Los cuatro elementos en un momento de la representación. |
Los elementos. (Ópera armónica al estilo italiano), de Antonio de Literes.
Intérpretes:
O. Alemán, E. Boix, A. Peña, S. Cardoso y L. Martín-Cartón, sopranos. M.
Nogales, mezzosoprano. R. Rivero, bailarín.
Equipo
técnico y artístico: Dirección de escena y escenografía: Tomás Muñoz. Iluminación:
Fer Lázaro y Tomás Muñoz. Vestuario: Gabriela Salaverri. Orquesta barroca:
Forma Antiqva, Director musical y clave: Aarón Zapico. Fundación Juan March, 16-04-2018.
Dentro del
ciclo “Teatro musical de cámara”; y en coproducción con el Teatro de la
Zarzuela, de Madrid hemos tenido ocasión de ver la representación de una de
nuestras primeras óperas, estrenada hacia 1705 en el Palacio de la Duquesa de Medina de las Torres, para cuyo
aniversario se escribió. El argumento gira en torno a la disputa de los cuatro
elementos (Aire, Tierra, Agua y Fuego) por ver cuál de ellos ha de tener
primacía mientras el Sol está ausente. La solución la proporcionará el Tiempo
quien, dando paso primero a la Aurora, anuncia la aparición del Sol. Algunos
autores han considerado que este argumento era una alegoría de la primacía de
Felipe de Borbón, futuro Felipe V, sobre el Archiduque Carlos de Austria en la
Guerra de Sucesión española. En esta
ocasión esta alegoría ha sido sustituida por una referencia de tipo ecológico,
sobre los peligros de la contaminación, enunciados por la megafonía. No estoy
muy seguro de que la chavalería que llenaba la sala (esta era una de las
funciones escolares) haya entendido este mensaje, pues durante su emisión, la
mayoría no prestaba atención.
Una vez
empezada la música, la atención si se concentró en la escena. A pesar de que es
más que probable que la mayoría del auditorio no haya escuchado nunca una obra
de esta o parecida naturaleza, parece evidente que el gran trabajo preparatorio
de sus profesores (auxiliado por los promotores de la función) ha dado
resultados. Pero, a partir de un guiño de modernidad introducido por el
responsable de la escena casi al final del espectáculo (la colocación de unas
gafas de sol y algunos gestos “actuales”), y, sobre todo del “hombre de oro”
(el bailarín), la actitud cambió radicalmente. Los chavales respondieron con
total espontaneidad y se integraron en un ambiente festivo del que me parece
que hasta los intérpretes se contagiaron.
Al final, un gran aplauso sonoro y entusiasta.
La obra ha
estado interpretada por seis cantantes femeninas (como era costumbre en la
época): Olalla Alemán, Eugenia Boix, Aurora Peña, Soledad Cardosoy Lucía
Martín, sopranos, como la Tierra, el Aire, el Agua, la Aurora y el Tiempo, y
Marifé Nogales, mezzo, en el papel de el Fuego. Todas ellas desarrollaron un
trabajo excelente, resolviendo sin problemas alguno las dificultades técnicas
de un canto complejo y difícil, tanto en las arietas y recitativos de
influencia italiana, como en las coplas y tonadas de carácter español. Aarón
Zapico, desde el clave y como director ofreció una lectura excelente.
El desarrollo
escénico se circunscribió al movimiento, lento, pausado y hasta elegante, de
los intérpretes sobre una plataforma giratoria. No había demasiada diversidad,
por lo que me dio la impresión de ser algo reiterativo, aunque reconozco la
originalidad y hasta la plasticidad. El vestuario, colirista y distinguido, me
gustó y lo creo muy adecuado para la representación.
En resumen, un
buen espectáculo que merece la pena volver a contemplar, lo que es posible
gracias a la política de difusión de la Fundación March para todos los
espectáculos musicales que ofrece. Ojalá otros teatros tomaran buen ejemplo.
Vidal
Hernando.
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