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jueves, 8 de febrero de 2024

Origen de La vida breve, de Fernández Shaw y Falla.

Es muy probable que en la consideración de los melómanos españoles La vida breve figure en los primeros lugares de las creaciones operísticas, tanto por la categoría de sus creadores, como por sus propios valores musicales, y por el hecho, conocido y mayoritariamente denostado, de que su estreno no se produjera en Madrid.


El proceso de creación de La vida breve no está suficientemente aclarado. En contra de la creencia general, el primitivo origen de La vida breve no está en el concurso de Bellas Artes de 1904, pues sostiene Guillermo Fernández-Shaw que “La vida breve se hallaba muy adelantada de composición cuando, a principios del mes de julio de 1904, hizo públicas la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando las condiciones de un concurso de obras musicales españolas”[1]. Esta misma opinión la sustenta Antonio Fernández-Cid: “andaba ya muy adelantada la composición de La vida breve cuando en julio de 1904, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando convocó un concurso de composición[2].

 Por otra parte, según Maribel de Falla[3], cuatro fueron las intenciones del compositor, explicadas por él mismo, para escribir La vida breve:

 1 – Hacer la ópera española en forma dramática, para lo cual no encontré ningún ejemplo en todo el teatro lírico español.

2 – Formar su música con la serie del canto y de las danzas populares.

3 – Procurar ante todo y sobre todo evocar sentimientos de temor o de alegría, de esperanza y de tortura, de vida y de muerte, de exaltación y de abatimientos, todo ello unido a ciertas visiones interiores de sitios, de momentos, de paisajes, etc. 4 – Sacar unas cuantas monedas para ir viviendo.


 De estas cuatro razones, la última podría relacionarse con los rendimientos dinerarios que pudieran producir sus representaciones, y no tanto con la dotación del premio. En cualquier caso, no hay ninguna referencia al concurso.

Manuel de Falla

Partiendo de esas bases, nada tiene de extraño la unión de Fernández Shaw y Falla para llevar a cabo una tarea como ésta. Ambos, aún residiendo en Madrid, eran gaditanos de origen, se conocían y se trataban y, seguramente surgió entre ellos la idea de escribir una ópera. Los dos tenían mucho interés en contribuir al tema de la ópera española, anhelo de tantos autores nacionales.

Quizá convenga detenerse en este detalle. ¿Por qué una ópera? Ninguno de los dos ignoraba la situación de las óperas escritas por españoles en Madrid, el desinterés del Teatro Real, que entre 1900 y 1904 sólo había estrenado dos óperas españolas, y el del público que sólo quería ópera italiana. Lo más lógico es que hubieran pensado en una zarzuela, género en el que Fernández Shaw ya tenía experiencia tanto en el género grande como en el chico[4], modelo para el que el propio Falla había dado a conocer Los amores de la Inés, en el Teatro Cómico en 1902. En la zarzuela podían desarrollarse perfectamente las ideas artísticas preconizadas por Falla. La zarzuela era, además, el espectáculo musical en el que se podía ganar dinero, si se tenía la suerte de dar en la diana del éxito.

Decidido ya el proyecto, se barajaron varios temas, entre ellos el de la dramática leyenda de José Zorrilla A buen juez mejor testigo[5], en la que el mismísimo Cristo de la Vega toledano, desclavando su brazo derecho de la Cruz, jura a requerimiento de un juez, que escuchó a Diego Martínez prometer desposarse con Inés de Vargas, en esa misma ermita, a los pies de su imagen.

 Al final, el tema se decidió en torno a una historia de amor popular y se situó en Granada, lo que daba al compositor ocasión de evocar la magia del Sacromonte y la fuerza expresiva de los cantos gitanos.

