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domingo, 22 de octubre de 2017

La sencillez de lo espectacular y lo divertido.



El cantor de México. (Opereta en dos actos. Texto de Félix Gandera y Raymond Vincy (versión libre de Emilio Sagi).Cantables de Raymond Vincy y Henri Wernert (traducción al español de Enrique Viana)  Música de Francis López.
Intérpretes: R. de Palma, S. de Munck, A Goya, J. L. Sola, L. Álvarez, M. Esteve.
Equipo técnico y artístico. Dirección de escena: Emilio Sagi. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Renata Schussheim. Iluminación: Eduardo Bravo. Coreografía: Nuria Castejón. Coro titular del Teatro de la Zarzuela (Dtor.: Antonio Fauró). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director musical: Óliver Díaz. Teatro de la Zarzuela, 19-10-2017.

El Teatro de la Zarzuela, de Madrid, ha abierto su temporada con la opereta El cantor de México, creada por Francis López (1918-1995), en 1951, para el lucimiento de un formidable tenor de voz privilegiada y personaje mediático: Luis Mariano (Irún, Guipúzcoa, 1914–París, 1970). La versión ofrecida ha sido la que Emilio Sagi presentó en el parisino Teatro del Châtelet en 2006. Espectáculo de leve e intrascendente línea argumental, cumple perfectamente con su finalidad: divertir y entretener y llenar el teatro (creo haber leído que cuando se estrenó llegó a las 800 representaciones). Todo eso lo consiguió el día reseñado; todos los números fueron aplaudidos y la mayoría de ellos con particular entusiasmo. Desde el punto de vista musical, El cantor de México, responde a las premisas básicas de la opereta francesa: fantasía en la historia y variedad en los números musicales que se nutren de formas variadas: valses, un par de canciones vascas, fandango, bolero y varias canciones melódicas para especial lucimiento de los protagonistas.


Una de las razones fundamentales del éxito de la propuesta, fue la puesta en escena, espectacular y vistosa en varios de los cuadros, especialmente en el del “Canto a México” que cierra la primera parte. No cabe duda que tanto el director de escena como el escenógrafo son hombres de teatro y saben cómo hay que presentar este tipo de producciones. También lo saben los responsables de la iluminación (brillante pero con sencillez) y del vestuario (variado, riquísimo, adecuado y colorista). Habrá quien piense que para llegar a esto basta con “tirar la casa por la ventana”: no, hay que tener talento, para imaginar elementos decorativos, movimiento de actores, movilidad del decorado, agilidad en los cambios (algunos a la vista). Y sobre todo, hay que trabajar mucho. El público, aunque no sepa los detalles, sabe reconocerlo y lo aplaude.

Lo protagonistas (Foto. Javier del Real. T.Zarzuela)

En el aspecto interpretativo hay que comenzar por la referencia al protagonista: el tenor navarro José Luis Sola, brillante, de timbre metálico en el agudo, con una impresionante capacidad de “fiato”, resolvió sin problemas sus varias intervenciones, a pesar de que el “Canto a México” o Acapulco (menos la “Canción vasca” o “El tequila”) lo tiene el público (lo tenemos) asociado a Luis Mariano y era inevitable buscar la comparación. José Luis Sola superó la prueba, convenciendo. El personaje de Cricri, la jovencita de la que, al fin, se enamora el protagonista, estuvo a cargo de la soprano madrileña Sonia de Munck, de voz elegante, de no demasiado volumen (algo velada por la potencia de la orquesta) pero bien manejada. Cantó con exquisito gusto un vals, en el segundo acto, que contiene una frase (“No sé qué siento”) a modo de repetitivo estribillo, diciéndola, en cada momento con intensidad, intencionalidad y fraseo distinto: ahí está la gracia de este número.

Luis Álvarez, barítono y gran actor, dio vida al personaje de  Cartoni, el empresario, con la solvencia y el saber estar a que nos tiene acostumbrado; contar con él es una garantía. El también barítono, barcelonés, Manel Esteve, fue Bilou, compañero y amigo de Vicente, el protagonista; de voz redonda, agradable y bien manejada, convenció en un rol con no demasiada exigencia vocal.

Ana Goya, actriz, dio vida a la Señorita Cécile, ayudante del empresario con una gran eficacia, especialmente en la escena en que hace de apuntadora y que se convierte en un dúo absurdo y surrealista entre ella y la vedete de la historia. El publico rió primero y aplaudió después con espontaneidad. 

Hemos dejado para el final la referencia a la actriz palmesana Rossy de Palma, personaje famoso y conocido por sus intervenciones en el cine que debutaba en la Zarzuela. Le tocaba dar vida a “Eva Marshall”, la vedete caprichosa y exigente, la diva intransigente, engreída y  presuntuosa que, aprovechándose de su tirón popular, maneja a los hombres a su antojo. Rossy de Palma no tiene cualidades vocales (ni presume de ellas), pero hizo el personaje con autoridad y convencimiento; está en su línea y supo ganarse las ovaciones del público, exagerando su divismo y moviéndose por la escena con la soltura que le da el descaro de su papel.
 
Escena del "Canto a México" (Foto: J. del Real. T. de la Zarzuela).
El coro como es habitual: redondo, sin estridencias, con soltura, movilidad y versatilidad. Se nota el trabajo profesional de su director y  de sus componentes. Óliver Díaz, al frente de la orquesta, se enfrentaba a un reto: la variedad de estilos de la música. La del Cantor no es la de una zarzuela tradicional; no. Está llena de ritmos distintos, con sonoridades cercanas al jazz, o a la música melódica de hace algunas décadas, sin olvidar también el acompañamiento de los solistas, o los números de conjunto, más o menos folclóricos, incluidos ritmos claramente caribeños . La sonoridad es brillante y poderosa, la presencia de los metales muy marcada. El maestro manejó el conjunto con solvencia aunque hubiera preferido algo menos de potencia (al menos desde mi butaca los metales sonaban demasiado fuerte). Óliver Díaz fue aplaudido y supo crear el ambiente de fin de fiesta haciendo cantar al público el estribillo del “Canto a México”.

En resumidas cuentas, El cantor de México¸satisfizo al público que llenaba el teatro. Los espectadores pasaron (pasamos) un muy buen rato, un rato largo porque el espectáculo duró dos horas y tres cuartos (con un solo descanso); ciento cuarenta y cinco minutos de música y teatro que a nadie se le hicieron largos porque esta producción es capaz de mantener el interés general. De El cantor de México  se ofrecerán, en total, 18 funciones: creo que si pudieran ampliarse y se hiciera la buena publicidad que tienen otros espectáculos, podría estar en cartel otras muchas.

Vidal Hernando.


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