Opera de cámara en dos actos de Rodrigo Ossandón con música de Sebastián Errázuriz. Estreno: 18 de marzo de 2022, en el Teatro del Lago (Chile). Premio Ópera XXI a la mejor producción latinoamericana, en 2023.
Intérpretes: Evelyn Ramírez, mezzosoprano. Marcela González, soprano. Nicolás Fontecilla, tenor. Sergio Gallardo, bajo-barítono. María Paz Grandjean, actriz. Francisco Arrázola, bailarín-actor. Manuel Páez, músico.
Equipo artístico: Dirección de escena y dramaturgia: Marcelo Lombardero. Escenografía: Nadia González Svoboda. Vestuario: Luciana Gutman. Iluminación: Equipos técnicos del Teatro del Lago y del Teatro Biobío. Coreografía: Ignacio González Cano. Solistas de la Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: Sebastián Errázuriz. Teatro de la Zarzuela, 22 de febrero 2025.
Hace más de 500 años, Fernando de Magallanes, en aquella expedición inconmensurable que fue circunvalar la tierra por primera vez en la historia, descubrió el paso marítimo para atravesar por el sur el continente americano del Atlántico al Pacífico, conocido como Estrecho de Magallanes. Hoy, en Madrid, hemos tenido ocasión de conocer otro descubrimiento: una ópera de cámara, dada a conocer en Chile y que, gracias al Teatro de la Zarzuela, hemos tenido ocasión de ver y escuchar. Sus artífices, el guionista Rodrigo Ossandón y el compositor Sebastián Errázuriz. Su título: Patagonia,
Al proyecto de Patagonia se inició en 2017 no llegó a cuajar hasta 2022 porque hubo de pasar por muchas dificultades, pandemia incluida, para conformar la idea que Errázuriz había concebido. La ópera, pensada en principio “a lo grande”, se fue reduciendo hasta quedar en una obra de cámara, con poco elenco interpretativo, y condensada en una idea: el encuentro entre dos conjuntos de hombres absolutamente desconocidos entre sí: Magallanes y sus “hombres barbados”, y los aborígenes de aquellas tierras, loa “patagones”.
Gracias al propósito del Teatro de la zarzuela, hemos tenido ocasión de ver y escuchar esta ópera chilena, lo que ha supuesto, para nosotros, un descubrimiento.
La obra, muy trabajada en todos los aspectos, no es una reivindicación anticolonialista, en la forma en la que plantean algunos grupos político-sociales, es un drama, un “thriller” como ahora se dice, imaginado, una historia no real en la que, tras sí hay un hecho dramático y desafortunado: el secuestro de un hombre por parte de los españoles, y la peregrinación de dos mujeres indígenas para encontrarles y conseguir que se lo devuelvan. El texto del libreto sigue, en gran parte, las ideas escritas en un diario de navegación por Antonio Pigafetta, cronista italiano que acompaña a los expedicionarios de Magallanes.
La música de esta ópera nada tiene que ver con obras similares de este tipo. Se me antoja como minimalista, por sus pequeñas unidades melódicas, incorporando toques folclóricos imaginados (no hay documentos sobre cómo era la música del pueblo aonikenk) en los que sobresalen numerosos y atractivos diseños rítmicos. La línea de canto es complicada para los cantantes, no hay arias al estilo del “belcanto”, aunque sí existen intervenciones “a solo” de varios de los protagonistas. Los cantantes han tenido que hacer un esfuerzo especial para poder pronunciar el texto escrito en el antiguo lenguaje indígena, que, según uno de los intérpretes “apenas tiene vocales”, lo que les plantea muchas dificultades. A propósito del lenguaje, dejemos constancia de que el liberto e bilingüe y que compositor y libretistas han tenido la suerte (tras numerosas búsquedas e investigaciones) de encontrar a la única persona del mundo que hablaba la lengua aonikenk, lo que significa que han conseguido recuperar una lengua que ya estaba verdaderamente muerte. ¡Una gran suerte!
La interpretación del elenco me pareció muy adecuada. Cantantes con preparación lírica resolvieron los problemas que les plantea llevar adelante un espectáculo en el que no hay gorgoritos, no hay agudos brillantes, no hay figuraciones llamativas ni músicas circenses. A pesar de ellos supieron hacer llegar al público que casi llenaba la sala, el dramatismo de una situación compleja y difícil. La orquesta, a las órdenes del compositor sonó bien, acompañando la narración sin apagar las voces. La escenografía, sencilla y efectiva. Y la inclusión de imágenes de la naturaleza muy adecuada para situar la obra en ese territorio inhóspito del Sur de Chile.
Al final de la representación hubo un diálogo en el que el publico pudo preguntar a los intérpretes lo que se le ocurriera. El coloquio resultó muy interesante, a pesar de la pesadez de algunos preguntadores.
José Prieto Marugán. Fotos: Teatro de la Zarzuela.
José Prieto Marugán
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