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domingo, 14 de septiembre de 2014

¡GUERRA AL MÓVIL!





Hil.
Buenos días, Don Sebastián, viene usted tarde.

Seb.
Buenos días, Don Hilarión. Tiene usted razón, pero sólo un par de minutos.

Hil.
Perdóneme, pero ¡estoy tan impaciente por darle a usted una noticia…!

Seb.
¿Será importante, supongo?

Hil.
¿Importante? ¡¡¡Tras-cen-den-tal, amigo mío!!! ¡Fundamental, básica, determinante, histórica!  No le digo más que, de aquí en adelante habrá un antes y un después.

Seb.
Eso no me sorprende.  Así ocurre siempre: a partir de un momento concreto, lo pasado es antes y lo porvenir, después.

Hil.
No se chunguee usted, Don Sebastián, que lo de la noticia va en serio. Y cuando se ponga en marcha la cosa será gorda, pero muy gorda.

Seb.
No me lo tome usted en cuenta; a veces reacciono de manera casi automática. Es oír una frase y contestar con otra inmediatamente, sin pensar. Y la verdad usted me lo puso como el producto primario de la consorte del gallo: a huevo.

Pero, venga, venga la noticia.

Hil.
Ahí va: acabo de descubrir la manera de terminar con el problema de los móviles en el teatro.


Seb.
Así, sin más. ¿Me está usted diciendo que ha encontrado una solución para esa nefasta costumbre, esa lacra social, ese desprecio educativo, esa desvergüenza  comportamental de tener el móvil encendido, ¡y hasta usarlo! durante las representaciones de la zarzuela.?

¿Es eso, exactamente?

Hil.
Sí señor, pero no una solución: ¡Cuatro!

Seb.
Pero, ¿Qué me dice?

Hil.
Lo que oye. ¡Cuatro! Como los puntos cardinales, como los puntos de la baraja…!

Seb.
¡…como los puntos gramaticales: punto, punto y coma, punto y aparte  y puntos suspensivos…!

Hil.
Bueno, dejémoslo. ahí.  ¡Cuatro  soluciones! ¡Y tres de ellas tecnológicas!

Seb.
¿Cómo? ¿Pero es que usted es tecnólogo?

Hil.
Pues claro. No olvide que un boticario es un científico, un mago de la química, un artista de la combinatoria molecular… Y en mi tiempo libre, además de zarzuelero, soy un enamorado de la tecnología. No digo amante … porque ella no quiere… que a veces se pone muy terca y no nos entendemos, pero amante…  ¡incondicional!


Seb.
Vale, vale, no sigamos orbitando sobre el tema y deme usted los detalles.

Hil.
Lo haré. Cuatro soluciones, digo. La primera es de tipo disciplinario. Consiste en que los acomodadores, en lugar de abandonar la sala cuando empieza el espectáculo, se queden dentro, vigilando, discretamente. Y cuando un espectador eche mano del móvil … le llamen la atención, y si es reincidente o no atiende la sugerencia, incluso le invite a abandonar la sala. ¡Así  se hacía antes en los cines! ¿Se acuerda usted?

Seb.
Sí que me acuerdo.  Pero esa solución no es viable. Los trabajadores y sus sindicatos se opondrán; ellos no son policías.  No querrán hacer un trabajo antipático que, hasta puede poner en peligro sus propinas.

Hil.
Habría que verlo. A lo mejor pierden las propinas de los señalados, pero ¿y si se ganan las del resto de espectadores.

No deseche usted la idea. Es cuestión de darle algunas vueltas, de encontrar la manera de plantearla, de mostrarla como un servicio a la Zarzuela, al Arte, a la Cultura. Y lo de las propinas, es fácil de resolver: incluir el montante perdido en la masa salarial. Y algún día de permiso, por aquello del estrés y la presión laboral de la nueva función. Ya lo sabe usted: Las penas, con pan son menos.

Seb.
No lo veo, Don Hilarión, no lo veo. Pero siga usted. Segunda solución.

Hil.
Segunda solución y primera tecnológica. Solución de Servicio. Le daré sólo los detalles generales.

Seb.
Adelante.

Hil.
Esta idea resuelve el problema dando, al mismo tiempo, un servicio a los maniáticos del celular. Se basa en los siguientes elementos básicos:
1 – Un programa informático que intercepta las comunicaciones entrantes y graba la información más básica  (hora, número llamado y número llamante y un contador) en una especie de contestador automático.
2 – Al inicio del descanso, y al finalizar la representación, en la pantalla de sobretítulos, y si se quiere por la megafonía se van “cantando” (digo cantando por la cosa de que la zarzuela es música), los mensajes:
·       El número tal ha sido llamado por el número cual, a las x horas, x minutos.

Con esto sería suficiente, pero se podría sofisticar. Por ejemplo, accediendo a la agenda de los teléfonos llamados, el mensaje de aviso podría ser algo así:
·       El propietario del teléfono xxx que llame a su mujer. Le ha llamado siete veces, o las que fuere.

Dese cuenta de que el sistema no se quedaría con el contenido de las llamadas, para no dar lugar a un mensaje como este:
·       Cariñito, en cuanto acabes ven rápido, que te espera una zarzuela en 3 actos y epílogo.

