel de Pepe Aleluya, y lo construyó con solvencia especialmente en el dúo con Cristina (segundo acto). Otro tenor, Houari R. López Aldama, perteneciente al Coro del Teatro, estuvo a la altura de sus compañeros en el rol de Rodrigo.
Como es habitual, el Coro de la Zarzuela, dio muestras de su calidad y preparación, aunque me hubiera gustado escucharlo con algo más de cercanía. Su colocación al fondo del escenario creo que le perjudicó. La numerosa orquesta sonó poderosa y enérgica. Guillermo García-Calvo, en el podio, la llevó con eficacia, atento a todos los detalles, destacando el brillante colorido de la partitura de quien también fue eficaz director de orquesta. Me habría gustado una menor potencia sonora, creo que hubiera sido más adecuado, especialmente para las acariciadoras melodías de los valses, y para enmarcar las importantes voces de los solistas.
Escena del estreno.
En cualquier caso, Las
Calatravas, fue un descubrimiento para todo el público asistente. Una
música colorista, delicada, llena de ritmos conocidos, con sonoridades que
recuerdan a otros géneros (incluido el cinematográfico, en el que Luna fue un
modelo). Una sesión merecedora de aplauso sin reservas, como los que sonaron en
la sala. La única espinita es que no hubiera escena. Creo que la comedia se
presta a una escenografía brillante y espectacular y a un movimiento de
actores, dinámico y ágil. ¿Tendremos ocasión de verla representada “con todo”?
El tiempo lo dirá.
Vidal Hernando.
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