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viernes, 3 de marzo de 2017

Benavente en la zarzuela.




La malquerida - Acto I (Foto: Jaime Villanueva)
La malquerida.  Drama lírico en tres actos. Libreto y música de Manuel Penella. C. Faus. S. de Munck. C. San Martín. A. González del Cerro. G. López, S. Fernández. P,  Bachura. E. Lombao. C. Bernal. Iluminación: Sergio Gracia. Figurinista: Gabriela Salaverri. Escenografía: Nathalie Deana. Director de escena: Emilio López. Director del coro: Coro y Orquesta Sinfónica Verum. Director del coro: Javier Carmena. Director musical: Manuel Coves. Teatros del Canal, de Madrid, 1 de marzo de 2017.

Cuando hablamos o escribimos de zarzuela (término que utilizamos para cualquier obra teatral que tenga música, ya sea una picarona revista o un dramón trágico) solemos recordar muchos lugares comunes. Uno de ellos tiene que ver con el hecho de que nuestros cajones guarden (o escondan) auténticas obras maestras injustamente olvidadas, obras que, como el arpa del poeta espera quien les diga aquello de “levántate y anda”. Es el caso de La malquerida, drama lírico (más le cuadra el término zarzuela pues se habla y se canta) del valenciano Manuel Penella (1880–1939), a partir del drama teatral homónimo de Jacinto Benavente. Desde 1935, es decir hace 82 años nadie ha visto esta magnífica producción. Y es una lástima.

A mi entender, esta Malquerida es especialmente teatral, con una cantidad de texto desusada en nuestra zarzuela, aunque no falta, ni mucho menos, momentos líricos tradicionales: romanzas, dúos, coros, incluso números cómicos incluidos por Penella para mantener la tradición del género. Destaco este detalle porque la interpretación teatral de todos los intérpretes me ha parecido sobresaliente. Cristina Faus dueña de grandes recursos expresivos, hizo intensa, dramática y poderosa la figura de Raimunda; Sonia de Munck, dio vida a Acacia, un personaje más ligero, César San Martín mostró la autoritaria violencia que pide Esteban; Pedro Bachura, fue el Rubio, despreciable y violento, dominador de Esteban y  Elena Lombao, Juliana, la criada que es como una conciencia de Raimunda.

La malquerida - Acto III (Foto: Jaime Villanueva)
En lo vocal, la interpretación también me pareció excelente. La música de Penella es exigente,  rica y brillante, aunque alejada de la utilización de recursos virtuosísticos, que estaría fuera de lugar en un ambiente como el descrito por el drama. Cristina Baus, mezzosoprano, cantó con redondez e intencionalidad, no se notaron los cambios de  “cantado” a” hablado”, su continuidad me pareció lo natural. Sonia lució, como siempre, su voz lírica y afinada, aunque no abusó de su brillante colorido porque tampoco era adecuado. César San Martín, barítono de voz densa, poderosa y redonda cantó con más que suficiente firmeza.

El coro Verum, se expresó con afinación y sin estridencias. Y la orquesta, rica en timbres y densa en volúmenes fue bien concertada por Manuel Coves.

La puesta en escena se ha ambientado en una hacienda mexicana de los años 40-50, por expreso deseo de Emilio López que, de esta forma, ha querido relacionar la estrecha relación del compositor con aquel país (Penella murió en Cuernavaca), con recuerdo a una película realizada en 1945. La evidencia de esta ambientación es la presencia de un típico mariachi mexicano. A mi entender no era necesario, sobre todo porque la música de Penella me pareció castellana por los cuatro costados.

La malquerida fue aplaudida por el público que llenaba la sala, a pesar de que para muchos era algo tarde. Es prueba de que le interesó. Como se trata de una coproducción entre los Teatros del Canal y el Palau de les Arts Reina Sofía, se verá en la capital del Turia. Ojalá volvamos a tener ocasión de disfrutarla en Madrid, porque sólo cinco representaciones me parecen pocas para una obra de esta naturaleza.

Vidal Hernando

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