Este servicio, al que podemos llamar ACAM (Almacenamiento Colectivo de Avisos y Mensajes), puede ser gratuito; es decir ofrecido como una deferencia del Teatro. También se podría cobrar, claro está, aunque esta opción no la he estudiado con detalle todavía, porque tiene muchas connotaciones sociales, políticas, económicas.

Seb.
Ya, ya, pero, ¿dígame? ¿Cómo se consigue interceptar las llamadas?

Hil.
Pues muy fácil. Eso es trabajo para “El Blanquecino”.

Seb.
¿El Blanquecino?  ¿Quién es ese individuo?

Hil.
Podría decirle que un “sujeto que tiene vergüenza, pundonor y lo que hay que tener”, pero no cuadra porque Curro “El Blanquecino” es un pirata informático que ha tomado ese apodo en homenaje a Edward Snowden, ese bucanero que ha espiado a la CIA y que ahora está protegido en Rusia.  Y claro, como “Snow”, en inglés, significa “nieve”, Paco, o sea Curro, se hace llamar “El blanquecino”.

Seb.
¿Y usted cree que…?

Hil.
¡Pues claro! ¡Lo que no pueda Curro!

Pero, escuche, escuche. Tercera solución, técnica también. Es de carácter correctivo y la he llamado DMA (Detector de Móviles Activos).

Consiste, primero, en la obtención de la topografía de las butacas del teatro, obtenida mediante un procedimiento similar al de los GPS. Mediante unas coordenadas se establece el centro “geográfico” de la butaca. Después se determina el ámbito de influencia del asiento,  porque el móvil no va a estar siempre en el imaginario punto de corte de los dos ejes de la butaca.

Con todo esto, puesto sobre el mapa del teatro, tenemos identificados cada uno de los asientos.

La siguiente fase es utilizar una serie de sensores, captadores lumínicos, mejor dicho, estratégicamente colocados en el teatro. Cuando se encienda un móvil, los detectores lo “verán” y pasarán sus coordenadas al programa principal, que ordenará la ejecución de alguna de las acciones asociadas a las tres versiones de esta aplicación.

Versión 1. Básicamente consiste en la señalización del móvil pillado, mediante la proyección, sobre el punto topográfico central de la butaca, de un pequeño rayo láser que, en la oscuridad de la sala, todo el mundo podrá ver. El dueño del móvil será señalado por los demás espectadores como infractor.

Versión 2. En lugar del rayo láser, se proyectará un aviso en el cartel de sobretítulos. Algo así como: “En la butaca tal de la fila cual del piso xxx, se ha localizado un móvil infractor. Por favor, apáguelo. Muchas gracias”:

Versión 3. Esta es mucho más drástica. Se trata de una variante de la versión 1. Al móvil detectado, se le envía un potente halo de luz láser negra.

Seb.
¿Un láser negro? ¿Qué es eso?

Hil.
¿Usted sabe lo que es la luz negra en el teatro? Pues algo parecido. Un láser negro, no se ve; nadie se enterará, salvo el dueño del móvil, porque se le quemará en las manos.

Seb.
¡Reconcho!  ¡Va usted a renovar el parque móvil!

Hil.
El Parque Móvil, no. Eso es cosa del gobierno. Diga usted el parque celular y estará cada cosa en su sitio. Pero sí, esta solución ayudará a reducir la obsolescencia de estos teléfonos, porque todavía hay alguno que…

Seb.
¿Y la última solución?

Hil.
¡Ah! Esa es la más fuerte, la más radical y agresiva. Todavía no tiene nombre, pero ando buscando para ella uno de tipo castizo. Algo así como “pa’que t’enteres”,   “se te emplea”,  “qué t’as creido, listo”… Aunque también barajo nombres más técnicos como VZ (Venganza zarzuelera) o EQANET (El que avisa no es traidor)).
Consiste esquemáticamente en lo siguiente:
1 – Se localiza el móvil infractor y se toman sus datos básicos, como en la solución segunda.
2- No se deja que la comunicación progrese. En su lugar se envía un programa al terminal transgresor que contiene la música de un fragmento de zarzuela populachero y, sobre todo, machacón.
3 – Junto a la música se envía un calendario de activación del sonido, que lo arrancará cada cierto tiempo, (variable en función de un cálculo ponderado de ciertas características del teléfono) y, sobre todo, en cuanto se establezca una comunicación entrante o saliente.
4 – Este programa estará residente y oculto durante dos o tres días. Pero, los datos fundamentales de la operación se guardarán en una base de datos, y si el teléfono es “reincidente”, el castigo durará más tiempo.
Seb.
Perdóneme, Don Hilarión. Está usted hablando de algo así como un “Virus”. En los móviles, que yo sepa, no hay virus.

Hil.
¡Que se lo han dicho a usted! Seguro que los hay. Y si no son virus, serán bacterias, o MDC  (microorganismos dañinos para el cuerpo). ¿Para qué cree usted que todo el mundo pone fundas a sus móviles? ¡¡Para prevenir contagios!!!
Seb.
¡Qué barbaridad! Y, ¿qué piensa usted hacer con sus “inventos”?
Hil.
Pues lo que se hace en estos casos. Patentar las ideas, para que no me la pisen,  buscar a Curro “El Blanquecino” y alguno de sus colegas para desarrollar las aplicaciones y ofrecérselas al Teatro de la Zarzuela y a otros locales. Y a esperar.




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