José Luis García del Busto aporta la idea de que Falla conoció un poema de Carlos Fernández Shaw titulado La chavalilla y publicado en Blanco y Negro el 19 de noviembre de 1904, cuya historia le impresionó hasta el punto de pensar en una posible obra escénica, basada en esta idea. El más remoto origen de la ópera en esta poesía lo avala también Emilio García Carretero[6] que recuerda que el día 23 de enero de 1915 se celebró en el Teatro de la Zarzuela, de Madrid el beneficio a los autores de La vida breve, en el que se ofrecieron poesías de Fernández Shaw leídas por Sofía Romero, y citando la crónica de ABC, escribe:

 “La chavalilla, inspirada poesía, madre de La vida breve, fue subrayada con calurosos aplausos y significó un éxito para Sofía Romero”.

En julio de 1904, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, convocó un concurso para premiar distintas obras musicales. El plazo de presentación se cerraba el 31 de marzo de1905 y el premio eran 2.500 pesetas; el setenta por ciento para el compositor y el treinta para el libretista.

Falla trabajó muy deprisa hasta el punto de que tuvo que pedir ayuda a su hermano Germán para que copiara el texto del libreto en la partitura. Germán, que no sabía música, se equivocó y llegó a colocar sílabas hasta en algún silencio. Falla añadió al envío de la obra estas palabras: “Debido a la premura del tiempo, el autor hubo de encargar la copia de la parte vocal a un copista, quien, por no conocer suficientemente la música, dispuso mal, en algunos pasajes, la letra. Y espera que el Jurado se hará cargo de que tales inconvenientes no son imputables al autor”. Para un profano, llama la atención la premura con que fue presentada si es que la obra estaba “muy adelantada”, nueve meses antes, como hemos escrito más arriba.

El premio era para una “ópera en un acto”, pero La vida breve ha pasado por varias denominaciones; la idea inicial, según consta en el manuscrito conservado en la Fundación March, era la siguiente: “Poema dramático (luego tachado para sustituirlo por drama lírico), original, en un acto, dividido en tres cuadros y un intermedio”. Tras sucesivos cambios ha quedado definitivamente en “drama lírico en dos actos y cuatro cuadros”.

Al concurso se presentaron varias obras y el fallo se leyó el 13 de noviembre de 1905, otorgando el primer premio en el apartado de óperas a La vida breve, presentada bajo el seudónimo de “San Fernando”[7]. Habían compuesto el Jurado Tomás Bretón, como presidente, acompañado por Emilio Serrano y Manuel Fernández Caballero.

Como es sabido, la ópera no fue dada a conocer en Madrid, a pesar de que el artículo noveno de la convocatoria estaba redactado en los siguientes términos: “la Academia habrá de procurar que las obras premiadas sean ejecutadas públicamente, con la debida brillantez, en un teatro de Madrid”. Hay que recordar, quizá incluso como desagravio, que en esa época el empresario del Teatro Real, José Arana, no tenía por contrato ninguna obligación de montar ópera española alguna en la temporada del teatro de la Plaza de Oriente, y no lo hizo aunque La vida breve no es una producción costosa pues tiene poco elenco, decorado y vestuario.

Por otra parte, no hay constancia de que se hicieran gestiones con otras empresas teatrales para dar a conocer la ópera y cumplir así el compromiso moral anunciado. En 1904 ofrecieron estrenos líricos en Madrid los teatros Apolo, Cómico, Eslava, Lírico, Moderno, Novedades y Zarzuela. Es verdad que no todos estaban en condiciones de ofrecer una obra como ésta con ese inconcreto requerimiento de “la debida brillantez”; pero seguramente alguno de ellos hubiera llegado al nivel buscado.

En 1907 Falla marchó a París para darse a conocer como pianista y compositor. En la capital francesa conoció a Isaac Albéniz, a Claude Debussy, a Ricardo Viñes, a Maurice Ravel, que, le ayudaron en distintas formas. Estrenó en la capital francesa algunas obras y mostró La vida breve a Paul Dukas, que le escuchó primero con reservas y luego con entusiasmo.

