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sábado, 28 de diciembre de 2013

BEETHOVEN EN FAMILIA



Pensamientos de un barbero.


http://www.abc.es/Media/201306/23/maratonbeethoven--644x362.jpg


Para los católicos, el día de Navidad es uno de los más importantes del calendario. No solo celebran el nacimiento del Hijo de Dios, sino que es fecha señalada para reunirse con la familia. En este día, muchos de los que se declaran no católicos y hasta los que dicen ser enemigos acérrimos de todo lo que tenga que ver con la Iglesia, siguen esta tradición de reunirse con la familia (también mantienen la tradición de cobrar la Paga Extraordinaria de Navidad, por aquello de que “lo cortés no quita lo valiente”).

En fecha tan destacada, como digo, las familias se reúnen: padres, hijos, hermanos, tíos, yernos, nueras … todo el catálogo de parentescos. Es día de comilonas, de excesos en el beber, de alegría, de recordar a los que no están, de abrazos … y de música.

Digo de música porque, en muchas casas se cantan villancicos, esas agradables, sencillas y encantadoras cancioncillas que ensalzan la vida y el entorno en el que nació Jesús. También se escuchan villancicos en toda clase de conciertos y recitales, desde los grandes coros y orquestas profesionales, hasta los modestos grupos escolares o vecinales. Todo se llena de música en estos días. ¡Qué maravilla!


Hasta la Televisión Española, esa que llamamos “nuestra” pero en la que nada mandamos, ha decidido este año de 2013 ofrecer música a sus espectadores, en el mismísimo Día de Navidad. ¿Qué música? ¿Conciertos navideños, música popular, obras infrecuentes, páginas creadas para la ocasión …? No, amigo mío, no. Televisión Española, “la nuestra”, decidió proporcionar a sus espectadores nada menos que el Evangelio de la música sinfónica: Las sinfonías de Beethoven. Y, ¿cómo lo han hecho? Muy sencillo: metiéndolas todas, seguidas, desde la primera a la última (que es la Novena, por si alguno no lo sabe) después de la célebre Misa del Gallo. Más o menos desde la una y media de la madrugada hasta casi las siete de la mañana. ¿Alguien duda que es la ocasión y horario más adecuado? Si es así, se equivoca. El de Navidad, insisto, es el día de la reunión familiar y, ¿qué mejor actividad que escuchar música juntos? Los padres traspasan su emoción a los hijos, mientras suenan las notas de la Quinta, los novios (algunos han entrado en casa este día por primera vez) recuerdan momentos románticos al oír los pajarillos de la Pastoral, y todos unen sus manos en simbólica unidad, al escuchar el último movimiento de la Novena… ¡Precioso!

La hora, las horas mejor dicho, elegidas para emitir tan singular producción ha sido la mejor: horario nocturno, no “prime time”, como dicen los “televisionófilos”, sino en “sleep time” que es el momento de mayor intimidad de las gentes (¿No es a esas horas cuando las gentes se “confiesan” ante brujas, echadoras de cartas, magas, adivinadoras y toda suerte de futurólogos? ¿No es a esa hora cuando más clientela tienen los consultorios amorosos y/o sentimentales? ¿No son esas horas donde, en la soledad del dormitorio, nos hacemos toda clase de buenos propósitos para el día siguiente? ¿No es en esas horas, según sostiene la “comunidad científica”, cuando el cuerpo humano recopila, selecciona, guarda y asimila las actividades y vivencias del día pasado?.

Pues eso, el “sleeping time” es la hora más adecuada para escucharse, de un tirón, las nueve sinfonías de Beethoven.

¿No es esto, además, promocionar la cultura? Y, hacerlo a las tantas de la mañana, cuando la familia está reunida (aunque la mitad esté tirada en camastros y sofás, y la otra mitad se encuentre algo “perjudicada”), ¿no es oportunidad única? ¿Hay algún día del año en que se den mejores circunstancias para conocer estas obras musicales? Descarten los días laborales, quiten los de vacaciones, que son para descansar (aunque la actividad turística es una de las más cansadas para el género humano) y den un repaso a los feriados … ¿Encuentran algún día mejor que el de Navidad para empaparse de los pentagramas del alemán de la Para Elisa?

Todavía hay más argumentos en favor de tal programa en tales momentos. Todo el mundo sabe que la música clásica hay que escucharla callados. En silencio. ¡Ah, el silencio! Dice nuestro refranero que en boca cerrada no entran moscas, y es verdad indiscutible que en familia callada no hay discusiones (puede haber asesinatos, porque hay miradas que matan, pero discusiones, no).

Para no alargar estas reflexiones, debo decir que cuando me enteré del asunto, me enfadé muchísimo. Como no había nadie en la barbería no pude despotricar, como me pedía el cuerpo, con indignada energía ante tamaño atropello contra la cultura y la música de los de la tele. Así que, poco a poco, fui calmándome y con el sosiego vino la luz, y me di cuenta de la sibilina intención de los de la tele, ¡qué habilidad para dar a conocer las Sinfonías beethovenianas a las familias! Cada día me convenzo más de que los designios de TVE son como los divinos: inescrutables.

No sé si a Don Jesús López Cobos, el gran músico español que dirigió las obras hace unos meses, le han hecho un favor o la puñeta, porque esto de la televisión es … tremendamente familiar: lo mismo puede querernos como una madre amantísima o  … despreciarnos como la suegra más virulenta.

Por último, una noticia: en Televisión Española barajan colocar, para las próximas Navidades, las cuarenta y tantas sinfonías de Mozart o las ciento y pico de Haydn. El problema es que duran más que la noche de Navidad. Se plantean resolverlo comprimiendo las obras: hay quien ha escuchado algo como mp3, rar, zip o cosas parecidas.
Lamparilla

(Todo esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).

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