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jueves, 10 de junio de 2021

El rey que rabió: Humor incisivo y divertido.

 Zarzuela cómica en tres actos, de Miguel Ramos Carrión y Vital Aza, con música de Ruperto Chapí. Intérpretes: Enrique Ferrer. Rocío Ignacio. María José Suárez. José Manuel Zapata. Rubén Amoretti. Carlos Cosías. Igor Peral. José Julián Frontal. Alberto Frías. Sandro Cordero. Pepe Molina. Ruth González. Dirección de escena: Bárbara Lluch. Escenografía: Juan Guillermo Nova. Vestuario: Clara Peluffo Valentini. Iluminación: Vinicio Cheli. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor.: Antonio Fauró). Dirección musical: Iván López Reynoso. Teatro de la Zarzuela: 9-6-2021.

 


Sólo 130 años de vida tiene esta zarzuela que, en su nacimiento en este mismo teatro, arrancó “tempestades de aplausos”. Y cumplirá muchos más porque es un trabajo excelente. El tema es casi de cuento, el texto es gracioso, ocurrente, simpático y hasta chusco. No le faltan intenciones críticas, incisivas, aceradas y  mordaces; intenciones en las que quienes lo deseen pueden ver sátiras contra cualquier tipo de gobierno, porque, este personaje que sale de su cómoda existencia para ver la realidad de lo que le rodea, puede ser un rey, un presidente de gobierno, el empresario de una gran multinacional o cualquier otro individuo que tenga mucho poder y no lo ejerza con prudencia, mesura y justicia.  Por eso, intentar asocia este “rey que rabió” con algún nombre real, actual o pasado, no me parece que tenga sentido alguno. Por eso, el planteamiento inicial de Bárbara Lluch, responsable de la producción como directora de escena, me pareció adecuado. Su Rey que rabió, es un cuento, con ribetes de opereta, con pinceladas extravagantes, en un ambiente a veces naif, y en ocasiones deliberadamente grotesco. Creo que la idea de la directora de escena de no meterse en vanas “profundidades” ha sido un acierto.

 

El texto original es magnífico, tanto en la parte en prosa como los versos de los cantables, que Chapí supo ajustar de manera impresionante, a sus melodías, a sus ritmos. Baste recordar la célebre romanza de Rosa, modelo de lirismo o el raconto de Jeremías, cuya velocidad no sólo impresiona, sino que lleva al espectador una evidente sensación de agobio. Parece que ha sido necesario reducirlo para que el espectáculo (sin descansos por necesidades de la situación pandémica) no durara excesivamente. Sin embargo, no se advierten cortes en el desarrollo de la acción, salvo para quienes puedan saberse de memoria el libreto original.

La pareja protagonista (Enrique Ferrer y Rocío Ignacio)

De la música, ¡qué decir!  Es Chapí. Riquísimo en la orquesta (el público escuchó con silencio impresionante, el magnífico nocturno); respetuoso con las voces, a las que ayuda con una instrumentación llena de color; adecuado en las músicas que ambientan la escena (esas marchas en el límite de lo ridículo); conocedor de la importancia del coro al que cuida con esmero.

El rey que rabió es zarzuela que requiere una buena nómina de intérpretes: 16 personajes figuran en el reparto de esta versión. Enrique Ferrer, tenor madrileño, hizo el Rey; me dio la impresión de que comenzó algo nervioso, pero fue afianzándose hasta conseguir una actuación notable. La soprano sevillana Rocío Ignacio, fue una Rosa sobresaliente, tanto en lo canoro (estupenda su romanza “Yo que siempre de los hombres”) como en la parte exclusivamente teatral donde actuó con desparpajo y desenvoltura.  Estos dos son los personajes “serios”, el resto son “cómicos” en distinta gradación. El primero a citar es Jeremías, encarnado por el tenor José Manuel Zapata; estuvo muy bien, convincente en su papel de pobre y desilusionado enamorado, quizá algo exagerado en algún momento, y solventó con soltura el complicado fraseo de su famoso “raconto”.  María José Suárez, fue la labradora María; muy acertada, fuerza en el personaje, convicción y dominio.  El General, el Intendente, el Almirante y el Gobernador, son el cuarteto de aprovechados consejeros del monarca. Fueron interpretados por Rubén Amoretti, Carlos Cosías, Ígor Peral y José Julián Frontal, respectivamente. El papel de mayor relevancia es el del General, defendido por Amoretti con capacidad, gracias a su voz potente, densa y redonda. Alberto Frías, tenor-actor, salido para el género del Proyecto Zarza, fue un Capitán adecuado al papel escrito: ridículo, exagerado, torpe, casi grotesco… que interpretó con ganas y adecuación.  Mereció plausos. Papeles cortos son los de el Alcalde (Pepe Molina), el labrador Juan (Sandro Cordero), el Paje (Ruth González) y el Corneta (Antonio Buendía). Los cuatro cumplieron, conforme al nivel general del elenco. Mención especial para el titiritero Jofre Carabén, que movió con gracia la marioneta que daba vida al famoso perro, cuya aparición en escena arrancó risas del público.

El Capitán y Jeremías (Alberto Frías y José Manuel Zapata)

El coro, a pesar de cantar con mascarilla, lo hizo con su calidad y adecuación habituales: afinación, sonido redondo, sin estridencias ni desigualdades … Una actuación excelente; una más. La orquesta, también restringida en su plantilla, como el coro, comenzó sonando al principio con demasiado volumen a mi juicio, aunque a lo largo de la representación fue aplacándose. Iván López Reynoso, director mexicano, hizo un trabajo muy meritorio en muchos momentos. Uno de los destacable fue el “nocturno” en el que la orquesta sola creó un maravilloso clima de calma, contemplación y ensueño; él y sus músicos fueron ovacionados.

 

Este Rey que rabió (que en realidad rabia poco), es un excelente broche para cerrar una temporada interesante, difícil de llevar a buen término en las circunstancias que atravesamos. Aplausos y felicitaciones para todos.

Vidal Hernando.

 

Escena del nocturno (Fotos: Javier del Real. Teatro de la Zarzuela)

 

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