Sin embargo, por lo que a la ópera se refiere lo más importante fue conocer a Pablo Milliet, director de Le Monde Artiste Ilustré, una importante revista cultural y un enamorado de España (le había sido concedida la Cruz de Caballero de la Orden de Carlos III). Y, sobre todo, tenía influencia sobre los teatros líricos parisinos y experiencia como traductor de algunas óperas. Al conocer La vida breve, Milliet sugirió traducir la obra y procurar su estreno en la Ópera Cómica. Realizó la traducción que quedó a gusto del exigente Manuel de Falla y de Carlos Fernández Shaw.

Milliet llevó la obra al director de la Ópera, Alberto Carré, pero, según información del propio Falla, existía la dificultad de que el estado francés no financiaba en la Ópera Cómica ninguna obra que no fuera de autor francés; en consecuencia había de ser Carré quien corriera con los gastos y el resultado fue que el estreno de la obra española no se planteó como inmediato.

Carlos Fernández Shaw murió en junio de 1911 sin ver estrenada su ópera, aunque siempre confió en ella:

 “Acordaos de lo que os digo: mis nietos cobrarán derechos de La vida breve, difundida por todo el mundo. Y Manolo será un día un valor universal. Tengo el orgullo de haber creído en él antes que nadie”.

Son palabras premonitorias del libretista dichas a su familia en Cercedilla, en el verano de 1908[8].

 Al conocer la noticia de la desaparición de su colaborador, Falla reanudó sus intentos de conseguir el estreno, para ofrecerlo al amigo muerto como una especie de homenaje. Entabló conversaciones con el Teatro de la Moneda, de Bruselas, se la hizo conocer a la famosa cantante Mary Garden, que se entusiasmó con ella, y llegó a presentársela a M. de Farconnet, director del Casino Municipal de Niza en diciembre de 1912. Este prometió estrenarla y la fecha quedó fijada en febrero del año siguiente, aunque por distintas causas se retrasó hasta el día primero de abril.

Falla dio cuenta del estreno a la viuda de Carlos Fernández Shaw con un telegrama muy escueto: “El éxito ha sido superior a cuanto yo podía esperar”. La inmortalidad de La vida breve acababa de empezar.

El éxito de Niza hizo renacer la idea de llevar la ópera a París. Falla, agradecido a M. de Farconnet y entusiasmado por la interpretación de la Señorita Grenville quiso que fuera el elenco de Niza quienes tuvieran prioridad para el estreno en París. Se mostró la obra a M. Astruc, director del Teatro de los Campos Elíseos y quedó en que se estrenaría al año siguiente. Pero Alberto Carré y el editor Max Eschig (con quien Falla y Fernández Shaw habían firmado un contrato para la edición de la ópera) se adelantaron. Falla se sintió incómodo y violento porque el trato entre Eschig y Carré se había hecho a sus espaldas. No tuvo poca influencia Margarite Carré, de soltera Ada Adiny[9], soprano dueña y señora de la Ópera Cómica a la que se le había metido entre ceja y ceja ser la Salud de la obra española. Falla intentó arreglar el asunto pero no fue posible y los dos empresarios hicieron del tema “una cuestión de amor propio”, dice Guillermo Fernández-Shaw.

Carlos Fernández Shaw

Antes del estreno, Falla fue invitado a entrevistarse con Tito Ricordi, dueño de la gran casa editorial, en Milán y allí fue el compositor con su ópera bajo el brazo. Pero Ricordi, aunque reconoció que la obra le gustaba, no la vio “comercial”, y, quizá como compensación pero advirtiendo los grandes valores artísticos del músico español, le ofreció escribir la música para un libreto basado en El genio alegre, de los hermanos Álvarez Quintero, que había pedido Puccini, pero que pensó que un compositor español sería más adecuado para ponerla en música.

