Escenas dramáticas en dos actos.
Libro basado en la obra del mismo título de Alekxandr
Pushkin. Música de Nicolai
Rimsky-Korsakov. Estreno: 7 de diciembre de 1898, en el Teatro de Solodovnikov,
de Moscú (privado en 1897). Acción en Viena, principios del siglo XVIII.
MOZART Y SALIERI
Auditorio
de la Fundación Juan March, de Madrid
22, 23 y
29 de abril, 12 h.
26 de
abril, 19.30 h.
24, 27 y
28 de abril, 11.30 h. (Funciones escolares)
Ficha
artística
Salieri,
bajo (Ivo Stánchev). Mozart, tenor (Pablo García-López). Mendigo ciego
violinista (Fran Parrado). Criado, asistente de Salieri y enterrador (Rafael
Rivero)
Dirección
de escena: Rita Cosentino. Escenografía: Antonio Bartolo. Vestuario: Gabriela
Salaverri. Iluminación: Fer Lázaro.
Director
musical y piano: Borja Mariño
Coproducción
del Teatro de la Zarzuela y la Fundación Juan March
Función
del día 26 (19 horas): Transmisión en directo por:
En
diferido por Catalunya Radio.
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Personajes e intérpretes del estreno. Mozart, joven compositor, tenor (Vasili Shkager).
Salieri, compositor maduro, barítono (Fiodor Chaliapin).
Números musicales: Acto (I). Salieri (“Como suele decirse, “no hay justicia en
esta tierra”). Entrada de Mozart (“¡Ajá! ¡Conque me has visto!). Salieri (¿Cómo
eres capaz de reírte?”). Mozart (“Imagínate…”). Salieri (¿Venías a verme con
algo semejante?”). Monólogo de Saliero (“¡No! No puedo aguantar más tiempo. Acto II. Salieri (“¿Por qué estás hoy
tan taciturno?”). Mozart (“Hará cosa de tres semanas, llegaba tarde a casa”). Salieri
(“¡Ya basta! ¿Qué es este miedo infantil”) Coro (“Dale, Señor, descanso eterno”[1]).
Mozart (“¿Pero estás llorando”?). Mozart (“Ojalá todos sintieran tan rápido el
poder de la Armonía”). Monólogo de Salieri (“¡Dormirás eternamente, Mozart!”).
Argumento. Al
levantarse el telón la escena presenta a Salieri, sumido en tristes pensamientos.
Él, que ha renegado de todos y que a todo ha renunciado por la música, comienza
a darse cuenta de lo inútil de su sacrificio, cuando piensa que la inspiración
y la gloria son terriblemente injustas, al otorgar sus favores a un músico
tosco, sin criterio y vulgar, como es, a su juicio, Mozart.
Aparece
Mozart y sentándose al piano improvisa una breve fantasía cuya elegancia y
belleza exasperan a Salieri.
Salieri,
desesperado, decide eliminar a Mozart. Le invita a comer y, disimuladamente, vierte
veneno en su copa. Cuando Mozart se aleja, Salieri se da cuenta de lo estúpida
y ridícula de su acción: matando al gran músico no va a conseguir que el genio
creativo venga a él con la misma frecuencia y grandiosidad que iba a Mozart.
Pero el mal ya está hecho y es irreversible.
Mozart y Salieri tiene, como el resto de las catorce producciones
para la escena de su autor, una estructura magistral. Su construcción es de una
lógica casi perfecta en la que cada uno de los protagonistas está totalmente
caracterizado.
Comentario. El
origen de esta obra hay que buscarlo en un hecho cuya falsedad está
absolutamente probada en nuestro tiempo, La idea que circuló por toda Europa
durante largo tiempo; noticia que pretendía el asesinato de Mozart, envenenado
por indicación de Antonio Salieri (1750-1825), un músico contemporáneo suyo a
causa de estúpidos celos profesionales. La idea de esta ópera le vino a
Korsakov leyendo a Pushkin, su poeta preferido, y en 1897 comenzó el segundo
cuadro, sin gran interés, como si de un mero ejercicio se tratase. El resultado
le agradó y decidió continuar con el tema. El mismo Rimsky-Korsakov lo cuenta
así en su Autobiografía: “Comencé por
abocetar las voces del canto, aplicando más tarde el acompañamiento, bastante
complicado, apartándome de la forma definitiva de la trama orquestal
primitiva”. Más adelante, continúa: “En
un principio enlacé las dos escenas con un intermedio, estilo fuga, que deseché
luego”.
No es
una página de gran envergadura, porque, en general, Korsakov no solía utilizar
para sus obras profundos temas históricos o grandes dramas sicológicos, sino
que tenía una destacada tendencia a poner en sus partituras cuentos o leyendas
populares en las que trasponiendo lo superficial y anecdótico, profundizaba con
agudas dotes observadoras.
La
obra, colorista y brillante, ha conocido cierta fama en Occidente, aunque no ha
llegado a las cotas de popularidad de otras páginas teatrales del mismo autor.
No obstante, es posible observar en ella el gran estilo creativo y la perfecta
orquestación, características evidentes en la música de Rimsky-Korsakov. J.P.M.
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