Pensamientos
de un barbero.
Entre los
parroquianos que frecuentan mi establecimiento, hay uno, don Evaristo, que es un hombre verdaderamente
culto y sabio. Tanto que cuando viene, en lugar de darle yo conversación, como
es habitual en mi negocio, se la saco; le dejo que hable, hasta le provoco y
escucho … porque siempre aprendo. Y encima me deja una buena propina.
El otro
día, sin ir más lejos, no sé cómo salió lo de los pecados capitales. A mí
siempre me extrañó que si son pecados, es decir, malas acciones, no estén
incluidos en el código penal; en ese tocho de páginas donde se supone que se
registran los delitos y sus castigos, además de las correspondientes
va
loraciones sobre las circunstancias. Hay quien lo llama, con cierta sorna, el
“Depende”; ustedes lo entenderán: que robas a uno, el código te puede castigar
con … depende; que le das matarile a otro; pues … depende. Y así sucesivamente.
No es que estas vacilaciones sean buenas ni malas … depende … hasta del juez
que te toque en suerte … En fin, que me voy por las ramas.
Estábamos
don Evaristo y yo en los pecados capitales. Y gracias a él me enteré de qué
significa eso de “capitales”. Yo ya sabía que envidia, soberbia, avaricia, etc.
las hay en todas partes, desde la aldea más remota del monte hasta la ciudad
más grande del mundo. Lo sabía yo y lo sabe cualquiera. Por eso me extrañaba lo
de “capitales”. Y don Evaristo me lo aclaró: “Capitales” viene del latín
“cápita” que significa cabeza. Es decir que estos pecados son la cabeza, el
origen de otros… Naturalmente, de entrada, entendí la explicación, y le dije a
don Evaristo que el que puso lo de “capitales” podía haber elegido otro
vocablo, porque, usted comprenda, los que somos capitalinos …
Cuando
don Evaristo se marchó, con su cabello arreglado como Dios manda, me quedé
pensando.
No voy a
dudar de que los “capitales” sean, o puedan ser, la cabeza, el origen de otros.
No hace falta decir que una envidia enfermiza puede llevar a n individuo a
cometer cualquier barbaridad; lo mismo que una incontrolada lujuria. De la ira,
no digamos. Pero la pereza, no me parece que sea socialmente grave, salvo para
el empresario cuyo empleado la ejercite habitualmente; la gula es muy probable
que produzca problemas intestinales, pero no parece que su práctica trascienda
mas allá de provocar retortijones de tripas.
Pero es
que esto de la moral es, ya lo sabemos, muy relativo, y depende de la cultura
de cada grupo social, y aún de cada individuo. La envidia no es, necesariamente
mala: envidiar la posición de alguien, o su éxito social o académico, no es malo.
Recuérdese que tenemos acuñada en nuestro idioma la frase “envidia sana”.
Pero es
que, además, faltan pecados: el odio, el
racismo, la intransigencia, la intolerancia … El catálogo es amplio? ¿No les
parece?
No sé. A
lo mejor resulta que los pecados capitales no lo son tanto, mientras no salgan
del ámbito más íntimo y personal, es decir que sólo serían “pecados” cuando sus
consecuencias se manifestaran en nuestro comportamiento hacia los demás.
De
cualquier manera, esto de la moral es tan relativo …
Lamparilla
(Todo esto es consecuencia de que no sólo
de zarzuelerías vive el hombre).
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