Todavía surgió otro problema que preocupó mucho a Falla. En la cubierta de la edición de la partitura figuraba el siguiente título: La vie brève. Poème en deux actes et quatre tableaux de C.F. Shaw. Adaptation de Paul Milliet. Musique de Manuel de Falla, que no cumplía lo convenido porque ni figuraba el nombre completo del libretista ni se especificaban los términos “adaptación francesa” que era lo acordado. Falla se quejó, Milliet prometió hacer las correcciones, pero no lo hizo porque, al parecer, lo que pretendía era pasar por coautor del texto. Su única aportación había sido la idea de que lo que era obra en un acto y cuadro cuadros pasase a denominarse obra en dos actos con dos cuadros cada uno. La tensión entre Falla y Milliet fue extrema, hasta el punto de que dejaron de hablarse incluso durante los ensayos. El asunto se resolvió: Milliet redactó la edición conforme a los deseos de Falla …, después de que éste le cediera parte de sus derechos de autor y le prometiera poner música a un texto original suyo.

La vida breve se estrenó en la Ópera Cómica parisina el 30 de diciembre de 1913[10]. Falla escribió a doña Cecilia de Yturralde, viuda de Carlos,: ”¡Cuánta pena me daba el pensar en nuestro inolvidable Carlos! ¡Lo que hubiera gozado!”. La prensa acogió la obra con entusiasmo.

Suzanne Demarquez, en su biografía del compositor gaditano, se hace eco de la opinión de Pierre Laló que reproducimos[11]:

“La partitura es una de las más gratas que la Ópera Cómica nos ha ofrecido desde hace muchos años. No gustándome enteramente, me referiré ante todo a lo que menos estimo: las escenas de amor, cuando menos en parte. En estos momentos de expansión sentimental, parece que Manuel de Falla no consigue desprenderse de esa influencia italiana que durante tanto tiempo dominó la música española. Lo mejor de la obra se halla en la nota pintoresca: la impresión del país, el sentimiento del paisaje, del cielo, de la luz, de la hora que envuelve constantemente a los personajes como una atmósfera sutil; lo pintoresco está íntimamente ligado a la vida del drama. Y el encadenamiento de esa atmósfera es singularmente intensos.”

Los ecos del éxito llegaron a España. Los periódicos de Madrid y Barcelona dieron cuenta del triunfo con entusiasmo. Como nos ha ocurrido, y nos seguirá ocurriendo, muchos españoles reconocen el valor de algo suyo gracias al reconocimiento previo que de ello se hace fuera de nuestras fronteras. A la vista de lo que ya era obvio, hubo intentos de llevar La vida breve al Teatro Real, pero Falla se negó a que su ópera fuera representada en el teatro madrileño ¡en francés!

“Algo debió suceder”, escribe Guillermo Fernández-Shaw para que La vida breve fuera ofrecida en Madrid en el Teatro de la Zarzuela, el 14 de noviembre de 1914. Ese “algo debió suceder”, esconde, sin duda, otra batalla más librada por fuerzas poderosas, aunque nos sean desconocidas, para que la obra de Fernández Shaw y Falla pudiera ser vista en España, nueve años después de haber sido premiada por Bellas Artes.

El éxito fue enorme, la prensa se volcó con largos comentarios, sesudas críticas, fotografías de los autores y de los intérpretes… con un denominador común: el lamento de no haberla conocido antes. Federico Sopeña, en su biografía del músico[12], ofrece algunos detalles interesantes sobre la presentación en España de la obra; fue puesta en escena por la empresa de Arturo Serrano y, después de Madrid, se ofreció en Zaragoza, Santander, San Sebastián, Gijón, Oviedo, Valladolid, Logroño y Bilbao, y se dieron, en total, 32 representaciones.

Desde el estreno en la Zarzuela, transcurrieron once años hasta que el Teatro Real tuvo que cerrar sus puertas, amenazado por la ruina. Por ello tampoco hubo ocasión para que La vida breve subiera a su escenario. Cuando lo hizo, el 11 de octubre de 1997, la obra de Fernández Shaw y Falla se presentó como un desagravio, aunque el coliseo de la Plaza de Oriente no tuvo tanta responsabilidad a juzgar por los datos que hemos recordado más arriba.

