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viernes, 13 de octubre de 2023

El caballero de Olmedo. Estreno mndial.

 

Ópera de Lluís Pasqual, con música de Arturo Díez Boscovich.

Intérpretes: Joel Prieto, Rocío Pérez, Germán Olvera, Nicola Beller Carbone, Berna Perles, Gerardo Bullón, Rubén Amoretti, Graciela Moncloa, Francisco Pardo. Coro Titular del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Arturo Díez Boscovich.

Dirección de escena y adaptación del texto: Lluís Pasqual. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Franca Squarciapino. Iluminación: Pascal Mérat. Coreografía: Nuria Castejón. Videoescena: Fran Aleu. Teatro de la Zarzuela, 11 de octubre de 2023.

Una vez más, el Teatro de la Zarzuela vuelve a ser escenario del estreno absoluto de una ópera española de nueva creación, género al que ha venido prestando atención, con distinta intensidad, a lo largo de historia.  En esta ocasión se trata de la adaptación realizada por el director de escena catalán Lluís Pasqual, de la “comedia burlesca” Elcaballero de Olmedo, de Lope de Vega. La música ha sido realizada por el compositor malagueño Arturo Díez Boscovich.

Con el teatro prácticamente lleno hemos asistido una sesión novedosa e interesante, más por la forma de exponer la historia que por los significados morales que de ella quieran extraerse. La transformación realizada, mantiene el texto en verso, con un lenguaje antiguo que, a buen seguro, dificulta la comprensión de la historia que se narra. Si a ello sumamos que, al tratarse de una ópera, todo el libro es cantado, además en tesituras extremas y en un lenguaje musical moderno, sin melodías que arrastren, en un estilo entre recitado y “parlato”, quizá se justifique la “frialdad” del público que, a mi parecer, sólo fue entrando en la obra mediada la misma.


El canto de este Caballero se mueve en tesituras elevadas, difíciles para los intérpretes y, en muchas ocasiones muy arriesgadas por sus exigencias técnicas. Las intervenciones se mueven en terrenos dinámicos medios y altos y el acompañamiento instrumental se presenta con personalidad propia, a veces con demasiada presencia. La obra comienza con una interesante obertura, en la que los metales brillan con derroche de potencia, y termina con una impresionante escena en la que el coro, en formación compacta, estático y vestido de negro, entona el texto latino de un Requiem. No obstante, esta es una primera impresión. Si se tiene ocasión de volver a escuchar el trabajo del compositor, quizá encontremos más puntos de interés en una partitura que se extiende, sin interrupción, hasta los 110 minutos.

Joel Prieto, tenor lírico, hizo el papel de Don Alonso, el enamorado de Doña Inés, venciendo las grandes dificultades de una tesitura muy exigente. Rocío Pérez, como Doña Inés, también se movió con eficacia por las alturas. Ambos expusieron un dúo con intensidad y solvencia. El personaje de Don Rodrigo fue defendido por el poderoso barítono mejicano German Olvera. La hermana de Doña Inés, con un papel de menos relevancia que los anteriores, fue defendida por la soprano malagueña Berna Perles. Otro rol femenino, el de la alcahueta Fabia, esencial para la historia, estuvo a cargo de la versátil soprano alemana Nicola Beller Carbone, a la que ya hemos aplaudido en estas mismas tablas en otras ocasiones. Gerardo Bullón, barítono madrileño, fue Don Fernando, prometido de Doña Leonor, cuyas cualidades son conocidas por sus muchas intervenciones en zarzuelas en este mismo teatro. Nos gustó el trabajo serio, convincente y rico en lo musical, de Rubén Amoreti, que dio vida a Tello, el criado de Don Alonso.

El coro del teatro, que casi siempre cantaba fuera de escena, sonó afinado y compacto, como ya es habitual. Y especialmente intenso en el Réquiem, en el que arrancó uno de los pocos aplausos espontáneos de la velada. La orquesta, brillante, poderosa y colorista, sonó con fuerza. Dio la medida el compositor, habituado a escribir para la escena cinematográfica.

La escenografía, minimalista y sencilla, a base de paneles móviles, sobre los que se proyectaban paisajes y cielos castellanos, y sobre los que se derramaba la sangre del asesinado Don Alonso, funcionó con eficacia, acompañando la escena, pero sin robarle protagonismo. El vestuario, diseñado por Franca Squarciapino, respondía a los cánones de los personajes y la época en que los diseñó Lope. A pesar de la diferencia de época, no desentonaban con lo que se escuchaba. 

En conjunto fue una velada interesante de la que podremos extraer más detalles atractivos si tenemos ocasión de volver a contemplarla. Un estreno absoluto más para la historia de la Zarzuela, y para el patrimonio musical hispano.


Vidal Hernando.

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