Buscar este blog

martes, 8 de noviembre de 2022

Guindillas y chorizos.


Don SEBASTIÁN
.  Buenas tarde, Don Hilarión.

Don HILARIÓN.  Buenas tardes, Don Sebastián.

SEB.  ¿Qué, me lo cuenta, o no me lo cuenta?

HIL.   ¿Qué le tengo que contar? ¡No le entiendo! ¿Cómo sabe usted que quiero contarle algo?

SEB.   ¡Por Dios, Don Hilarión! ¡Si lo trae usted escrito en la faz!

HIL.   ¡Qué barbaridad! ¡Y qué pupila se gasta usted, querido amigo!

SEB.   ¡Pues claro! ¡Lo que a mí se me escape! Desde que le he visto dar la vuelta a la esquina, le he calado. Y me he dicho: “Sebastián, Don Hilarión viene deseoso de contarte algo” ¡Y algo gordo! … ¡Lo que a mí se me escabulla!

HIL.   Y, ¿cómo es usted, tan “premonitorio”?

SEB.   ¡Don Hilarión! No olvide que soy tendero casi desde que prescindí de la dentición láctea. Llevo tantos años de cara al respetable, que en cuanto veo entrar en mi tienda a una dama, sé si va a comprar algo o sólo a mirar y matar el tiempo,

HIL.   ¡Qué habilidad! No le conocía yo esa faceta. A mí no me pasa lo mismo, y mire usted que llevo en la botica casi tantos años como los que dicen que vivió Matusalén.

SEB.   Hombre, Don Hilarión, perdóneme, pero su circunstancia, que diría el filósofo, y la mía, son distintas. 

HIL.   ¡No me diga!

SEB.   Le digo. Mire usted, a mi tienda vienen muchas mujeres a ver trapos, a enterarse de lo que es moda o no, a cotillear… ¡A mirar!, solamente a mirar y sin intención alguna de dejarse los cuartos en el mostrador. A su botica, dese usted cuenta, no va nadie a mirar si están de moda los calomelanos, o los parches porosos. A usted nadie le pregunta si la penicilina es mejor que la estreptomicina y si los purgantes van mejor con el tono de piel. En su botica, los clientes entran, le dan a usted un papel escrito con letra jeroglífica, y nada más.

HIL.   ¡Cómo lo sabe usted! Ya lo dice el sainete: “Tiene razón, Don Sebastián, tiene muchísima razón”,

SEB.   Pero dejemos a un aparte las habilidades sicológicas comerciales de cada cual, y confiéseme eso tan importante que está usted ansioso por contarme.

HIL.   Pues allá va. La cosa es que al fin se canta la gloria.

SEB.   Ya, ya. Es decir, que a todo cerdo le llega…

HIL.   Hombre, Don Sebastián. No me parece que esa expresión de la sabiduría popular venga al caso con lo que quiero contarle.

SEB.   ¡Pues, cuente, hombre de Dios, cuente! ¡Y déjese de refranes, proverbios o aforismos! Y descubra el secreto, de una vez.

HIL.   Sea. Pues que dentro de ocho o diez días se estrenará la zarzuela Policías y ladrones.

SEB.   ¡Me deja usted de piedra! Ya era hora: A la tercera va la vencida, más vale tarde que nunca.

HIL.   Ahora es usted es que se ha puesto refranero.

SEB.   Es cierto, perdone. Es por el entusiasmo; cada vez que me dan una buena noticia, en lugar de dar saltos de alegría, o ponerme como unas castañuelas, me da por enjaretar dos o tres dichos populares para manifestar mi exaltación.

HIL.   Cada uno es libre… Pues sí, parece que por fin, tendremos ocasión de asistir al estreno de una nueva producción del Teatro de la Zarzuela que todo el mundo espera con ganas.

SEB.   No me extraña. El personal está ansioso por ver si hoy día la zarzuela puede continuar viva, si se puede hacer un espectáculo lírico-teatral (esto quiere decir cantado y hablado, como usted sabe) para continuar alimentando una tradición cultural con más de 400 años de historia. 