Según García Matos, que publicó en el Anuario Musical de 1972 un estudio sobre la obra, no hay ninguna cita folclórica concreta en el primer acto, le extraña, incluso, que Falla no estuviera más cerca de elementos folclóricos concretos en momentos como el canto de la fragua (que hubiera admitido muy bien un martinete) o en la intervención de Salud, “Vivan los que ríen, mueran los que lloran”, bien como seguiriyas. Sí es de origen folclórico la soleá del segundo acto, a cargo del cantaor que proviene de los cancioneros de Hernández y Ocón. Incluso detalla García Matos, puntos de contacto entre la Danza del segundo acto y La reina mora[13] de Serrano[14].

 

LA CHAVALILLA

(Poema original de Carlos Fernández Shaw que inspiró La vida breve)

“Déjame, Pastora;

déjame, por Dios.

¿Qué le importa a nadie, si nadie me quiere,

que me muera yo?”

 

“¿Qué le importa al mundo…

ni a nadie de mí?

¡Déjame, Carmela, por Dios te lo pío!

¡Déjame morir!”

 

En patio alegre

de casa limpia,

allá en los altos

del Albaicín,

una gitana

de quince abriles

así lloraba y hablaba así.

 

Todo en la pobre

temblaba a un tiempo

con angustioso

vago temblor;

la cara linda

y el seno leve,

las manos finas,

la dulce voz…

 

¡Pobre chavala,

flor medio muerta

entre las flores

de su jardín,

cuando las gracias

que prometía

tan sólo estaban

a medio abrir!

 

¡Flor consumida

por mal profundo!...

¡Flor malograda

por mal de amor,

que apenas puede

vivir muriendo…

en un ambiente

lleno de sol!

 

Una gitana

la sostenía,

de blancas greñas,

de oscura tez;

sabia doctora,

gran curandera

de las congojas

que da el querer.

 

Y estaba enfrente

de la chiquilla,

con incansable

curiosidad,

otra gitana

también muy vieja

que no paraba

de suspirar.

 

Vanos consuelos

eran los suyos

para los males

de la infeliz.

¡Pícaros males!

¡Pobre chavala!

Lloraba a mares

y hablaba así:

 

“Déjame, Pastora;

déjame, por Dios.

¿Qué le importa a nadie, si nadie me quiere,

que me muera yo?”

 

“¡Pa vivir tan sola,

pa llorar así,

¿no es mejó que acabe, que me vaya pronto?

¡Déjame morir!”

 

“¡Sin pare y sin mare,

qué sola quedé!

¡Ya nadie me quiso! ¡A mí que vivía

de tanto querer!”

 

“Y puse en un hombre

después mi ilusión,

y el hombre era falso, más falso que Judas

y al fin me engaño”.

 

“¿Qué le importa al mundo

ni a nadie de mí?

¡Déjame Carmela, por Dios te lo pío!

¡Déjame morir!”

 

En sus miradas,

como un relámpago,

terrible angustia se reflejó,

y de repente, de entre los brazos

que la estrechaban

la chavalilla se desprendió…

 

¡Muerta! ¡En el suelo tendióse muerta!...

Sin más palabras, sin más suspiros:

¡muerta de angustia!

¡muerta de amor!

Al seco golpe del cuerpo inerte,

más bien se unieron que contestaron

dos alaridos…

¡y luego el patio quedó mudo!

 

¡Nadie en el mundo lloró a la pobre!

¡La chavalilla…

la flor preciosa,

de pronto muerta,

cuando las gracias

que prometía

tan sólo estaban

a medio abrir!

Algunas veces, de igual manera,

sobre los campos, solo y perdido,

un pobre pájaro viene a morir…

y nadie llora, y el mundo marcha,

mientras el pájaro se muere allí…

 

…..

 

¡Después de todo…! La vida es mala;

todo es engaño, maldad en ella!

¡Quién más nos jura cariño eterno

suele engañarnos también al fin!

¡Morir a solas! ¡Morirse pronto!

¿Es gran desgracia o es gran ventura morirse así?

 C. Fernández Shaw.

(Estos versos se publicaron junto a un dibujo de Huertas que representa a una joven triste, a la que intentan consolar dos ancianas).

