Domitila. Ópera de cámara con texto y música de João Guilherme Ripper. Ana Quintans, soprano. Irene Martínez Navarro, clarinete. Esteban Jiménez, violonchelo. Borja Mariño, piano y dirección musical. Nicola Beller Carbone, dirección de escena. Carmen Castañón, escenografía. Pier Paolo Álvaro y Roger Portal, vestuario. Pedro Chamizo, Iluminación. Madrid, Fundación March, 24 de septiembre de 2024.
El compositor
brasileño João Guilherme Ripper compuso su ópera Domitila, basándose en
la correspondencia entre el emperador Pedro I de Brasil y la Marquesa de Santos.
El estreno tuvo lugar en el año 2000, en Rio de Janeiro, y hemos tenido ocasión
de conocerla en el auditorio de la Fundación Juan March, dentro del ciclo
Teatro Musical de Cámara que, desde hace diez años, viene ofreciendo en
colaboración con el Teatro de la Zarzuela.
Se trata de un monólogo construido a partir de textos seleccionados de las cartas cruzadas entre ambos personajes históricos, acompañado por un pequeño conjunto instrumental. La ópera es interesante, aunque sólo sea por lo infrecuente de su estructura: una única intérprete canta dando vida a un hombre y a una mujer. Esto añade a su papel dificultades adicionales. Ana Quintans, soprano lisboeta, fue capaz de solventar todas las dificultades. Tiene una voz poderosa y de amplio registro tanto en el registro grave como en el agudo. En Domitila está prácticamente todo el tiempo en escena, lo que añade a su interpretación una especial dificultad. Fue acompañada por sólo tres instrumentos cuyos intérpretes intervienen también en el desarrollo escénico. Este cuarteto se desenvuelve en un espectáculo ideado por la soprano alemana Nicola Beller Carbone, que con este montaje da sus primeros pasos como directora de escena.
La función a la que asistimos fue una de las dedicadas a escolares de segunda enseñanza que ofrece la Fundación Juan March en este tipo de espectáculos. Nos interesan estas funciones para ver no sólo el espectáculo ofrecido, sino la reacción de un público que, en su inmensa mayoría, no asiste a funciones líricas, ni de ópera, ni de zarzuela. He de señalar el buen comportamiento de un teatro lleno de jóvenes, escuchando una música que no es la suya y que se mantuvo interesado y en silencio durante toda la representación. Supongo que antes de asistir hay un trabajo previo en sus centros escolares donde les “preparan”. La verdad es que este tipo de espectáculos me parecen muy interesantes, porque enfrentan a un público desconocedor con obras antiguas o modernas pero sin concesiones a quienes son “novatos” en esto de la afición lírica.
Después de la función hubo un pequeño coloquio con los jóvenes en el que escuchamos preguntas muy interesantes, probatorias de que la experiencia les llamó la atención.
José Prieto Marugán.
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