Buscar este blog

martes, 12 de junio de 2012

PARA NO LLEGAR TARDE.


 
Hil.
Buenos días, don Sebastián. ¿Tiene usted el periódico?

Sebas.
Buenos días, don Hilarión. Pues no, no lo tengo. Lo he dejado en casa. ¿Por qué?

Hil.
Hace un rato estaba en la rebotica preparando un jarabe y me ha parecido escuchar a alguien hablando con el mancebo y le decía que a Plácido Domingo le han aplaudido más de 50 minutos.

Sebas,
Sí, eso parece. Lo he leído. No es la primera vez. ¿No le parece a usted bien?

Hil,
Pues claro que sí, Usted sabe de sobra la admiración que siento por Plácido. Además de ser madrileño, y del Madrid, como yo, siempre defiende la zarzuela.

Sebas.
Es verdad. Aunque a mí me gustaría verle con más frecuencia representando zarzuela aquí, lo cierto es que en cuanto tiene ocasión canta romanzas y dúos por todos los teatros del mundo y con las mejores orquestas. Pero, ¿a qué viene esto?

Hil.
Pues verá usted, don Sebastián. ¡Me da envidia!

Sebas.
¿Envidia de Plácido Domingo? ¡Pero bueno!

Hil.
¡De Plácido, no! ¡Vaya tontería! ¡Del público! De ese público que ha estado aplaudiendo casi una hora. Ya quisiera yo que en el Teatro de la Zarzuela se aplaudiera un poco más. Es raro que los actores saluden allí más de tres o cuatro veces.

Sebas.
Es verdad. La gente parece tener mucha prisa por abandonar la sala.

Hil.
A lo peor es que tienen que volver con hora a casa, o que les cierran la residencia…

Sebas.
Hombre, amigo Hilarión. Es usted demasiado sarcástico, incluso hiriente.

Hil.
¿Hiriente? ¡Si hay quien se marcha sin que haya terminado de bajar el telón. Algunos hasta aligeran el paso como si huyeran. ¡Ay, qué tiempos pasados! ¿Recuerda usted, querido amigo, la noche del 23 de junio de 1897, cuando se estrenó Agua, azucarillos y aguardiente, y llevamos al maestro Chueca, ¡a hombros hasta su casa!

Sebas.
Y la del 12 de diciembre de 1925, cuando hicimos lo mismo con Francisco Alonso, después de escuchar por primera vez La Calesera. ¡Cómo iba olvidarlo!


No hay comentarios:

Publicar un comentario