 

La vida breve.  Datos básicos. Drama lírico en dos actos y cuatro cuadros. Libreto de Carlos Fernández Shaw. Música de Manuel de Falla, Estreno: 1 de abril de 1913, en el Teatro del Casino Municipal, de Niza.

Sinopsis. Soledad, una gitana del Albaicín, se enamora locamente de Paco, un joven ricachón que tras seducirla y prometerle matrimonio, se casa con otra mujer de su clase social. Soledad se presenta en casa de su rival, precisamente cuando se celebra la boda con el perjuro y, no pudiendo soportar el dolor, cae muerta a los pies del hombre que la ultrajó.

Personajes e intérpretes principales del estreno[15]. Salud (Mlle. Lillian Granville, soprano). La abuela (Mlle. R. Fanty, mezzosoprano). Carmela (Mlle. Gerday, mezzosoprano). Paco (M. David Devriés, tenor). Manuel, hermano de Carmela (M. Termany, barítono). El tío Sarvaor, hermano de la Abuela (M. Cotreuil, bajo). Cantaor (M. Raynal). Una voz en la fragua, Una voz lejana, vendedor (M. Rouziery, tenor). Director de Escena: M. Strelesky. Pintor escenógrafo: R. Lassalle. Director musical: M. Jacques Miranne.

Números musicales. Acto I. Cuadro I.  Escena y coplas. Obreros (“¡Ande de la tarea!”. “¡Malhaya, el hombre, malhaya!”). Dúo de la Abuela y Salud (“Abuela, no viene.¡Qué tonta! ¡Vendrá!”). Aria de Salud (“¡Vivan los que ríen!”). Dúo de Salud y Paco (“Tú no sabes qué susto me has dado”). Dúo de La Abuela y Tío Sarvaor (“¿Ande vas? ¡A matarlo!”). Copla. Voz en la fragua (“Malhaya, la jembra, malhaya!”). Cuadro II.  Intermedio. Orquesta y coro. Acto II. Cuadro I. Soleares (Cantaor) (“¡Ay! ¡Yo canto por soleares!”). Danza nº 1. Instrumental. Aria. Salud (“¡Allí está! ¡Riyendo, junto a esa mujer!”). Terceto. Tío Sarvaor. La Abuela. Salud (“¿No te dije!? ¿Lo ves?”). Intermedio instrumental. Cuadro II. Danza nº 2. Orquesta y coro. Aria. Manuel (“Feliz me siento ¿pa qué negarlo?”)  Escena final. Salud. Paco. Carmela. Manuel. Tío Sarvaor. La Abuela (“¡Yo no vengo a cantar!”).

Argumento. Acto I. Cuadro I. Corral de una casa de gitanos en el Albaicín, al que dan las habitaciones y una fragua. Es un día luminoso. La Abuela avía unas jaulas de pájaros y se escucha el canto de los obreros de la fragua [Escena y coplas]. Entra Salud, nerviosa porque su novio tarda y aunque la Abuela trata de calmarla [Dúo de la Abuela y Salud], Salud no deja de mostrar su tristeza y su pesadumbre [Aria de Salud]. La Abuela anuncia la llegada de Paco [Dúo de Salud y Paco]. Los jóvenes se dirigen palabras enamoradas [Dúo de la Abuela y Sarvaor], pero una negra sombra va a cruzarse en su camino. Por la calle se ve venir al Tío Sarvaor, un gitano viejo y huraño. La Abuela le detiene en el quicio de la puerta y le pregunta: el Tío Sarvaor confirma la noticia sospechada: Paco se casa el domingo con una de su clase. Salud, enfadadilla con Paco por su tardanza, no ha advertido nada; la Abuela y Tío Sarvaor entran sin hacerse notar en la fragua de la que sale una copla dramática y premonitoria [Copla].

