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sábado, 4 de febrero de 2017

La Villana. Una soberana zarzuela.





El Comendador y Casilda (Foto: Javier del Real)
La villana. (Zarzuela en tres actos. Texto de Federico Romero y Guillermo Fernández-Shaw. Música de Amadeo Vives. N. Beller Carbone. A. Ódena. J. de León. R. Muñiz. Directora de escena: Natalia Menéndez. Escenografía: Nicolás Boni. Vestuario: María Araujo. Coro titular del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Miguel Ángel Gómez Martínez. Teatro de la Zarzuela, 2 de febrero de 2017.

Si me permiten el juego de palabras, La villana es una obra soberana, una de las grandes del repertorio. Es mucha su música, y de calidad indiscutible. La parte vocal, muy exigente y dotada de una unidad no demasiado frecuente; no contiene pirotecnias ni romanzas de bravura, aunque para salir airoso de esta partitura hay que cantar y mucho. La orquesta no se limita a doblar la melodía del cantante, ni a subrayar armónicamente romanzas o dúos, tiene su propia personalidad, construida a base de colores, del juego de timbres de una rica instrumentación, de segundas melodías, de contrapuntos. Hace falta apostar fuerte para montar esta zarzuela cuyo valor se reconoce, pero que no tiene la popularidad que merece, porque no se programa. Conste que el Teatro de la Zarzuela, ha cubierto esta apuesta con decisión y hasta con valentía.

Hemos tenido ocasión de escuchar una excelente interpretación tanto de los solistas, como de las segundas partes. Nicola Beller Carbone, soprano alemana educada en España, hizo una Casilda excelente por voz y dicción con momentos especialmente destacables como la famosa romanza de la capa (“La capa de paño pardo”) o la “plegaria” del tercer acto. Ángel Ódena, barítono tarraconense, de probado prestigio dio vida a un Peribáñez poderoso y seguro, con presencia y prestancia; fue aplaudido en sus romanzas. El tinerfeño Jorge de León, tenor, fue Don Fadrique, el comendador; voz brillante y lírica, de timbre redondo destacó en su intervención solista en el primer acto (“Tus ojos me miraron”). A ellos hay que sumar la colaboración del bajo burgalés Rubén Amoretti, en el importante papel de David, el judío y en el de menos importancia del Rey. Todos ellos, además, hicieron frente a los dúos, nada menos que siete, de todos con todos. Un esfuerzo, como decíamos, importantísimo.


El coro en lo vocal demostró su muy buena preparación, como es habitual. Denso y redondo, sin estridencias, aun en los momentos más comprometidos.

La orquesta merece comentario especial. En el podio, el granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, habitual ya de este teatro –lo que es muy de agradecer– supo extraer colores y timbres, dinámicas, equilibrios con la escena. Siempre atento a los detalles y a la concertación puso de manifiesto la densidad del trabajo instrumental del músico catalán.

La escasa intervención del ballet, en la “Jota castellana” del tercer acto, me resultó demasiado estilizada, quizá para señalar el carácter castellano y no aragonés, bailada, además en un espacio que se me antojaba pequeño. En favor de la coreografía de Mónica Runde he de añadir que huyó del folclorismo tradicional que solemos ver.

Peribáñez es nombrado caballero. (Foto: Javier del Real)
La escenografía simple, dos grandes muros y una empalizada que señalan los espacios abiertos o los interiores de la casa de Peribáñez. La división del escenario con una línea de espigas creo que dificultaba el deambular de la masa coral. El movimiento de actores diría que fue académico y la separación de escenas, demasiado rápida. La obra es larga, pero unos segundos de silencio entre cuadros  servirían para que el espectador cambiase, sin sobresaltos, de actitud receptora. Un detalle que no me satisfizo fue que durante la interpretación de sendos números musicales, se movieran los muros de la escena, con algún pequeño ruido.

En resumen, ha sido un  acierto programar La villana, zarzuela importantísima, que no ha recibido la promoción que merece. Valoren ustedes estos datos: En el Teatro de la Zarzuela, se ha ofrecido en tres ocasiones: en los años 1927 (el de su estreno) y 1928, se hizo 82 veces; en 1984, veintiocho funciones, y este 2017, trece representaciones. Les doy las cuentas hechas: entre el estreno y la primera reposición, transcurrieron 57 años; entre la esta  la de ahora, 33 años. ¿Cuánto tendremos (o tendrán) que esperar para volver a verla?. Cada vez echo más de menos un DVD, porque La villana de Romero, Fernández-Shaw y Vives, hay que verla más de una vez para disfrutas de todos y cada uno de sus detalles.

Vidal Hernando.

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