HIL.   Entiendo la inquietud del respetable. Yo también estoy nervioso y expectante. Tengo puestas muchas esperanzas en esta prueba.

SEB.   Pues tranquilícese, amigo, sosiegue ese ánimo. Verá usted como todo sale bien y esos “guindillas y chorizos” dan continuidad a los calmosos agentes de la autoridad y a los habilidosos y despreeoupados ratas de nuestros tiempos jóvenes.

HIL.   Bueno, bueno. No tengo muy claro que los personajes vayan a ser como aquellos. Más bien parece que tiene que ver con mangantes de guante blanco, con comisionistas, intermediarios o corruptos. No sé detalles, porque no he tenido ocasión de leer el libreto, pero creo que la obra va por ahí.

SEB.   O sea, siguiendo la tradición. Lo entiendo porque, y perdóneme que recurra otra vez al refranero, la estameña no confecciona al clérigo, es decir …

HIL.   Ya sé lo que quiere usted decir …

SEB.   Pues eso.

HIL.   Mire usted. Don Álvaro del Amo, es decir, el libretista, es un hombre de prestigio literario, con experiencia como guionista, novelista, dramaturgo y crítico musical. Él, junto con don Tomás Marco, el compositor, han velado las armas de esta zarzuela durante más de ocho años, teniendo que vérselas con enemigos poderosos.

SEB.   Ya me lo imagino. Velar las armas, como Don Quijote. Mire usted, Don Hilarión, le voy a confesar una cosa.  En este país estamos tan rodeados de ladrone[JPM1] s, encantadores, cantamañanas, pintamonas y vividores a costa ajena, en general, que quien más y quien menos tiene que velar sus armas y estar siempre alerta, por si los dípteros voladores, es decir las moscas.

HIL.   Pero, vamos. Ya le digo que yo tengo esperanzas.

SEB.   Veremos. ¿Y de la música? ¿Qué me puede usted decir de la música?

HIL.   ¿De la música? ¡Qué quiere que le diga! ¡Que es la combinación de los sonidos con el tiempo!

SEB.   No me tome usted el pelo. Pregunto si escucharemos romanzas, dúos, concertantes, mazurcas, valses, seguidillas … Porque, don Tomás Marco tiene fama de ser un músico, ¡cómo diría yo, “contemporáneo”. Y eso, pues que quiere que le diga… Para la zarzuela, …

HIL.   ¡Quien sabe! Lo mismo don Tomás, como usted le llama, nos sorprende. Antecedentes tenemos. Recuerde usted que la música de nuestra Verbena de la Paloma, la compuso un sesudo compositor, castellano viejo, director del Conservatorio, autor de varias óperas, digamos “densas” … Y, mire usted, por donde nos salió el salmantino … 

SEB.   Me está usted poniendo los dientes largos, y los nervios como las alabardas de los vigilantes del Palacio de Oriente. Y, otra cosa, ¿Qué es Policías y ladrones? ¿Una zarzuela, un drama, una comedia, un apropósito, una revista…?

HIL.   Pues tampoco lo sé. Los autores la han llamado “zarzuela contemporánea”. Aunque, para mí que es un “sainete”.

SEB.   ¿Y eso? ¿Por qué piensa usted que es un sainete”?

HIL.   Porque si fuera de verdad, los personajes no estarían a la luna de Valencia, sino en  el Gran Hotel de Carabanchel.

SEB.   Don Hilarión, que ese “cinco estrellas” hace tiempo que no existe.

HIL.   ¡Ah, no! ¡Quizá por eso así nos va!

SEB.   ¡No se preocupe, Don Hilarión! Recuerde que tanto va el cántaro a la fuente…

HIL.   Ya, ya, Pero ahora son de plástico…

SEB.   Y una última cuestión. Si la obra lleva escrita ocho años, y no se entrena hasta ahora, ¿les pagarán a los autores derechos “de demora”.

HIL.   ¡Ay, Don Sebastián!, ¡qué cosas tiene usted!



No hay comentarios:

Publicar un comentario