Cuadro II. Misma decoración del cuadro anterior aunque al fondo se divisa una vista esplendorosa del Sacromonte y las torres de la Alhambra. Nadie en escena. Salud y Paco entran en amoroso coloquio y se dirigen hacia el camino que lleva a la ciudad. Paco se despide, Salud queda viendo como él se aleja, mientras el eco de las voces va apagándose. De la fragua sale, amenazador, el Tío Sarvaor al que la Abuela trata de sujetar.

Acto II. Cuadro I. Fachada de una casa en Granada a través de la que se ve un patio engalanado para una fiesta: la de la boda de Paco y Carmela. Un cantaor alegra la celebración [Soleares] jaleado por los invitados, que comienzan a bailar.

Antes de que concluya la danza aparece Salud y presa de gran ansiedad contempla la escena desde una de las ventanas. Sus peores sospechas se confirman: Paco la ha traicionado [Aria de Salud]. Salud, desesperada, hace ademán de llamar desde la ventana, pero se detiene.

El Tío Sarvaor y la Abuela aparecen por el fondo. Salud cae en brazos de la vieja que la consuela; el Tío Sarvaor maldice a Paco [Terceto].

La fiesta continua y se escucha el jaleo de los invitados, interrumpido por Salud cuando, desde la ventana, lanza la copla trágica que se oyó en la fragua. Al oírla, Paco se pone blanco pero disimula. Fuera, el Tío Sarvaor y Salud se deciden a entrar en la casa.

Cuadro II. Patio de la casa de Carmela y Manuel muy adornado con flores, farolillos y luces. Las gentes, bien vestidas, forman alegres grupos. Paco, disimulando su preocupación, finge estar contento y haberse recuperado de su vahído, lo cual tranquiliza a Manuel [Aria de Manuel].

Tío Sarvaor y Salud atraviesan la cancela; los invitados, al ver su aspecto gitano, creen que vienen a alegrar la fiesta, pero Salud, emocionada, dice que no, que ella no viene ni a cantar, ni a bailar [Escena Final]. Paco deja escapar el nombre de la gitana que delante de todos, descubre la traición; Paco, tratando de salvarse, la acusa de mentir y pide que la echen de la casa. Salud, se lleva las manos al pecho, se ahoga, se tambalea y cae al suelo muerta.

Un murmullo de horror sale de las gargantas de los invitados; la Abuela, aparece junto a la cancela con expresión demente y no puede evitar un grito desgarrador. El Tío Sarvaor, señalando a Paco con un dedo acusador le dice: ¡Judas!

 Bibliografía.

Demarquez, Susanne.  Manuel de Falla. Nueva Col. Labor. nº 83. Editorial Labor, Barcelona, 1968,

Fernández-Shaw, Guillermo. Larga historia de “La vida breve”. Revista de Occidente. Madrid, 1964.

Fernández-Shaw. Guillermo. Un poeta de transición. Vida y obra de Carlos Fernández Shaw. Biblioteca Románica Hispana. Editorial Gredos. Madrid, 1969.

García Carretero, Emilio. Historia del Teatro de la Zarzuela. Vol. II. Fundación de la Zarzuela Española. Madrid, 2005.

Pahissa, Jaime. Vida y obra de Manuel de Falla (Nueva edición ampliada). Editorial Ricordi. Buenos Aires, 1956.

 

José Prieto Marugán

 



[1] G. Fernández-Shaw. Larga historia de “La vida breve”. Revista de Occidente. Madrid, 1964. Pág. 22.

[2] Notas sobre la ópera de A. Fernández-Cid al concierto del 17, 18 y 19-11-1972, en el Teatro Real, de la Orquesta Nacional de España, dirigido por Rafael Frühbeck de Burgos, y protagonizado por Ángeles Gulín y Enrique Serra.

[3] M. Falla. “Falla inaugura el Real”, en Melómano, año II, nº 14, octubre 1997, pág. 64.

[4] Había estrenado más de una docena de zarzuelas, entre ellas títulos tan importantes como Las bravías, El cortejo de la Irene, La revoltosa, Los hijos del batallón, La Chavala, Don Lucas del cigarral y La venta de Don Quijote

[5] Poema publicado en su libro Poesías, de 1838.

