Pensamientos
de un barbero.
Lo comentaba
ayer con uno de mis buenos parroquianos: tenemos un idioma magnífico, con una
historia envidiable, con el que podemos entendernos por medio mundo, y en el
que se han escrito algunas de las páginas más grandes de la literatura mundial.
Y no lo defendemos. Casi diría que al contrario, lo ponemos a un lado y, hasta nos dejamos conquistar por lenguas
extranjeras que, dicho sea de paso, no tienen demasiadas dificultades para
ganar al español alguna batalla casi cada día.
Acabo de leer
un artículo que su firmante titula El
español conquista al mundo¸ ¡ahí es nada! Y se ha quedado tan tranquilo. El
trabajo entresaca este “bocadillo”: “el potencial del español no se ve amenas
reflejado en la comunidad científica”. Otros “destacados” son: “El español es
la segunda lengua más utilizada en Facebook y Twiter” (incluso en ciudades como
Londres o Nueva York) y “el uso del
español en la red ha crecido en un 1.100% entre 2000 y 2013”. Todo muy
espectacular. Nada se dice del mal uso que se hace del idioma en esas “redes
sociales” en las que cada día más nos enredamos, sin darnos cuenta de que los
peces mueren en redes. Por si fuera poco el articulista proporciona algunos
datos muy llamativos, de los cuales me quedo con estos dos: Hay 559 millones de
hispanohablantes de los cuales 470 millones lo tienen como lengua materna-
¿Estoy
contento por esto? Pues hombre, si dejara a un lado lo mal que se habla y
escribe nuestro idioma, si me olvidara de las patadas a la ortografía y a la
gramática que usamos y escuchamos cada día, hasta en los ámbitos más
insospechados; si hiciera oídos sordos al uso de un vocabulario reducidísimo y,
por lo tanto, paupérrimo, o a la incorporación a nuestra lengua de miles de
vocablos bárbaros, muchos innecesarios, de procedencia anglosajona, y a la
mezcla de palabras extrañas, etc., etc., etc. … no podría decir que no estoy
contento.
Viene esto a
cuento porque hace unos días he comprado un nuevo televisor para mi casa. Un
televisor grande, aunque no monstruoso, con no sé cuántas posibilidades y
funciones; algunas de ellas no las necesitaré nunca, pero ahí están. Es un
chisme modernísimo; me da la sensación de que altera un poquito los colores
(los presentadores de telediarios salen más pálidos, aunque esto puede ser por
el miedo que les da explicar ciertas noticias) y los humanos parecen mas gordos
(lo que a algunas esqueléticas les viene muy bien, a costa de que a otras les
pone unas posaderas como panderos). Nunca llueve a gusto de todos, ni estamos
contentos con nada. Dejo a un lado la enorme cantidad de imperfecciones de la
piel de muchos de los bustos parlantes de esta nueva tele; ¡qué decepción! ver
a tanta figuras con más granos que un saco de arroz…
En fin… El
caso es que me he comprado un nuevo televisor y al ponerlo en marcha (antes
esto lo hacía el que te lo vendía, ahora se han inventado eso del
autoservicio…) me he acordado del gobierno, de la oposición, de los diputados,
de los senadores y de todos los que están a sueldo del estado… Y dirá usted,
amable y condescendiente lector, ¿qué tienen que ver los del gobierno con el
televisor? (fíjense que he escrito “televisor” y no “televisión”, que ahí sería otra cosa…); ¡Ah,
la importancia del lenguaje!).
Pero verá
usted. Al extraer de la correspondiente caja el libro de instrucciones, he encontrado
un respetable volumen de más de 270 páginas en inglés y otros 14 idiomas, entre
los cuales no está el nuestro. Tengo las instrucciones en húngaro, checo, rumano,
lituano. bosnio, polaco, eslovaco, estonio, letón, croata, albanés, ruso y
otros que no he sido capaz de identificar. ¿Error, despiste, equivocación?
Podría ser ¿Política de empresa? No lo creo. ¿Intento de que aprendamos
idiomas? Me extraña. ¿Entonces?
Pues mire
usted, casi estoy por pensar que la culpa es nuestra, o mejor dicho, de los
nuestros, por no obligar a todas las empresas que quieran vender sus productos
en España a que entreguen las instrucciones en castellano. ¿Dónde están las
protestas de la Academia de la Lengua, de los periódicos, de los
“comunicadores”, de los responsables políticos, del gobierno.
A mí me ha
dicho un buen cliente, que es muy viajado, que en Francis usted no vende nada,
pero nada, si no van las instrucciones –y otros textos– en francés. ¡Es que los
franceses!
¿Y nosotros?
Pues eso, dando nombres en inglés a actividades organizadas por nuestras
instituciones.
Lamparilla
(Todo
esto es consecuencia de que no sólo de zarzuelerías vive el hombre).
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