[6] García Carretero, Emilio. Historia del Teatro de la Zarzuela. Vol. II. Fundación de la Zarzuela Española. Madrid, 2005. Pág. 35.

[7] El Jurado concedió, además, menciones especiales a sendas óperas de Rafael García Valdés y Facundo de la Viña, y Manuel Viana y Luis Espinosa de los Monteros. El resto de premios se concedieron a una obra orquestal titulada A mi tierra, de Bartolomé Pérez Casas; mención especial a una página de Vicente Arregui; a Era el himno aldeano, de Dámaso Ledesma Hernández, en el apartado de cantos y bailes populares; Venite parvuli, de Joaquín Taboada Stgeger, en el grupo de canto escolar moral; Dios santo, del grupo canto escolar religioso, de José María Benaiges; el premio del apartado canto patriótico militar quedó desierto.

[8] G. Fernández-Shaw. Un poeta de transición. Vida y obra de Carlos Fernández Shaw. Biblioteca Románica Hispana. Editorial Gredos. Madrid, 1969, pág. 193.

[9] Ada Adiny o Adini. Soprano estadounidense (Boston, 1855-Dieppe, 1924), cuyo nombre real era Adela o Addie Chapman. Estudió en París con Pauline Viardot y Giovanni Sbriglia. Debutó en la capital francesa en 1887 cantando El Cid, de Massenet. Su primer marido fue el tenor español Antonio Aramburo y Paul Milliet el segundo. Cantó también en Barcelona, Milán, Turín y Londres.

[10] Carta del 9 de enero de 1914.

[11] S. Demarquez. Manuel de Falla. Nueva Col. Labor. nº 83. Editorial Labor, Barcelona, 1968, pág. 70. Prácticamente esta misma información la reproduce Jaime Pahissa: Vida y obra de Manuel de Falla (Nueva edición ampliada). Editorial Ricordi. Buenos Aires, 1956, pág. 70.

[12] Sopeña, Federico. Vida y obra de Falla. Turner Música. Madrid, 1998, pág. 65

[13] La reina mora, sainete de los hermanos Álvarez Quintero, con música de José Serrano. Se estrenó en Apolo el 11-12-1903.

[14] Datos extraídos del programa de mano del concierto de la Orquesta y Coro de RTVE el 3 y 4-12-1979, donde se interpretó la obra con dirección de Odón Alonso y protagonismo de Margarita Castro y Alfonso Leoz. Notas de José Luis García del Busto.

[15] En atención a la importancia de la obra, incluimos la relación de intérpretes de los estrenos en París y Madrid, Teatro de la Zarzuela y Teatro Real. Adviértase que los intérpretes de la Zarzuela fueron todos gentes de la zarzuela.

Teatro de la Opera de París, (30-12-1913): Salud, Mme. Margarite Carré. La abuela, Mlle. Brohly. Carmela, Mlle. Syril. Paco, M. Francell. El tío Sarvaor, M. Vieuille. Manuel, M. Vaurs. Cantaor, M. Vigneau. Voz en la fragua, M. Donval. Director de escena: M. Carbonne. Director musical: M. Franz Rublmann.

Teatro de la Zarzuela (14-11-1914): Salud, Luisa Vela. La abuela, Teresa Tellaeche. Carmela, Candelaria Raso. Paco, Rafael López. El tío Sarvaor, Francisco Meana. Manuel y Cantaor, Emilio Sagi-Barba. Voz en la fragua, Rafael López. Director de escena: Francisco Meana. Director musical: Pablo Luna.

Teatro Real (11-10-1997): Salud, María José Montiel. La abuela, Alicia Nafé. Carmela, Pilar Jurado. Paco, Jaime Aragall. El tío Sarvaor, Alfonso Echevarría. Manuel, Vicente Sardinero. Cantaor, José Menese. Voz en la fragua, Manuel Cid. Orfeón Donostiarra. Orquesta Nacional de España. Director de escena: Francisco Nieva. Director musical: Luis Antonio García Navarro.

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